domingo, 7 de enero de 2018

Rinrín renacuajo: para festejar el año nuevo

Alejandro Mario Fonseca
En estos tiempos de fiestas decembrinas, la nostalgia me invade. Cuando yo tenía 5 o seis años, mi mamá solía contarnos cuentos, fábulas o poemas que sabía de memoria, seguramente porque a ella se los contaba mi abuelo, que no conocí pero que aprendí a quererlo a través de los recuerdos de mi madre.

Uno de aquellos poemas-fábulas-cuentos que memoricé porque mi mamá me lo recitó varias veces, es Rinrín renacuajo. El poeta colombiano  Elkin Marín, recuerda que se aprendió este cuento de pequeño en la escuela. Es un cuento muy popular en Colombia del autor Rafael Pombo.
 Tomo de la red la versión que más se parece al que me enseñó mi madre, lo tomé del sitio Cuentos de importación de la red de Internet.


El hijo de rana, Rinrín renacuajo
salió esta mañana muy tieso, muy majo.
Con pantalón corto, corbata a la moda
sombrero encintado y chupa de boda.
-¡Muchacho, no salgas!- le grita mamá,
pero él hace un gesto y orondo se va.
Halló en el camino, a un ratón vecino
y le dijo: -¡Amigo!- venga usted conmigo,
Visitamos juntos a doña Ratona
y habrá francachela y habrá comilona.
A poco llegaron, avanza ratón,
estira el cuello y coge el eslabón,
Da dos, tres golpes. Preguntan: ¿Quién es?
–Soy yo, doña Ratona, beso a usted los pies
¿Está usted en casa?
-Sí señor, sí estoy,
y celebro mucho ver a usted hoy.
Estaba en mi oficio, hilando algodón,
pero eso no importa, bienvenidos son.
Se hicieron la venia, se dieron la mano,
y dice Ratico, es más veterano:
– Mi amigo el de verde rabia de calor,
démele cerveza, hágame el favor.
Y en tanto que el pillo consume la jarra
manda a la señora traer la guitarra.
Y el renacuajito le pide que cuente
versitos alegres, tonadas elegantes y…
-¡Ay! de mil amores le hiciera, la venia señora,
pero es imposible darle usted gusto ahora,
que tengo el gaznate más seco que estopa
y me aprieta mucho esta nueva ropa.
  -Lo siento infinito, -responde la tía Rata-,
aflójese un poco el chaleco y corbata,
y yo mientras tanto le voy a cantar
una canción muy particular.
Mas estando en esta brillante función
de baile y cerveza, guitarra, canción,
la gata y sus gatos saltan el umbral,
y vuelve aquello, el juicio final.
Doña gata vieja trincha por la oreja
al niño Ratico, maullándole: ¡Hola!
Y los niños gatos a la vieja rata
uno por la pata y otra por la cola.
Renacuajito miró este asalto
tomó su sombrero, dio un tremendo salto
abrió la puerta y con mano y narices,
fue dando a todos, noches muy buenas y felices

¿Qué le parece estimado lector este cuentito que nos recitaba a mis hermanos y a mí nuestra madre? Para mi fue una verdadera delicia reencontrarme con él y leérselo (porque aun cuando de niño me lo sabía, en gran parte ya se me olvidó) a mí pequeña hija Isabel.
Pero resulta que a Isabel no le gustó mucho. Bueno, hizo como que sí para darme por mi lado y pronto cambió a otra cosa. Y es que el cuento aun cuando es hermoso y responde a una tradición oral, es colombiano.

Reflexión política
Y allí le paro, si a usted le gustó, puede leérselo a sus hijos pequeños, o a sus hermanitos o vecinos. ¿A ver cómo le va? Sin embargo, tomando como pretexto el tema de Rinrín renacuajo, quisiera hacer una reflexión política a manera de moraleja.
Dice mi amigo Alejandro Oaxaca que tengo la manía, la obsesión, de ver política en todo. Y tiene razón es un vicio de formación. Pero también depende mucho de qué entendamos por política. Y de este quehacer, a veces tan desagradable, pero también a veces tan reconfortante, tengo un concepto muy amplio.
Entiendo la política como toma de decisiones. Prácticamente en todo lo que hacemos la política se manifiesta en la forma en que decidimos qué, porqué, cuándo, cómo y con qué vamos a hacer aquello que nos propusimos.
Puede tratarse de una fiesta, de un juego, de un viaje,un negocio, una alcaldía, diputación… unas elecciones; el que tiene la iniciativa, tiene que convencer a los demás. Y eso es hacer política. El buen líder no obliga, no impone a sus amigos lo que se va hacer: los convence. Y eso es hacer política, de la buena, claro.
Por otra parte, una moraleja (del latín moralis) es una lección o enseñanza que se deduce de un cuento, fábula, ejemplo, anécdota, etcétera.​
Se trata de una enseñanza que sirve de lección para la convivencia humana y que aporta al conocimiento de lo que se considera moral. Generalmente se transmite mediante un relato histórico o una narración ficticia, y evita los prejuicios y estereotipos que impiden su comprensión, implicando que el mismo oyente, lector o espectador determine por sí mismo cuál es la enseñanza (o lección).
Se me ocurren dos moralejas, una para nuestros hijos ya mayorcitos, los que quieren a ir a fiestas espontáneas en las que no conocen bien a los que irán. Como aquellas que se ofrecen en tugurios y bares. ¡Cuidado! Donde hay ratoncitos, aun cuando sean buenos, la fiesta corre el peligro de que llegue un gato maloso. Y la fiesta puede acabar en el infierno de la adicción a las drogas.
Y la otra moraleja, para los mayores, los que vamos a ejercer nuestro voto en la próxima fiesta electoral. También ¡cuidado! No nos dejemos engañar por los demagogos de siempre, investiguemos primero quiénes son, qué han hecho: votemos con plena consciencia.  
Pero también y eso no es menos importante, no aceptemos regalos de ningún tipo a cambio de nuestro voto. Y aquí al revés, para no continuar en el infierno de inseguridad, violencia y corrupción en el que ya vivimos.
Y ya para terminar, a pesar de todo o por ello mismo,, mis mejores deseos para el año nuevo.

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