jueves, 15 de febrero de 2018

México: país de padrinos políticos y sus clientelas

Alejandro Mario Fonseca
Un padrino es el hombre que presenta o acompaña a una persona en una ceremonia religiosa en la que se recibe un sacramento, como el bautismo o el matrimonio, y que se compromete a cumplir con una serie de funciones religiosas o morales.
Eventualmente también es aquel  que presenta o acompaña a una persona cuando esta va a participar en una competición o cuando va a recibir un honor. Por ejemplo, en la fiesta taurina, los jóvenes toreros debutan teniendo por padrinos a dos grandes figuras.
Originalmente el padrino es una figura religiosa del catolicismo. Hacia el siglo II d. C., el bautismo se consideraba principalmente como una ceremonia para la purificación e iniciación social de los niños.
​ El requisito para la confesión de fe requería la presencia de adultos que actuaban como garantes del niño. Pronunciaban la confesión de fe de su representado y garantizaban su educación espiritual.
Normalmente estos garantes eran los padres naturales del niño, como hacia el año 408 enfatizaba San Agustín que sugería que, excepcionalmente, podían ser otros individuos. El Corpus Iuris Civilis indica que en un siglo este papel de los padres había sido sustituido por completo. El papel de los padrinos fue clarificado en el año 813 en el Concilio de Múnich, que prohibía a los padres naturales actuar como padrinos de sus propios hijos. (Cfr. Wikipedia)

Bautizo

El padrinazgo en México
Todos los mexicanos (o casi todos) tenemos un padrino, aquél amigo de nuestro padre o madre, que los acompañó a bautizarnos. Normalmente es alguien con suficiente capacidad económica y solvencia moral como para hacerse cargo del ahijado en la eventualidad de que los padres llegaran a faltar.
Estoy hablando de la figura original del padrino, restringida a la protección de los menores mediante la función de asistir en su iniciación cristiana y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida congruente con las obligaciones inherentes a la fe religiosa.
Así que ser padrino de bautismo es una responsabilidad muy grande. Y lo sigue siendo, sin embargo el rito se ha diversificado mucho, sobre todo en los pueblos del valle de México. Hoy tenemos padrinos de todo, hasta de la “graduación” de un niño que sale del preescolar.
Últimamente a mí me ha tocado aquí en Cholula ser padrino en diferentes eventos, bautizos, comuniones, bodas, graduaciones y demás. Lo que me ha permitido un reencuentro con la fe cristiana que me inculcaron mis padres desde la infancia.
Pero ese es otro tema, lo que quiero comentar hoy es la relación del padrinazgo con el poder, con la política. Y es que el padrino es el hombre fuerte, poderoso, que va a ayudar y a proteger a su ahijado, un joven político en ciernes. En México el mundo de la política sin padrinos sería inconcebible.

La clientela
Por otra parte, cliente (del latín cliens -plural clientes-, y este de cluere, "acatar", "obedecer"), en la sociedad de la antigua Roma era el individuo de rango socioeconómico inferior que se ponía bajo el patrocinio (patrocinium) de un patrón (patronus) de rango socioeconómico superior.
Ambos eran hombres libres, y no necesariamente se correspondía su rango desigual con las distinciones socio-familiares entre plebeyos y patricios.
 Aunque, legendariamente, esta relación de patronazgo se inició por Rómulo con el objetivo de fomentar los vínculos entre ambas partes de la sociedad romana, de manera que unos (los clientes) pudieran vivir sin envidia y los otros (los patronos) sin faltas al respeto (obsequium) que se debe a un superior.
Cuantos más clientes tuviera, a más prestigio (dignitas) accedía un romano que pretendiera ser importante: la clientela votaba en las asambleas. ​En La Historia de Tito Livio [59 a.C.-17 d.C.] aparece el concepto de clientela: “al admitirle en su clientela, el patrono estaba obligado a proteger a su cliente y a velar por su bienestar. Se trataba de una institución basada en el deseo de mutua protección”.
A todas luces la clientela hoy en día resulta una institución antidemocrática. ¿Por qué? Pues porque no vota libremente: el cliente le debe favores a su patrón y los paga con el voto.

El PRI mexicano: una plutocracia y sus clientelas
Y el patrón puede ser desde un político empresario poderoso, hasta un líder sindical, pasando por los jefes de la burocracia, los jefes de los partidos políticos y todo tipo de padrinos. Los trabajadores, los empleados, los militantes del partido; le deben favores  al jefe, y por lo tanto son sus incondicionales.
El PRI, la institución política con  la que el general Calles pacificó nuestro país después de la Revolución, es clientelar. Desde un principio las élites militares aliadas con caciques, líderes sindicales, empresarios y demás, agruparon a la población mexicana en torno a un partido político que les permitía conservar el poder simulado una democracia inexistente.
Ya con el general Cárdenas se agruparon las diversas clientelas en torno a sectores: el campesino, el obrero y el popular. Las decisiones políticas siempre las tomó un pequeño grupo de políticos en el que la voz del presidente en turno era inapelable.
Los líderes de las clientelas casi siempre se disciplinaron esperando el favor de los verdaderos jefes políticos agrupados como ya dije en torno al presidente de la República. Este último se convirtió en una especie de monarca sexenal que sigue dominando la escena política mexicana. Aunque ahora su poder está ya muy acotado.

¿Morena una alternativa democrática?
Después de casi un siglo y de una transición democrática que empezó hace ya dos décadas, la tradición de los  padrinos políticos y sus clientelas sigue operando. Y no sólo en el PRI, sino también en los demás partidos. Les pongo tan sólo un ejemplo reciente.
El pasado jueves (8/2/18) en San Pedro Cholula se llevó a cabo una asamblea delegacional del partido MORENA, para decidir por insaculación (tómbola) a los candidatos de ese partido a las listas plurinominales.
Todos vimos los videos que algunos de las asistentes subieron a la red de Internet. El flamante militante de MORENA y alcalde de Cholula J. J. Espinoza protagonizó un enfrentamiento con la directiva y parte de la militancia de ese partido.
La asamblea se tuvo que suspender. Gritos, insultos, empujones, golpes y vidrios rotos. Ya veremos si se aclara el asunto, pero por lo pronto la actitud del Alcalde de presentarse con un grupo de empleados del Ayuntamiento (su clientela), en una actividad política partidaria, en un día y en horario laborables, es francamente abusiva, ilegal y a todas luces reprobable.
¡Qué calamidad! Y lo peor de todo es que esto sucede en MORENA, el “partido de la esperanza”. Cuyo jefe máximo, Andrés Manuel López Obrador muy probablemente se convierta en el próximo presidente de la República.

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