viernes, 1 de junio de 2018

AMLO de carne y hueso

Alejandro Mario Fonseca
Hace medio año escribí una paráfrasis que buscaba ser una metáfora jocosa del devenir político mexicano, ahora la reproduzco por su enorme actualidad:
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición, más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?
De este hecho resulta una doble enseñanza: Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.
Y que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio partido.
Con este fin, comunistas de las más diversas nacionalidades se han reunido en Londres y han redactado el siguiente "Manifiesto", que será publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés.

Tatiana Clouthier, AMLO y Alfonso Romo. Apoyo regiomontano. Foto Emilio Vázquez Moreno/Proceso foto

Una utopía seductora
Usted acaba de leer los primeros párrafos del Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Marx y Engels como programa de la Liga de los Comunistas. Se publicó por primera vez en Londres en febrero de 1848.
Yo lo leí por allá a fines de los años 60 cuando estudiaba la prepa. Fue una lectura maravillosa que, a mí corta edad me marcó para toda la vida. Lo que no quiere decir que hoy en día siga creyendo en las  profecías del Manifiesto.
¿Por qué me gustó tanto en aquella mi primera juventud? Porque desde el punto de vista moral y ético era revelador: existían alternativas al mundo de pobreza y desigualdad en el que nos había tocado vivir.
La propuesta era muy clara: el “socialismo científico”. Un mundo en el que ya no existiría la propiedad privada, en el que la sociedad organizada le daría a cada cual lo que le corresponde.
Un mundo feliz, sin hambre, sin enfermedades, sin corrupción. El camino era la “lucha de clases”: los campesinos y el proletariado organizados en partidos políticos derrocarían a los gobiernos burgueses. Pero ¿qué fue lo qué pasó?

El socialismo real fue un fracaso
Como todos sabemos el prototipo fue la Unión Soviética. Tras la Revolución de Octubre vinieron los conflictos entre los líderes y muy pronto la utopía devino en dictadura. Así el acontecimiento más grande del siglo XX sería un experimento social y político muy violento que fracasó.
La igualdad había dado al traste con la libertad, sin embargo, en Europa y en los Estados Unidos la semilla socialista daría frutos en los sindicatos. El sindicalismo aliado con los partidos políticos de izquierda poco a poco iría obteniendo conquistas.
La social democracia se impuso en los programas de los principales partidos políticos. Y hoy en día salvo raras excepciones ningún político en su sano juicio se atrevería a sostener la utopía original del socialismo científico.
Sin embargo, la falta de un contrapeso político a nivel mundial (la “amenaza comunista”), tras la caída del muro de Berlín, ha traído como grave consecuencia un regreso a una especie de capitalismo salvaje.
La globalización, el neoliberalismo y la búsqueda de la productividad y de la competitividad a toda costa han traído consigo un mundo cada vez más desigual. A pesar de los grandes avances tecnológicos la pobreza se sigue incrementando a lo largo y ancho del planeta.

AMLO de carne y hueso
En un contexto así, en el que la riqueza económica favorece a los menos y las mayorías se ven cada vez más marginadas, no es extraño que surjan líderes oportunistas que enarbolen banderas populistas. México no es la excepción.
A primera vista AMLO pudiera aparecer como populista, sin embargo hay que leer sus escritos, sus libros. No se vaya usted con la finta de lo que dice en los mítines, en las asambleas multitudinarias.
Leámoslo con cuidado y descubramos al hombre de carne y hueso, maduro, sensato, prudente y perseverante; lo que propone es el respeto a la democracia liberal, pero acotada en la esfera de la economía: hay que frenar los abusos y la corrupción.
Y si, en la esfera de lo social resulta conservador, pero no hay que espantarnos, los mexicanos así somos. Gracias a Dios compartimos una cultura que nos habla de amor, de fraternidad, de perdón (amnistía), que nos habla en suma, de reconciliación.
AMLO se perfila firmemente como el próximo presidente de México, lo que no significa que debamos bajar la guardia. ¿Por qué? Porque la clase política está dispuesta a todo con tal de no perder sus privilegios y sus canonjías. La corrupción y la impunidad campean en casi todos los ámbitos de nuestra vida económica, política y social.

Seis meses después
Estos últimos 6 meses son un parteaguas en la historia de México. La perseverancia de AMLO por fin dio frutos. Y es que no se trata de la última campaña, él hombre lleva toda su vida en campaña. Pero los últimos 6 meses resultan sorprendentes y definitivos.
Y es que hubo sorpresas. La primera, la demoledora es que AMLO se posicionó como puntero en todas las encuestas serias. Anaya ya está 20 puntos abajo, Meade 30 y “el Bronco” no cuenta. Ambos resultaron muy malos candidatos, así que AMLO Se perfila como absoluto ganador, incluso en el Congreso.
La otra gran sorpresa es que los populistas resultaron ser los frentistas y los priistas: ya no saben ni que ofrecer. Y en contrapartida AMLO  cuenta con un margen suficientemente amplio como para moderar su discurso y conciliar, para presentarse como lo que realmente es: un socialdemócrata.
La única incógnita que todavía queda por resolverse es si la clase política todavía estará dispuesta a jugarse el resto. Es decir ¿serán capaces de utilizar al INE y al Tribunal Electoral para frenar a AMLO con un mega fraude electoral?
Ya muy pocos mexicanos le tienen miedo al fantasma del comunismo. A lo que le tememos la mayoría es a la compra del voto, al relleno de urnas, a la falsificación de actas y boletas electorales, etcétera. Ya veremos.

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