jueves, 27 de febrero de 2014

México 2014: ¿más divorcio entre economía y sociedad?

Aurelio Cuevas (Sociólogo)


Pernotando abajo del Puente de Piedra en Tlatelolco
En el año que inicia se han desatado muchas expectativas de más dinamismo de la economía nacional tras una larga etapa de rezago que arranca con la crisis financiera mundial desatada a fines de 2008. Esto coincide con la implantación de las tan llevadas y traídas “reformas estructurales” (laboral, fiscal y energética) por la clase gobernante como resorte básico de un crecimiento económico que –supuestamente- traerá un bienestar general.

En este sentido ya es una verdad a plena luz que la contracción presupuestal del año anterior fue planeada por el régimen  para inclinar la opinión pública a favor de la aplicación de las citadas “reformas” y, de este modo, debilitar cualquier resistencia social o política hacia ellas. Cabe decir que desde hace muchos años ha habido dos constantes en la acción gubernamental: la depresión del poder adquisitivo de los salarios en general y la búsqueda de nuevos mercados de exportación para los productos nacionales.

Así, la política económica estatal persigue favorecer a toda costa las operaciones de las grandes empresas privadas extranjeras y nacionales, restringiendo al mínimo –o liquidando- los derechos sociales, políticos, legales… que obstaculicen tal meta. Al respecto la experiencia de las clases trabajadoras es que la aplicación del tope salarial aplicado desde 1976 –último año de gobierno de Luis Echeverría- hasta la fecha ha provocado que el salario mínimo real haya caído ¡72,8%!; tal situación es más dramática para 7 millones de trabajadores cuyo ingreso actual es de un salario mínimo, razón por la cual tienen que restringir sus gastos en áreas prioritarias –vivienda, transporte y vestido- haciendo a un lado el renglón de alimentos básicos (ver artículo “Cruzada para el Hambre”, de Magdalena Galindo en la revista Siempre!, N° 3160, 05/01/2014).
     
Otra clara ilustración de la parcialidad de las medidas del gobierno es la limitación establecida por la “reforma fiscal” al reembolso de impuestos en gastos de gasolina. Ahora solo podrán pedir tal devolución los causantes (“personas físicas” o “morales”) que paguen con tarjetas de crédito o débito. Un ejemplo más es la restricción a los usuarios de la banca de cobrar cheques de más de $5,000 pesos, con lo que se reduce el dinero en circulación pública a favor la primera. Estas son solo dos muestras del contubernio de los detentadores del poder político con las instituciones financieras que operan en el país.

La cuestión crítica para los años venideros estriba en que la aprobación de la (contra) “reforma energética” de fines del 2013 restringirá los ingresos de PEMEX gravados fiscalmente, que representan el 40% de los ingresos públicos anuales. ¿Qué ocurrirá cuando las empresas trans nacionales tengan ganancias por explotar los recursos energéticos nacionales? Con la disminución de la renta petrolera es lógico esperar que el Estado exprima –vía control fiscal- más los ingresos de la clase media urbana.

 La otra opción es, como ya se señaló, abrir nuevas ventanas al comercio internacional (sobre todo a la región asiática) para aumentar las ganancias de las grandes empresas  exportadoras establecidas en México (automotrices, autopartes, maquila electrónica y materiales de construcción) que los empleos generados en el país por las mismas, como demuestra la experiencia del tratado comercial con Estados Unidos que entró en vigor en 1994. Pero es sobre todo en el campo mexicano donde se han evidenciado más los impactos negativos de tal acuerdo: “La concentración de la exportación e importación de bienes agroalimentarios sólo ha beneficiado a un puñado de empresas y ha hecho quebrar decenas de miles de explotaciones campesinas, al punto que desde el inicio del tratado se ha perdido cerca del 20 por ciento del empleo rural.” (Ver artículo “El campo: entre la pesadilla y el tiradero”, de Víctor M. Quintana, en La Jornada, 17/01/2014).   
       
En un acto con el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios efectuado a mediados de enero del 2014 el presidente Enrique Peña Nieto afirmó que el corazón de la economía nacional está en los hombres de empresa. ¿Qué lugar corresponde entonces a las decenas de millones de mexicanos que trabajan arduamente para acceder a una mejor calidad de vida personal, familiar o comunitaria? La afirmación del titular del Poder Ejecutivo es un fiel reflejo de un orden político que en el largo plazo solo puede generar más injusticia y desigualdad social.

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