lunes, 17 de abril de 2017

¿Por qué práctico #Yoga? (2ª parte)

Por Alejandro Mario Fonseca
El Yoga clásico es el de Patanjali, un sabio del calibre del maestro Siddhartha Gautama, el Buda, el iluminado. Alrededor del año 300 a. C. escribió sus Yoga Sutras. Una obra que hoy en día puede ser considerada como todo un paradigma del Yoga.

Antes de pasar a comentar los cuatro capítulos que constituyen los Yoga Sutras, tan sólo diré siguiendo los escritos  del maestro Iyengar, que esta obra describe los medios para superar las aflicciones del cuerpo y las fluctuaciones de la mente: los obstáculos para el desarrollo espiritual.

Los Sutras de Patanjali abarcan todos los aspectos de la vida, empezando con un código de conducta y finalizando con el ser humano que ve su propio y auténtico Sí-mismo. Comprender su mensaje y ponerlo en práctica es transformarse uno mismo en una persona culta y civilizada, en un ser humano excepcional y valioso.

La obra se divide en cuatro capítulos: Samadhi (sobre la contemplación), Sadhana (sobre la práctica), Vibhuti (sobre propiedades y poderes) y Kaivalya (sobre la emancipación y libertad).

La estructura de los Yoga Sutras, como todo paradigma filosófico, está perfectamente equilibrada. Consta de un primer capítulo introductorio en el que se nos ofrece lo esencial: una base conceptual sólida, los objetivos, los obstáculos y los medios para alcanzar los primeros y superar los segundos.
Samadhi es el objetivo del Yoga y significa juntar, meditación profunda, octavo y último aspecto del astanga yoga (al que me referiré en otro artículo). En este capítulo se desarrolla su significado y las técnicas para lograrlo.

Yoga

El Yoga es la restricción de  la conciencia
Confieso que  cuando leí por primera vez  los Yoga Sutras, me causó una gran confusión, incluso me sentí defraudado. Y es que tenía en mis manos una muy mala traducción, que estaba circulando por internet, de un autor cubano de cuyo nombre no me acuerdo.
Ya cuando conseguí el texto de Iyengar (Luz sobre los Yoga Sutras, Kairós. 2003) y ahora, tras la lectura de los primeros tomos de La esencia del Yoga, del mismo autor, todo se aclaró.
Veamos en detalle los primeros tres sutras, que son el resumen de toda la obra:

Atha yoganusasanam [Y S I.1]
Ahora comienza propiciamente, la disciplina
del yoga para la iluminación del sí-mismo.
En su interpretación correcta el primer Sutra nos llama la atención presente (¡ahora!) hacia una tradición pasada que se había descuidado: el libro es un código de ley  (sasana) para el desarrollo espiritual de la humanidad y contiene instrucciones directas acerca de las reglas de conducta adecuadas.

Yogah cittavrtti nirodhah [Y S I.2]
El yoga es el cese de movimientos en la consciencia.
Y mientras que el segundo Sutra es precisamente el concepto de Yoga expresado de manera concisa, inobjetable y contundente, como ya veremos; el tercero es la conclusión de este resumen y dice que tan pronto se restringe la consciencia se manifiesta el núcleo del ser y descansa en su morada: el Sí-mismo.

Tada drastuh svarupe avasthanem [Y S I.3]
Cuando la consciencia está silente, el que ve (atma)
brilla en su auténtico esplendor.

Así,  Patanjali define el yoga como la restricción de citta, que significa consciencia, y que incluye mente inteligencia y ego. Profundizando en este concepto, nuestro autor comienza explicando el funcionamiento de la mente, para que podamos aprender a disciplinarla, y que la inteligencia, el ego y la consciencia puedan ser restringidos, inhibidos, dominados y tamizados, para a continuación ser atraídos hacia el núcleo de nuestro ser, siendo absorbidos en el alma. [Y S I.5-11]. Eso es yoga.

Dios es el primero y más importante de todos los maestros
Hay que destacar el concepto de cultivo de la consciencia, en el que es esencial la renuncia, entendida como templanza, para utilizar como sinónimo una virtud occidental.
Es decir, la liberación de las pasiones mediante la abstención de deseos y apetitos mundanos, y la discriminación entre lo real y lo ficticio. Otro punto a subrayar son los conceptos de apego y desapego, importante este último, para superar vicios y pecados [y S I.12-20].
           
Un aspecto importante en esta primera parte, es el concepto de Dios. Hay muchas maneras de iniciar la práctica del yoga. Ante todo, Patanjali describe el método de entregarse uno mismo a Dios (Isvara) [Y S I.23 a I.29]. Implica el desapego del mundo y el apego a Dios, y sólo es posible para aquellos pocos que han “nacido adeptos.”

Hasta aquí, pareciera que tan solo se nos está ofreciendo una oferta muy parecida a la que, en nuestros días, nos hacen  las sectas cristianas protestantes (¡sólo los elegidos!).

Sin embargo, todo se vuelve a iluminar, ya que Patanjali define a Dios como el Ser Supremo, totalmente libre de toda aflicción y de los frutos de la acción. En Él mora la incomparable semilla de todo conocimiento. Es el primero y más importante de todos los maestros, [Y S I.26] incondicionado por el tiempo,  el lugar y las circunstancias. 

Y, ante este concepto, no nos queda más que hacer una reverencia al sabio Patanjali: Dios es Paramatman, Alma Suprema, el Sí-mismo Universal.
Yo añadiría, con toda humildad y tratando de conciliar este concepto con nuestro Dios cristiano, específicamente el de los católicos mexicanos, el maestro Jesús: Dios ya está en nosotros y el camino del yoga es descubrirlo.

Aquello de “los elegidos” o “nacidos adeptos” lo interpreto más, como una motivación o un reto, que como una discriminación o jactancia; hay que recordar que para las filosofías orientales en general, la virtud de la humildad ocupa un lugar esencial.
 (Continuará)

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