jueves, 17 de mayo de 2018

Mèxico: Una República Fraterna

Alejandro Mario Fonseca

Leo en la red de Internet, en la página Definición.de: del latín fraternitasfraternidad es el afecto y el vínculo entre hermanos o entre quienes se tratan como tales. El concepto es sinónimo de hermandadamistad y camaradería.
Ejemplos: “En un gesto de fraternidad, el canciller visitó el país vecino para expresar el apoyo y la solidaridad del gobierno”“Marcos y yo estamos unidos por una relación de fraternidad desde que teníamos tres años de edad”“La fraternidad se rompió cuando me traicionaste”.
Las organizaciones fraternales son aquellas cuyos miembros se comportan como una hermandad. Las fraternidades son habituales en las universidades norteamericanas y en algunas europeas y latinoamericanas, así como en muchas sociedades secretas (con organizaciones estrictas, acuerdos de confidencialidad, etc.).
Y aquí vienen expresiones que dan cuenta de lo más interesante de la definición: “Si un miembro de la fraternidad está en problemas, tenemos la obligación de ayudarlo”“La fraternidad siempre ha estado conmigo en los momentos más difíciles”“Quisiera ingresar a la fraternidad, pero aún no me han iniciado”.
Pero, amable lector, lo invito a profundizar un poquito en el concepto.

Repùblica amorosa Morena y PES

Fraternidad: un concepto filosófico
Pero el concepto de fraternidad también incluye un contexto histórico y filosófico: está bien, comúnmente se entiende por fraternidad a la unión y buena correspondencia entre hermanos o entre los que se tratan como tales.
Pero también fue proclamada como virtud tanto  en el Antiguo y como en el Nuevo Testamento. Además la fraternidad ya había sido enseñada como principio filosófico por los estoicos de Grecia y Roma.
Y desde el siglo XVIII diversas escuelas filosóficas han apelado al sentimiento de fraternidad: los positivistas por el altruismo; Stuart Mills y Herbert Spencer, en nombre de la unión de los intereses; Schopenhauer, por el sentimiento de la piedad, limitativo del derecho natural del más fuerte.
Incluso en el socialismo de ayer y hoy (la social democracia e incluso la democracia cristiana) siempre la han tenido como una aspiración: la República Francesa la tiene como una de sus divisas: libertad, igualdad, fraternidad.
Y hoy en día no es difícil encontrar obras filosóficas y literarias de todo tipo que incluyan en el área conceptual de la fraternidad a otras virtudes humanas no menos valiosas: fidelidad, generosidad, compasión, misericordia, gratitud, humildad, amor y sencillez; y otras, que aunque más distantes, no por ello menos importantes: justicia, tolerancia, valentía, templanza, etcétera.

2018 La Salida
Todo esto viene a cuento, porque Andrés Manuel López Obrador en su último libro 2018 La Salida, nos ofrece de manera sencilla y clara su propuesta de una República Fraterna. Lo hace después de abordar con amplitud los conceptos de honestidad y justicia.
Para él, la decadencia que vive actualmente nuestro país, se debe tanto a la falta de empleo, estudio y otros satisfactores básicos, como a la pérdida de valores culturales, morales y espirituales.
Lo que propone es lograr el renacimiento de México para hacer realidad el progreso con justicia y, al mismo tiempo, auspiciar una manera de vivir sustentada en el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza, a la patria y a la humanidad.
Su análisis es a un tiempo simple y contundente: los seres humanos necesitan bienestar. Nadie puede ser feliz sin trabajo, alimentación, salud, vivienda o cualquier otro satisfactor básico.
Un hombre en la pobreza piensa en cómo sobrevivir antes de ocuparse de tareas políticas, científicas, artísticas o espirituales. Pero el sentido de la vida no debe reducirse únicamente a la obtención de lo material, a lo que poseemos o acumulamos.
Y aquí viene lo más interesante: Una persona sin apego a un código de principios no necesariamente logra la felicidad. En algunos casos triunfar a toda costa y en forma inescrupulosa conduce a una vida vacía y deshumanizada. De ahí que deberá buscarse siempre el equilibrio entre lo material y  lo espiritual: procurar que a nadie le falte lo indispensable para la sobrevivencia y cultivar los mejores sentimientos y actitudes hacia nuestros semejantes.

Honestidad, justicia y amor
Lo que en suma AMLO hace es proponernos una República Amorosa con dimensión social y grandeza espiritual. ¿Cómo? Regenerando la vida pública de México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en prudente armonía tres ideas rectoras: la honestidad, la justicia y el amor.
Honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la paz pública; y el amor para promover el bien y lograr la felicidad.
En el núcleo duro de la filosofía de AMLO están los valores humanos. Lo interesante de su propuesta es que sostiene que la crisis actual que vivimos no se debe solamente a la falta de bienes materiales, sino también a la pérdida de valores.
Entonces resulta clave e indispensable fomentar una nueva corriente de pensamiento para promover un paradigma (modelo)  moral de amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y al país.
Dicho esto, Andrés Manuel  hace un recuento textos sagrados, clásicos y de autores, filósofos, artistas y demás  en los que el tema de los valores humanos es central: Oscar Wilde, José Martí, la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, la Constitución de Apatzingán de 1814, El Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, Confucio, Aristóteles, Eduardo Galeano, Ricardo Flores Magón, etc.
Y de todos tan sólo quiero poner el ejemplo que AMLO cita para debatir contra los que sostienen que hablar de fortalecer los valores espirituales es inmiscuirse en el terreno de lo religioso; es decir en un terreno exclusivo de las iglesias y de los sacerdotes.

La Cartilla Moral de Alfonso Reyes
La respuesta magistral a tal cuestionamiento la aporta Alfonso Reyes en su Cartilla Moral: el bien no sólo es obligatorio para los creyentes, sino en general para todas las personas; el bien no solo se funda en una recompensa que el religioso espera recibir en el cielo, sino en razones que pertenecen a este mundo.
En una perspectiva laica y científica, una colectividad que no cuida y protege a sus integrantes más débiles se condena a sí misma al suicidio, porque debilita los lazos gregarios que la aglutinan y termina por establecer en su propio seno la ley de la sobrevivencia y del más fuerte; de esa manera se coloca en el camino de la dispersión de sus miembros individuales y en la disolución.

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