viernes, 5 de mayo de 2017

El que quiere nacer tiene que romper un mundo

Por Alejandro Mario Fonseca
          A mi amigo Octavio Rodríguez.

Por allá a fines de los años 60, en el ambiente estudiantil de la Escuela Nacional Preparatoria, se puso de moda leer a Herman Hesse. Uno de los escritores más representativos del romanticismo alemán de principios del siglo XX.

Me acuerdo que leí primero algunos cuentos cortos, como El pañuelo olvidado, Los dos hermanos y otros. Después leí sus novelas más famosas, Demian, Siddhartha  y El lobo estepario.
En realidad Hesse fue un romántico tardío. Hay que recordar que el romanticismo literario dominó la literatura en Europa desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. Se caracterizó por su entrega a la imaginación y la subjetividad, al corazón y su libertad de pensamiento: era la idealización de la naturaleza.

El romanticismo fue un estilo de vida cuyos rasgos más característicos son: la imaginación y la sensibilidad. Ambos serian una bandera frente a la razón y la intelectualidad.

Para mí, al igual que para muchos de mis compañeros de prepa, que estábamos entusiasmados con Kant y su racionalismo en ciernes, el ansia de libertad se manifestaba en contra de todas las formas impuestas que coartan en el individuo la propia esencia del Sí mismo.

Y es que el instinto y la pasión conducen al ser humano a un entusiasmo exagerado, a un profundo optimismo, pero también al pesimismo.

En el caso de la conducción del hombre al sentimiento pesimista, nos lleva a la huida que se plasma en la perdición, las drogas, el desenfreno y hasta al suicidio.

 Pero en el caso del optimismo, el desenlace puede ser maravilloso: nos puede llevar a la felicidad, a la paz, a la armonía con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea, en suma, al encuentro con el Sí mismo.

Hermann Hesse: Demian

15 perlas de sabiduría
Hace no mucho, Sarah Romero publicó en Muy interesante, Quince frases célebres de Herman Hesse, todas me encantan:
“Hay millones de facetas de la verdad, pero una sola verdad”.
“Cuando alguien que de verdad necesita algo, lo encuentra, no es la casualidad quien lo procura, sino él mismo. Su propio deseo y su propia necesidad le conducen a ello”.
“La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero”.
“Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros”.
“Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros”.
“Hago mi camino cansado y polvoriento, y detenida y dudosa queda tras de mí la juventud, que baja su hermosa cabeza y se niega a acompañarme”.
“Hay quienes se consideran perfectos, pero es sólo porque exigen menos de sí mismos”.
“La divinidad está en ti, no en conceptos o en libros”.
“La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla”.
“Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos”.
“Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia”.
“Alguno no llega jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga”.
“La felicidad es amor, no otra cosa. El que sabe amar es feliz”.
“Las palabras no sirven para explicar un sentido secreto”.
“Si para divertirte necesitas el permiso de los demás, entonces eres verdaderamente un pobre diablo”.

El pájaro rompe el cascarón
De todos estos hermosos aforismos (sentencias breves y doctrinales) sólo falta el que a mí me gusta más, y que además es la esencia de la novela Demian: "El pájaro rompe el cascarón. El huevo es el mundo. El que quiere nacer tiene que romper un mundo. El pájaro vuela hacia Dios”.
Demian: Die Geschichte von Emil Sinclairs Jugend (en español, Demian: Historia de la juventud de Emil Sinclair) es una novela que relata en primera persona el paso de la niñez a la madurez de este personaje, del escritor alemán Herman Hesse. La obra fue publicada por vez primera en 1919, en los tiempos que siguieron a la Primera Guerra Mundial.
Emil Sinclair es un niño que ha pasado toda su vida en lo que él llama el Scheinwelt (mundo de ensueño o mundo de la luz), pero una mentira lo lleva a ampliar sus visiones del mundo y a conocer un personaje enigmático de nombre Max Demian que lo llevará por los senderos del auto razonamiento destruyendo paradigmas materialistas que antes lo rodeaban.

México en plena adolescencia democrática
“En Demian resuenan, aunque quizás para muchos lectores no sean perceptibles, ecos vibrantes de las reflexiones del autor sobre la propia adolescencia atormentada; de ese tiempo de búsquedas, dolores y sufrimientos”, esto fue lo que declaró Hesse unos veinte años después de haber publicado su novela.
A los mexicanos nos urge un Demian que nos abra los ojos y que nos haga darnos cuenta de la enorme capacidad política, económica y social, con la que contamos para liberarnos del yugo heredado de corrupción e impunidad.
La metáfora resulta esclarecedora: la adolescencia es una etapa eminentemente de elección. El tiempo se nos acaba, lo que nos urge es decidir si rompemos con el mundo de violencia, abusos, despilfarro, corrupción e impunidad que nos tocó; y así renacer para vivir en un mundo nuevo, de libertades y de plena humanidad.

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