miércoles, 25 de julio de 2018

Primero los pobres

Alejandro Mario Fonseca

Frente al zócalo de San Pedro Cholula se encuentran los tradicionales portales que fueron construidos en 1573. Son un total de 46 arcos, siendo los más largos de su tipo en el país con 170 metros de largo, bajo los cuales se puede pasear o tomar un descanso bajo su sombra.
Se trata de uno de los lugares más concurridos de nuestro Pueblo Mágico. Además de las oficinas centrales del Ayuntamiento, cuenta con todo tipo de comercios especialmente aquellos dedicados al turismo, como cafeterías, restaurantes, hoteles y artesanías.
Gran parte de la vida política de nuestro municipio sucede en los portales. Desde la “grilla” cotidiana en la que suelen escucharse las historias más inverosímiles, hasta entrevistas periodísticas, mesas de diálogo ciudadano, etcétera.
También en los portales se realizan todo tipo de negocios, en los que comerciantes, abogados, ingenieros y demás, citan a sus clientes. Además resulta muy agradable simplemente sentarse a saborear una exquisita taza de café, leer el periódico y disfrutar la magia de Cholula.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. Últimamente los portales de Cholula también se han convertido en el lugar preferido de todo tipo de vendedores ambulantes, cantantes callejeros,… y mendigos.

Portal de San Pedro Cholula

La mendicidad como profesión
Normalmente yo no tengo ningún empacho en regalarle unos cuantos pesos a quien los necesita. Pero cuándo los necesitados son muchos, ya me la pienso, es “injusto” darle sólo a los que llegan primero: mejor no le doy a ninguno.
El problema es que la mendicidad se ha incrementado mucho en los últimos años. A tal grado que le resta “majestuosidad” a una ciudad tan hermosa como Cholula. Eso por un lado, y por otro  se vuelve triste, por no decir molesto para los turistas y parroquianos que aprovechamos el espacio.
De ninguna manera estoy insinuando que las autoridades debieran implementar acciones represivas para impedir que los mendigos deambulen por la ciudad. Debe buscarse una solución más humana, volveré sobre el punto al final de la nota.
Los amigos que acudimos con regularidad a disfrutar del cafecito, de la lectura y de la “grilla” en los portales de Cholula, hemos decidido ya no regalarle dinero a ninguno; y como muchos de ellos son “mendigos profesionales” pues algunos nos insultan y otros ya no se nos acercan.
¿Y qué es eso de “mendigos profesionales”? Pues aquellos que han hecho de la mendicidad un modus vivendi, y que incluso les depara mayores ingresos que cualquier otra “profesión” o trabajo en el que pudieran involucrarse.

El hombre del labio retorcido
Todo esto me recuerda un cuentito corto de Sir Arthur Conan Doyle que se llama El hombre del labio retorcido (título original: The Man with the Twisted Lip). La edición que Porrúa publicó en español lo traduce como El mendigo de la cicatriz.
Se trata de uno de los 56 relatos cortos sobre Sherlock Holmes escrito por Conan Doyle, publicado originalmente en The Strand Magazine y posteriormente recogido en la colección Las aventuras de Sherlock Holmes.
Este relato de la prolífica serie comienza con la descripción que hace el doctor Watson de su amigo Isa Whitney, adicto al opio. Una noche de junio de 1889, Watson tiene que ir a buscar a Whitney a un sórdido fumadero de los barrios bajos londinenses, a instancias de su desgraciada esposa.
Para su sorpresa, allí se encuentra a Holmes, y lo que parecía que iba a ser una historia sobre el mundo del opio y sus lacras da un giro total. Watson se une de buen grado a la investigación que está realizando Holmes, limitándose a enviar una nota a su esposa.
Tras su encuentro, Holmes conduce a Watson a las cercanías de Lee, en el condado de Kent. En el trayecto le explica que el matrimonio Saint Clair vivía felizmente en The Cedars, una lujosa mansión.
La desaparición del marido, el Conde Neville Saint Clair, en misteriosas circunstancias, había conducido a Holmes al sórdido antro donde se encontró a Watson. Según parecía, Saint Clair había sido asesinado por Hugh Boone, un mendigo cuyo labio retorcido le daba un siniestro aspecto.

Un mendigo convertido en Conde
 Todas las pruebas acusaban al mendigo, que ya había sido encarcelado. Pero la llegada de un mensaje junto con el anillo de Saint Clair hizo cambiar totalmente las expectativas.
 Holmes, tras una de sus habituales noches en vela, logró resolver felizmente el caso de un hombre que descubrió que era más rentable fingirse como mendigo que trabajar en su profesión de periodista.
Para que usted lea el cuentito, tan sólo agrego que Neville Saint Clair era en realidad un humilde periodista que habiendo sido antes un actor fracasado, descubrió en una investigación sobre la mendicidad en Londres (en la que se tuvo que disfrazar como mendigo y actuar como si lo fuera), que pedir limosnas le permitía “ganar”  más dinero que muchas otras ocupaciones, tanto que hasta podía vivir como aristócrata.
Con un gran estilo, mordacidad e ironía, Conan Doyle nos regala en este hermoso cuentito una reflexión sobre las grandes paradojas del mundo moderno. El engaño y la simulación suelen ser el mejor camino para hacer dinero fácil y rápidamente. Además nos ofrece algunas lecciones.
La más importante es que el periodismo es una profesión seria y difícil, que requiere de compromiso con la verdad a pesar de los peligros que esto implica. Por eso es que muchos buenos y honrados periodistas tienen que conformarse con llevar una vida austera pero digna.

¿Qué hacemos con los pobres?
Otra lección es la de la ilusión que el cuento puede inducir a partir de una lectura ligera. No se trata de hacer una apología de la mendicidad. Y aunque todos hemos sabido de casos similares, el de Saint Claire aun cuando ficticio, es a todas luces excepcional, pero posible.
Y ya para terminar con la nota de hoy regreso al tema con que inicié. En efecto, la mendicidad parece desmerecer el atractivo básico de un Pueblo Mágico como Cholula. ¿Pero qué hacer?
Pues aprovechar el Nuevo Proyecto Alternativo de Nación de López Obrador. El nuevo gobierno municipal de Luis Alberto Arriaga debe darle prioridad al problema de la pobreza extrema, el de la miseria.
El problema es complejo, en la mendicidad también operan redes de corrupción, así que se requiere de investigaciones serias que ubiquen el problema en su justa realidad.
Y entonces sí, diseñar e implementar planes y programas de rescate y rehabilitación que vayan más allá de la demagógica solidaridad y que sean generosos con quienes realmente lo necesitan. No es lo mismo solidaridad que generosidad.

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