viernes, 26 de agosto de 2016

El problema de fondo es de ética

Alejandro Mario Fonseca
Ahora que estoy retirado de la vida profesional, del ejercicio de la docencia en la universidad, por razones de salud que ya he comentado en otros escritos, decidí dedicarme al Yoga. Y fue en los diplomados que estudié en la Gran Fraternidad Universal, donde redescubrí la importancia de la ética para el desarrollo humano.
Antes de graduarme como profesor de Yoga, como aficionado y practicante confundía la disciplina con las ásanas (posturas). Muy pronto descubrí que el Yoga es mucho más que eso. Incluye ocho disciplinas, de las cuales la tercera es ásana. La primera es yama, que significa restricción y la segunda niyama, que a su vez quiere decir práctica y observancia. Ambas son la base ética del Yoga.

Enrique Peña Nieto
La base ética del Yoga
Yama o los mandatos morales son: no violencia, veracidad, no robar, continencia y libertad frente a la avaricia. Mientras que la observancia de limpieza, contento, disciplina, estudio espiritual y devoción a Dios, constituyen niyama, son los principios contrarios a yama y deben ser contrarrestados  con conocimiento y percepción consciente.
Se trata de la raíz, de la base de las disciplinas yóguicas, son tradicionales en el yoga y las encontramos de una u otra manera en prácticamente todas las culturas humanas. Están en la sangre de las personas, “se maman”. No son otra cosa más que lo que les decimos a nuestros hijos: lo que no deben hacer (yama) y lo que sí deben hacer (niyama). Existen desde el momento en que nacemos.
Y como ya he comentado también en otras ocasiones, como la mayoría de los mexicanos fui educado en el seno de una familia católica. Así que no me costó mucho trabajo entender y asimilar yama y niyama. De hecho los Diez Mandamientos de la tabla de Moisés, mutatis mutandis, están incluidos en yama y niyama.
El problema no es sencillo
Yo siempre les digo a mis alumnos de Yoga que es muy fácil cumplir con los requerimientos éticos de la disciplina, basta con ser un buen católico, un buen cristiano. Sin embargo, algo está sucediendo en las instituciones educativas, de gobierno y de todo tipo, porque la cosa no es tan sencilla, ¿realmente los mexicanos somos buenos católicos, buenos cristianos?
Llegados a este punto, vale la pena hacer una breve reflexión sobre la religión cristiana y sus posibilidades de satisfacer los requerimientos éticos y morales del yoga. Muy probablemente sea más fácil para los seguidores de Calvino y Lutero, en sus múltiples expresiones de culto, adaptarse al rigor y disciplina requeridos; sobre todo para los presbiterianos cuyos principios éticos son muy estrictos: su creencia en la doble predestinación, su contacto directo con Dios, la ausencia del perdón de los pecados, su actitud ante la muerte, etcétera.
Sin embargo para los católicos me surgen serias dudas sobre su capacidad para adaptarse a un código de conducta estricto y severo como el que requiere nuestra disciplina. No sé, tal vez la orden mendicante de los franciscanos, que para mi gusto son los más fieles a las enseñanzas del Maestro Jesús, sea el grupo de católicos con mayor solvencia moral para adaptarse a los requerimientos éticos del yoga.
La ética es gradual
El mundo moderno es complejo y está lleno de tentaciones y resulta que no es nada sencillo cumplir a cabalidad, al cien por ciento con una base ética, cualquiera que esta sea. Para un monje tibetano o para un sacerdote católico la observancia de la ética debe ser estricta, no así para los practicantes de yoga, o para los humildes feligreses de una iglesia cristiana: la ética se va aprendiendo poco a poco, gradualmente, a lo largo de la niñez y de la primera juventud.
Así como tampoco es lo mismo ser un maestro que un estudiante ya que el maestro es el modelo y el joven está aprendiendo,  así en el caso de los servidores públicos, no es lo mismo ocupar un humilde puesto burocrático en cualquier oficina pública, que ser el presidente municipal, el gobernador o el presidente de la república. Mientras más alto sea el cargo, más estricto debería ser el escrutinio de la solvencia moral y ética del funcionario, que no deja de ser un servidor público: sus responsabilidades son muy grandes.
Posdata
Y aunque suene paradójico, no me gusta el linchamiento moral que se pretende hacer al presidente Peña Nieto por el supuesto plagio de su tesis de licenciatura, ya bastante tiene con todo lo demás. Plagiar es “copiar o apropiarse en lo sustancial de obras ajenas” (Diccionario del español moderno; Alonso Martín; Aguilar). Habría que revisar el escrito minuciosamente, pero en todo caso el responsable es el asesor de la tesis, quien debió haber corregido en su momento al estudiante.

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