domingo, 12 de abril de 2015

"Un viaje con mujeres, por cinco pesos"

“Promoción de la Igualdad de Género y Prevención de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas”.
Vagón de mujeres en el Metro.
Ilustración de Zanate Pirata, de DeviantArt.

Por Martha Mc

 Noviembre  2014

Hoy, un miércoles de mañana soleada, aunque fría, de noviembre, en una ciudad cosmopolita, que no está en China, sino en México, llena de autos y saturada de gente que corre en las calles, en transportes y en el tren suburbano donde, abordo con dificultad, voy, van y vienen en tropel todos y todas, ya no caben más, avanzamos con prisas, hay voces, gritos, ruidos, sonrisas, y sí las veo, pero pasan y se pierden, veo también rostros mal encarados y no, …no pasan, se quedan en mi reflexión, esa que me dice que la rutina citadina lleva a los adultos, a jóvenes y a familias a un estado de inconsciencia, pero no de esa, donde se pierde el sentido, no, es ese estado de marasmo, donde la apatía carcome sin permitir que se sienta el dolor por el constante atropello, pero donde duele sin saber cómo hacer que no suceda por la necesidad de ir, de volver a casa, …y se vuelve costumbre, y se va quedando como una enfermedad emocional “cuasi normal”,  lo observo todos los días en el colectivo, en ese recorrido por debajo del suelo, por donde no pasa la luz del sol, durante el trayecto a mi trabajo, de regreso y en medio de apretones y jalones, luchando por permanecer dentro, es en el Metro, donde las mujeres jóvenes, maduras, ancianas, algunas niñas cargando a otros niños y una panza de embarazo adolescente y hasta infantil que evidentemente no estaba en sus planes, se les puede ver, también algunas más obesas, otras delgadas, alegres, hostiles, y ¡Claro! …también algunos, pocos pero filtrados hombres que se mueven con desgano, en “el lado” de mujeres, teniendo más oportunidad en el suyo, el lado de hombres, se meten a fuerza,  van, vienen, como haciéndose los que no saben donde están, y con quién sabe ¿Qué intenciones?, pero… dentro de ese espacio femenino claramente definido por letreros y policías que lo indican siempre, y que no se respeta, en el montón mal acomodado de cuerpos, que no se sabe donde empiezan y donde acaban, ….y escucho, …sí, hay siempre comentarios muy generales en las pláticas y, el común, …es entre todas criticado, inconformes lo van expresando,  pero resignadas aceptando, …es el cómo ellos, esos tipos que van como escondidos en la multitud para no ser repudiados, pero que se meten a fuerza en los escasos tres vagones del metro, ¡solo tres!, que han sido destinados para uso exclusivo de mujeres, y donde esos pocos hombres violentamente se meten como huyendo de los otros siete vagones, destinados desproporcionadamente para ellos, ¡los caballeros! …en cada convoy que avanza con diez carros. 


Existe, se difunde un criterio, que erróneamente considera que las mujeres que salimos a trabajar, somos mucho menos de la mitad de los usuarios, y esta absurda disposición que me enoja, por ver el descaro, la osadía y el irrespeto con esa indiferencia hacia el sentido común que dice claramente y fomenta en cada letrero, y la sola percepción de que, en donde van mujeres, ¡Es para mujeres! ¿Por qué lo hacen?, ¿¨Por qué se meten ahí?,  si a leguas ven que en solo tres vagones no cabemos todas las mujeres, tantas que somos la fuerza de trabajo que apoya al país en todo ámbito y que salen, que salimos a luchar,  y que visiblemente se suman cuando menos el 50 %, y no, …somos más y ¡Ya no cabemos!, La mayoría de ellas van con actitudes hostiles y al mismo tiempo soportando sumisas, aunque frecuentemente escucho a muchas que se rebelan, que al menos hablan inconformes, cuyos temas son siempre sobre los peligros, la violencia, y  “siempre, siempre” sobre el tema de violencia familiar, del hostigamiento sexual, van atentas cuidando sus bolsos y sus traseros alertas, contraídos cuando se ve algún hombre en ese montón; hablan de sus líos en casa y en sus trabajos de las injusticias laborales, hablan también de los feminicidios, que si la política, que si el narco, que si los robos, secuestros y la inseguridad, se notan permanentes  MIEDOS en sus conversaciones, en sus actitudes, en ¡Todas!, sus breves comentarios que terminan invariablemente en un arrebatado y apresurado… ¡Adiós!,… ¡Cuídate mucho!, …¡Me llamas al llegar!, o cualquier frase religiosa que hace ver la angustia, el no querer soltarse como de la mano, como del afecto;  esta condición de vida que se ha vuelto una “norma” sin terminar de aceptarlo y, me cuestiono: 

¿Será que cada día se hará más persistente vivir con miedo de no regresar a casa? ¿Miedo de no volver a ver a sus seres queridos? ¿Temor a ser ofendida y manoseada en el Metro, sin poder evitarlo?
Esta reflexión me lleva a mirar desde otro ángulo esta rutina,  porque ciertamente en estas formas sociales de convivencia y con lo duro del escarnio, esta modernidad ha convertido a las mujeres con nueva versión, en Entidades sujetas de resistencia para soportar y para heredar la enseñanza a las niñas, a los varones y niños de cada familia, mostrando que esa forma, es un molde social en el que más tarde o más temprano tendrán que embonar, a pesar de los discursos, de políticas que no se aplican, que a nadie le llegan o que no importan, cuando los ciudadanos y madres trabajadoras, estamos más ocupados en las deudas, en la injusta carrera por no llegar dos minutos después, a donde igual vamos a llegar; en el desempleo, la preocupación por la supervivencia y en el hambre familiar, pero ¡Eso sí!, ya enteradas y muy claras de que la pobreza genera violencia, y no queremos más de eso; pero, esto vuelve a girar y nos alcanza esa parte del circulo, de ese ciclo de vida cruel, irremediablemente repetible, desde épocas antiguas,  hoy, donde pareciera que ya se rompe, ese delgado hilo aún lo detiene, y nos  regresa al patrón social, inmoral, cruel, lleno de misoginia, de abuso, de incomprensión.

En los medios, cualquiera que sea, televisión libre o contratada, revistas de mejor o menor calidad, periódicos, programas de radio, internet y redes sociales,  publicidad, gráficos, juguetes, cine, etcétera.  Es la violencia hacia las mujeres y las niñas un mensaje de agravio permanente que parece permitido, cotidiano.


No…. bueno, y además, la exposición comercial de la intimidad femenina por vender productos, por la competencia de marcas, lo vuelve un tema común y despectivo,  que se expresa en voces masculinas con frases irrespetuosas, que descalifican al pudor, la opinión y hasta la participación femenina, la burla hacia el descontento o mal humor provocado por un cólico o la aparente ligereza de algunas conductas aprendidas involuntariamente, que estigmatiza a todas, formando en la mente masculina, la que no lo entiende, esas contradicciones del discurso popular, que no es congruente con la vida real, la de allá afuera,  donde las pequeñas niñas lo escuchan, lo ven, lo respiran, lo reproducen y hasta lo imitan, no siendo ya suficiente toda esta afrenta, hasta  graban y publican videos de pequeñas, que aplaudidas por bailes con tubo o contorsiones de corte erótico, por demás incongruente con lo infantil, vende, ¡Si vende! y me indigna que las propias madres lo fomentan como una gracia, sin tener la conciencia de que lo aprueban,  lo inducen y desgraciadamente, más tarde lo castigan con ofensas, con violencia y las adolescentes con el compromiso sin consenso de la maternidad no deseada, que comenzó y termina irremediablemente en abandono, si, con presencias que ignoran o en soledad. 

Es pues, una tarea difícil, esa tan trillada recuperación de los Valores en la vida honorable de las mujeres, de los hombres, de las familias, ese machismo que persiste, lo intentan, quieren no verlo a veces, por el honor malentendido que solo protege al “señor”, pero solo para apartarlas de mundano lenguaje verbal y corporal despectivo, hacia las imágenes del maltratador  y sin dirigir el objetivo con el cuidado de que no se repliquen estos arquetipos dentro de los hogares, en todos, …¡En todos!, la humillación y el ultraje hacia las féminas madres, hermanas esposas, hijas y hasta nietas, alcanza a todas, y se permite, …y se reproduce, con un buen intento de hacerlo hasta más gráfico en las tele-series, en shows realistas, como para hacer reflexión, como para enseñar, pero que funcionan también como ejemplos, olvidando por algunos conceptos comerciales, que la televisión también enseña, se ve y escucha sin supervisión, sin asegurarse de que la calidad y el desarrollo del tema, no es percibido siempre positivamente por el auditorio, y todo se ve reflejado en cualquier ámbito donde se reúnen muchos, muchas, …como en el Metro, donde veo historias que se van entrelazando, y que lastiman a mi ciudad, a mujeres y hombres, y que para mí, …cobran sentido con la observación cotidiana y tan solo por cinco pesos en el Metro.

3 comentarios:

  1. ¿De dónde sacas 10 carros? Hay que contar de nuevo

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  2. Además de que sólo son 9 vagones (no 10), las restricciones de acceso son para los hombres, no para las mujeres. Las mujeres tienen la opción de subirse a los tres vagones exclusivos, o de "arriesgarse" a subir a los otros 6; eso no es recíproco para los hombres, que sólo podemos subirnos en los 6 no exclusivos. Es decir, las mujeres tienen la total libertad de tránsito en los transportes, y aunque es verdad que no representan el tercio de los usuarios, sino el estricto 51% por ciento como en los censos, nada les impide compartir el espacio con los hombres en los vagones que, ojo, NO SON EXCLUSIVOS NI PARA HOMBRES NI PARA MUJERES. Por otro lado, que haya hombres que se cuelan en los tres vagones exclusivos sí tiene su lado gandalla porque si sucede es únicamente por complicidad de los policías, porque sin eso es prácticamente imposible; pero considerarlo un abuso es exagerado y desproporcionado considerando que nosotros sólo tenemos derecho a usar 6 vagones contra los 9 que usan las mujeres. Además, el que lo hagan no asegura más allá de toda duda que sean acosadores sexuales: yo me subí toda la vida en el primer vagón del metro hasta que empezaron con estas restricciones, y no le hacía daño a nadie; sólo hasta después de estas medidas tan policíacas fue que, sólo por ser hombre, comencé a recibir de las mujeres improperios y ofensas por todo, hasta porque no les cedo el asiento cuando se les da la gana que sea yo quien lo haga teniendo otros más disponibles en otra parte de los vagones no exclusivos. Y ya que andamos instalados en la queja, a mí sí me ofende recibir el tratamiento de acosador sexual en potencia en el metro sólo porque soy hombre cuando a mí ni me van ni me vienen las mujeres; ahora que uso el último vagón, ellas son las más gandallas y pareciera que buscan colonizar especialmente ése por algún repentino ataque de moralina. Medidas policíacas y arbitarias como ésta no sólo resuelven el problema sino que fomentan otros; pero si de veras quieren que sea equitativo, lo correcto sería dividir el metro por la mitad y separar a los dos sexos, sin excepción alguna. En cuatro vagones y medio puras mujeres, y en los otros cuatro y medio puros hombres. Igual no acabarían los abusos ni la discriminación, pero no sería una medida tan porosa y mal aplicada

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