jueves, 26 de abril de 2018

La filosofía de Andrés Manuel López Obrador

Alejandro Mario Fonseca
Siento una enorme alegría por el hecho de coincidir con el “Peje” (el apodo es cariñoso, de ninguna manera despectivo, si quisiera serlo diría “peje lagarto”) el politólogo Andrés Manuel López Obrador.
¿En qué coincido con él? Bueno pues en lo más importante, al menos para mí, en su filosofía, en sus conceptos. Acabo de terminar de leer su libro 2018: la salida, y en sus últimas páginas se abre completamente y nos muestra sus concepciones más profundas: su pensamiento filosófico.
Pero antes de entrar en materia, quisiera compartirle amable lector, que se trata de un tema que me ha inquietado a lo largo de toda mi vida.  Y es que la filosofía no es un simple amor a la sabiduría, es algo mucho más complicado, es la coordinación general de los valores humanos.
La filosofía es ante todo ética, moral, valores, y sus preguntas básicas son qué hacemos, cómo lo hacemos y para qué lo hacemos. Y el “Peje” nos da respuestas muy claras; y lo más importante, nos comparte con puntualidad sus ideas.
Y es por ello que quisiera recordar una pequeña gran polémica que tuve con un buen amigo sobre el tema. Cuando uno se va haciendo viejo la nostalgia nos lleva a la reflexión filosófica más profunda, más valiosa e interesante
Libro màs reciente de AMLO

Un diálogo amistoso por escrito
Hace ya casi un año mi estimado amigo Don Octavio Rodríguez Figueroa se puso nostálgico y sentimental. En su colaboración para El Quetzal del 7 de mayo del 2017 introdujo una disertación sobre los conceptos del tiempo, la satisfacción, el destino, en suma sobre la felicidad humana.
Me gustó, sobre todo porque yo he participado de esa polémica sobre el tema, un tema que sobra decirlo, me encanta. Pero me gustó todavía más porque se atrevió a compartirla por escrito.
Lo que sucede es que cuando uno se sienta a escribir, lo primero que se tiene que hacer es tener cuidado con lo que se dice, ya que lo que se diga  va a quedar allí en el papel (o en el archivo virtual, o en la “nube”).
Entonces no son lo mismo la palabra hablada, que se la lleva el viento, y la palabra escrita que es mucho más valiosa: ahí queda como prueba incontrovertible y por lo tanto como responsabilidad de quien la expreso.
Bueno, pero lo que quiero es compartir la polémica introducida por mi amigo Octavio. Él aborda el tema de la felicidad, hablando del tiempo, que se va muy rápido cuando uno entra en la vejez; y del balance al que uno se ve obligado sobre su aprovechamiento o desperdicio, con la respectiva satisfacción o arrepentimiento.

La felicidad y nuestros momentos buenos
Dicho esto pasa al concepto de felicidad, que le parece muy difícil de precisar. Y se pregunta, ¿tendrá que ver con el dinero, la salud, el amor, la diversión, etcétera? Desde luego que tiene que ver, yo creo que nadie puede ser feliz, si antes no tiene satisfechas sus necesidades básicas: alimentación, salud y educación, por lo menos. ¿Cómo daríamos o recibiríamos amor, cómo nos divertiríamos si estuviésemos desnutridos o enfermos, o mal educados?
Pero aun cuando nos estamos acercando, la pregunta sigue sin contestarse categóricamente ¿qué diablos es la felicidad?
La disertación iba muy bien, pero en lugar de profundizar en los conceptos de amor y diversión, que me parecen los centrales, Octavio opta por una salida inteligente, simpática pero fácil: como a lo largo de nuestras vidas todos vivimos momentos buenos y malos, imaginemos que tenemos dos baúles, en uno de ellos pondremos los ratos buenos y en el otro los malos, llevémoslos a una balanza y ella nos dirá si nos ha ido bien o mal, en suma si somos felices o no.
Estoy perfectamente de acuerdo, el ejercicio me gusta, pero en lugar de quedarnos sin definir la felicidad, aun cuando la entendamos mejor, no sería más provechoso profundizar en qué es aquello que hace que algunos de nuestros momentos sean “buenos” o que algunos otros sean “malos”.

La felicidad y la armonía
A ver, reflexionemos con cuidado, ¿por qué a veces pasamos malos momentos?   En el trabajo, en nuestros hogares, con  los amigos en el café,… siempre hay momentos malos, ¿cuáles? pues aquellos en los que entramos en conflicto, cuando nuestros interlocutores mienten o engañan, o son pesados y gritan, no nos dejan hablar; en suma cuando violentan la relación.
Pero también hay momentos buenos, aquellos en los que nos sentimos bien, porque se nos toma en cuenta, se nos escucha y nos sentimos en plena armonía con los que nos rodean, ya sean jefes, subalternos, amigos o familiares; incluso cuando nos sentimos en armonía con nosotros mismos. Es decir, cuando sabemos vivir.
Y sin darnos cuenta ya estamos entrando al núcleo duro del concepto de felicidad. Decía Montaigne ¿Qué nos falta para ser felices cuando lo tenemos todo para serlo y no lo somos? Lo que nos falta es la sabiduría o, en otras palabras, el saber vivir. 
No hay ciencia tan ardua como saber vivir esta vida bien y naturalmente. Esta ciencia no es una ciencia en el sentido moderno del término. Es más bien un arte o un aprendizaje; se trata de aprender a vivir; solamente esto es filosofar de verdad.

Vivir en la verdad
Y ya para rematar, yo diría que la felicidad es vivir en la verdad, en la verdad de la vida cotidiana, en plena armonía con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea.
¿Y cómo hacerle para conseguir esta armonía que a primera vista tan sencilla tan fácil, ya en la realidad aparece tan confusa, tan difícil? Hay por lo menos dos caminos el de la religión y el de la buena educación.
Son complementarios pero mal entendidos pueden entrar en conflicto. Ambos caminos los ofrece el seno familiar, ya que nuestros padres se encargan de que los sigamos más o menos con cierta disciplina.
Pero deben tener continuidad en la escuela, en la universidad, en la empresa,  en el barrio, en la ciudad, en el país y en nuestros tiempos en el mundo globalizado.
En el México violento, corrupto e impune de nuestros días la felicidad aparece como algo más que confuso, inalcanzable. Así que estimado lector, la cosa no es tan sencilla, esto de la felicidad es algo que tenemos que estar trabajando día con día, no debemos bajar la guardia.
Y sorpréndase amable lector, todas estas ideas, reflexiones y propuestas las puede encontrar en el último libro del “Peje” 2018: la salida. Y como ya no tengo espacio aquí, se lo voy a demostrar en mi próximo artículo.

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