viernes, 13 de abril de 2018

Tristes noticias para el partido de López Obrador en Puebla

Alejandro Mario Fonseca
En México recientemente vivimos  un ensayo “democrático” inédito. Las precampañas, en las que los partidos políticos “designaron” a sus candidatos a casi todos los puestos de elección popular: presidente, senadores, diputados, gobernadores, alcaldes, regidores,…
Y resulta que las precampañas fueron  toda una farsa. Bueno, casi toda una farsa. Puede haber honrosas excepciones en las que la selección de candidatos fue realmente democrática, pero hasta el momento no veo cuál.
Por ejemplo, aquí en el estado de Puebla desde donde escribo, sigue dominando el morenovallismo. Todo indica que el PRI y el PAN se pusieron de acuerdo y se repartieron casi todas las candidaturas importantes.
El gran oligarca poblano, que ostenta en los hechos una representación política de “unidad PRI-PAN”, declinó ante el oligarca mayor del PAN Ricardo Anaya, y le dejó el camino libre a la presidencia, a cambio de que su esposa fuera la candidata a gobernadora.
Y si eso no se llama oligarquía, entonces dígame usted amable lector ¿cómo le llamamos? Lo curioso es que nadie parece sorprenderse por el hecho, vaya mucho menos alarmarse. Es más muchos hasta se sienten orgullosos de la imposición morenovallista.

Rafael Moreno Valle y su esposa Martha Erika Alonso Hidalgo

¿Qué es un partido político?
Los partidos políticos son grupos de interesados. La noción de partido, por su parte, tiene múltiples significados. Uno de ellos es aquel que refiere al grupo de personas que defienden una misma causa u opinión.
Estas dos definiciones nos permiten acercarnos a la idea de partido político, que es el conjunto de individuos que se reúnen y trabajan en con el objetivo de acceder al poder y concretar sus propuestas para la organización social.
Los partidos políticos se rigen por doctrinas y teorías que explican su modo de interpretar la realidad. Un partido político de tendencia liberal, por ejemplo, nunca propondrá la abolición de la propiedad privada, ya que eso iría en contra de sus creencias.
Más allá de lo ideológico, los partidos políticos tienen estatutos o reglamentos que sus afiliados deben respetar. Solo de ese modo podrán proponerse como candidatos del partido en un proceso de elecciones o participar de la toma de decisiones del partido.
   Y sí amable lector, eso es lo que dice la teoría (Cfr. Definición.de) pero en la realidad, como dije no son otra cosa más que grupos de interesados en los que los más astutos se convierten en mandamases, en caciques, en oligarcas.

La ley de hierro de la oligarquía partidaria
Robert Michels el sociólogo amigo de Max Weber estudió el comportamiento de los partidos políticos y de los sindicatos,  en los años treinta del siglo pasado.
En su obra Los partidos políticos, formula la "ley de hierro de la oligarquía", con la que afirmaba que "tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría"; la idea básica es que toda organización se vuelve oligárquica.
Los líderes, aunque en principio se guíen por la voluntad del pueblo y se digan revolucionarios, pronto se emancipan de este y se vuelven conservadores. Siempre el líder buscará incrementar o mantener su poder a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales.
Por eso, las organizaciones políticas dejan de ser un medio para alcanzar determinados objetivos socioeconómicos y se transforman en un fin en sí mismas. Pero si además, como en el caso mexicano, los partidos son financiados por el Estado, se convierten en verdaderas minas de oro, muy codiciadas por todo tipo de oportunistas.
Mientras más grandes se hacen los partidos, más se burocratizan. Muy pronto requieren de “especialistas” que sepan tomar decisiones complejas rápidamente: se vuelven imprescindibles y se forman élites. Dicho de otra manera, para que un partido sea eficiente va requiriendo de liderazgos fuertes, lo que demerita la democracia interna.

Los partidos políticos en México
El caso mexicano requiere un estudio aparte. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) es sui generis porque es único en su tipo ya que no fue creado para competir por el poder, sino para mantenerse en él.
Desde que el general Calles lo creó en 1929, el PRI  es una especie de secretaría política dependiente del presidente en turno. Además de fungir como una auténtica “máquina chupa votos”, su principal función ha sido la de darle legitimidad al candidato designado por el presidente saliente: si, legitimidad a una especie de “monarca sexenal”
Y así en cascada, con agencias políticas estatales y municipales, siempre el presidente en turno designando a los candidatos a gobernadores, a presidentes municipales y a senadores y diputados: se trata del famoso palomeo de listas. También y ahí ya cambió la cosa,  tenía control absoluto sobre los medios de comunicación.
De todo esto lo que surgió fue una burocracia electoral especializada en darle funcionalidad a las farsas electorales. Durante muchos años el PRI gobernó México, además de gobernar los 32 estados, siempre tuvo una mayoría absoluta en el senado y la cámara de diputados; nunca hubo alcaldes de oposición.
Algunos estudiosos han caracterizado el caso mexicano como una “monarquía sexenal”. Y sí, fue algo así, nada más que hay que matizar el término. En las monarquías clásicas el rey ya era dueño de todo incluso antes de nacer, se trataba del patrimonialismo puro.
En cambio en la “monarquía sexenal” mexicana el nuevo presidente, con algunas excepciones,  llegaba al poder para adueñarse de lo que más podía: su única limitación eran seis años. Pero qué acaso no ¿ya todo cambió?

La oligarquía política poblana
Por falta de espacio no voy a entrar aquí al tema de la “transición democrática”. El hecho es que por diversas razones la plutocracia del PRI gobierno se vio obligado a compartir el poder a finales del siglo XX. Y así fue cómo surgió una clase política ampliada.
Pero en Puebla eso no sucedió. Aquí la “transición” se dio hasta el año 2012. Y el poder no se compartió, se centralizó todavía más en la figura de Rafael Moreno Valle. Priista de origen se mimetizo en panista y desde allí maquinó una gran alianza de “todos contra el PRI”, que lo llevó al poder.
Y ahora su esposa será la heredera, pero además todo es legal, y si Martha Erika Alonso de Moreno Valle llega a ser gobernadora de Puebla, como todo lo indica, quedará asentado un hecho sin precedentes: una especié de “Maximato” gubernamental poblano.
Y mientras que el PRI está prácticamente borrado del mapa político poblano, los perredistas, naranjas, verdes y demás, “resignados”,  siguen esperanzados a ver si de chiripada les toca algo, aunque sea una regiduría en algún municipio.
Y los que podían haber dado la sorpresa, las huestes de López Obrador están profundamente divididos sin saber qué hacer.
 Y es que la designación de candidatos de Morena se hizo en lo oscurito favoreciendo a personajes muy controvertidos de otros partidos, principalmente del PRI menos de Morena; y la oportunidad de engranarse a la ola creciente del carisma de AMLO ya se perdió.

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