martes, 19 de septiembre de 2017

¿El PAN dilapidó su autoridad moral?

Alejandro Mario Fonseca

Una de las grandes aportaciones de Max Weber a la ciencia política y a la  sociología es su tipología ideal de dominación, ligada a su concepto de legitimidad. En su famosa conferencia La política como vocación, no sólo nos ofrece un sucinto y brillante concepto de Estado: aquella comunidad humana que, dentro de determinado territorio, reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima.
Sino que también clasifica los tipos de justificaciones internas o fundamentos de legitimidad de una dominación: la tradicional, la carismática y la legal.

En primer lugar la legitimidad heredada, la del eterno ayer, de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria tendencia de los hombres hacia su respeto. Se trata de la legitimidad tradicional como la que ejercían los patriarcas y los príncipes patrimoniales de antaño.
En segundo término existe la autoridad de la gracia (carisma) personal y extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza, igualmente personal, en la capacidad para las revelaciones, el heroísmo u otras cualidades de caudillo que un individuo posee. Se trata de la autoridad carismática que detentaron los profetas, o en el terreno político, los jefes guerreros elegidos, los gobernadores plebiscitarios, los grandes demagogos o los jefes de los partidos políticos.
Por último tenemos la legitimidad basada en la legalidad, en la creencia en la validez de preceptos legales y en la competencia objetiva fundada sobre normas racionalmente creadas, es decir, en la orientación hacia la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas.

¿El PAN dilapidó su autoridad moral?

La legitimidad de la partidocracia mexicana
En conclusión, el ejercicio del poder, la autoridad, no descansa solamente en la fuerza, es decir, toda autoridad necesita legitimarse, en el sentido de ser reconocida y aceptada.
Hay que recordar que se trata de una tipología ideal. En términos sencillos un tipo ideal es una cosa simple de lo que creemos que debería ser algo y que existe sólo en nuestra mente, con el propósito de compararlo con un modelo que si existe y es real.
Entonces, a pesar de que los tres tipos de autoridad expuestos por Max Weber, están perfectamente bien definidos y justificados,  la realidad es que no existen estados puros de éstos, sino mezclas.
En nuestros tiempos y en nuestro país, la autoridad legal-racional es la más cacareada, y a la vez la más sospechosa; es por ello que la autoridad carismática está amenazando con convertirse en la más  influyente en la transición política hacia el 2018 que estamos viviendo.
 Y es que en tiempos de crisis los seres humanos, y los mexicanos no somos la excepción, recurrimos a líderes carismáticos que nos restituyan la confianza y la fe: también recurrimos a la religión y a las tradiciones.
Dicho esto, paso a retomar la crítica que inicié en mi columna anterior. Decía que el PRI desde sus orígenes fue y sigue siendo una burocracia electoral especializada en darle funcionalidad a las farsas electorales. Desde luego que esto no es totalmente cierto, ya que ahora también está el Instituto Nacional Electoral que, aunque marcadas, también juega sus cartas.
Y también están los otros partidos, el PAN, el PRD y Morena, que también están en el juego. Sin embargo, los dos primeros como les decía, están ya muy desgastados.

El PAN: una autoridad moral desgastada
 Hace 20 años el Partido Acción Nacional irrumpió en la escena política mexicana como la alternativa “moral” a un sistema político que le urgía modernizarse en serio. Dese los años 80 los mexicanos fuimos víctimas del engaño neoliberal de Carlos Salinas de Gortari.
Se inició la venta de las empresas paraestatales, la banca se vendió al capital extranjero, algunos sectores como el automotriz se vieron favorecidos y muchos otros fueron desmantelados. Bajó la calidad de la educación y de la salud públicas, surgieron nuevos multimillonarios y la pobreza se extendió por todo México; en fin, el capitalismo salvaje sentó sus reales.
También llegaron los ladrones de cuello blanco que se sirvieron con la cuchara  grande. El PAN llegó a la presidencia con Vicente Fox, un ranchero carismático que prometió corregir el modelo neoliberal haciendo frente a la corrupción desenfrenada y a la impunidad.
Muchos mexicanos le creímos, sin embargo muy pronto su carisma de ranchero bonachón, enérgico y justiciero se vio opacado por su falta de oficio político. Había prometido desmantelar las redes de corrupción y meter a la cárcel a los peces gordos; nunca lo hizo, al contrario, pacto con ellos.
Así que el capital heredado de las viejas tradiciones panistas, basado en la doctrina social cristiana, que le daba una solides carismática, fue dilapidado rápidamente y Fox se convirtió en una especie de payaso que nos hacía reír con sus tonterías.
Felipe Calderón siguió por el mismo camino de tal manera que la corrupción y la impunidad se acentuaron, pero con un agravante más: la inseguridad y la violencia generalizadas. Esto se debió a que llegó a la presidencia con un margen de legitimidad en las urnas muy discutible. Para muchos mexicanos prácticamente se había (“haiga sido como haiga sido”) robado la elección. Así que para recuperar legitimidad inició una estúpida guerra contra los carteles del narcotráfico. Hoy la autoridad moral del PAN está por los suelos.

Moreno Valle hacia la presidencia del 2018
Ahora el PAN  se parece tanto al PRI, que surgieron nuevos dirigentes y líderes panistas emanados de las filas del PRI, como el caso del exgobernador  Rafael Moreno Valle, que llegó al gubernatura de Puebla con una amplia alianza en la que participaron casi todos los partidos, incluso gran parte del PRI.
Moreno Valle centralizó el poder a la vieja usanza priista y como en su proyecto político estaba el objetivo de llegar a la presidencia de la república, se dedicó a realizar obras de infraestructura de gran relumbrón. Y quién mejor que el alcalde de Cholula J.J. Espinosa, quién en una especie de contra informe,  público en el diario Reforma, criticándolo:
“… de represión (la “ley bala”), de endeudamiento oculto escandaloso (75 mil millones), de altos funcionarios involucrados en el robo de gasolina (hecho que si no mal me acuerdo, ya se castigó), de una donación desorbitada a la empresa Audi (17 mil millones), de la privatización del agua potable y del abuso en el cobro, de la imposición de su esposa en la secretaría general del PAN, de la manipulación y sometimiento de los poderes legislativo y judicial, de la inutilidad de muchas de sus obras realizadas sin licitación transparente”. (Este es un resumen del desplegado).
¿Qué le parece? Habría que ver si Espinosa sostiene lo dicho o se retracta, ahora que ya cayó de la gracia del Peje. Y por cierto, de la legitimidad carismática de este último ya hablaré en mi próxima entrega, tal como lo prometí.

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