domingo, 29 de septiembre de 2019

La Tierra Baldía

Alejandro Mario Fonseca
La Primera Transformación, la de la Guerra de Independencia, fue un fracaso, la rebelión popular de Hidalgo y Morelos fue traicionada por los criollos. La Segunda, la de la Guerra de Reforma, aunque triunfó, en poco tiempo fracasó, desembocó en una dictadura.

 Y la Tercera, la de la Revolución también se convirtió muy pronto en una dictadura, la del PRI gobierno, la “dictadura perfecta”. Hoy quiero reflexionar sobre un concepto que atraviesa trasversalmente nuestra historia, que nos ayuda a comprenderla y que muy bien pudiera ser el talón de Aquiles de la Cuarta Transformación que se propone el Presidente AMLO: el de Tierra Baldía.

En México un terreno baldío es un pedazo de tierra que no se emplea con un fin productivo. Este adjetivo también se utiliza para calificar al terreno que no está edificado o que no se usa con un objetivo definido.
Para que otra refinería en México, si Estados Unidos tiene 135.
Por ejemplo: “¡Último momento! Encontraron a una mujer degollada en un baldío”“No puede ser que el terreno que heredamos del abuelo sea un baldío: tendríamos que darle algún uso”“Hasta hace un mes esta esquina era una baldío, ahora es un hermoso parque donde juegan los niños del barrio”.

Durante la Colonia México se convirtió en un enorme reservorio de tierras baldías debido a que la Iglesia Católica, que actuaba como banca agiotista, se fue apropiando de las propiedades con las que los fieles le pagaban sus servicios.

Así, la desamortización de bienes eclesiásticos fue un largo proceso económico, social e histórico iniciado en la época de los Borbones, como reflejo del endeudamiento del rey Carlos III por las guerras y los problemas por el Real Patronato.


La Ley Lerdo
Una de las reformas borbónicas fue precisamente la posibilidad de la autoridad de vender los bienes eclesiásticos a favor del erario público. En realidad los liberales en el siglo XIX no hicieron otra cosa más continuar con  las políticas iniciadas por los Borbones.

Ya desde el gobierno liberal de Gómez Farías en 1946, cuando el gobierno se vio en la necesidad de hacer frente a la invasión armada de Estados Unidos, se vio ante la urgencia de obtener recursos económicos porque se necesitaban soldados y oficiales para el ejército y se requerían recursos económicos.

Así, se promulgó el 11 de enero de 1847 la ley mediante la cual se autorizó al gobierno a proporcionarse hasta quince millones de pesos mediante la hipoteca o venta de los bienes de manos muertas, refiriéndose solamente a bienes eclesiásticos que no se compraban, ni vendían.

El 25 de junio de 1856, Ignacio Comonfort, presidente sustituto de la República, expidió el Decreto sobre Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles y Eclesiásticas, también conocido como la Ley Lerdo.

De igual forma expidió el Reglamento de la Ley de Desamortización el 30 de junio del mismo año. Estos documentos fueron la base de las acciones desamortizadoras que se realizaron desde 1856 hasta el Porfiriato.
La Ley tenía como objetivo reactivar la economía y las finanzas públicas del Estado. Buscaba que México se convirtiera en un país con sólo propiedad privada, individual, y se desapareciera la propiedad comunal, o sea la de las corporaciones, como entonces se les llamaba a las comunidades.

Esto incluía tanto a todos los conventos y bienes que pertenecían a congregaciones religiosas, como a las poblaciones indígenas que tenían una propiedad corporativa de bienes y a los ayuntamientos de pueblos y ciudades, propietarios en iguales condiciones.


¿La tierra es del que la trabaja?
Con la Independencia los españoles conservaron sus haciendas y los criollos se apropiaron de lo que pudieron. La Reforma devino en un nuevo reparto de las tierras de la Iglesia y con el Porfiriato proliferaron los grandes latifundios.

Los que pagaron el pato fueron los pueblos indígenas, por eso es que la frase La tierra es de quien la trabaja envuelve el sentimiento de lucha que promulgaba Zapata entre los campesinos de México. Su finalidad era alcanzar la reivindicación de los campesinos, los derechos de propiedad de las tierras labradas y la dignidad humana.

Zapata comandó el Ejército Libertador del Sur y, representó la resistencia campesina, promovió la lucha social, las reformas agrarias, la defensa de la propiedad comunal de las tierras, el respeto por los campesinos y las comunidades indígenas, entre otros.

Pero los caudillos norteños comandados por Obregón traicionaron el Zapatismo y muy pronto realizaron un nuevo reparto de tierras y subsidiaron la modernización agrícola con instituciones  ad hoc como el Banco Nacional de Crédito Agrícola, que quebró debido al abuso y la corrupción.

Las comunidades indígenas, agrícolas originarias fueron abandonadas a su suerte y el Ejido  protegido por la Reforma Agraria Revolucionaria, en la ley agraria de 1915, como un terreno colectivo, indiviso y sin posibilidad de venderse o heredarse; a lo largo del siglo XX fue desapareciendo, sufrió diversos cambios, de acuerdo con los proyectos económicos de los gobiernos en turno.

La otra Tierra Baldía
Pero hay otra Tierra Baldía, la de Thomas S. Eliot, una colección de poemas que escribió después de la Primera Guerra Mundial, y que hoy en día resulta ser un poema global, un poema del hombre contemporáneo con todo lo que es, fue y será.

La Tierra Baldía es una ironía, una metáfora que sugiere universalizar el problema humano, esa problemática sobre su propio ser, a veces baldío, a veces fértil. La humanidad siempre ha emprendido y emprenderá una desoladora búsqueda del sentido de su existencia, del progreso. ¿Todavía es viable?

Y a lo largo de la historia, hemos de seguir buscando la respuesta en un mundo contaminado y decadente como el que se nos ha presentado, en el que vivimos y estamos condenados a aprender a sobrellevar.

Abril es el mes más cruel: engendra lilas de la tierra muerta, mezcla recuerdos y anhelos, despierta inertes raíces con lluvias primaverales.

La Tierra Baldía es el futuro del planeta que vaticinó Eliot desde la desazón de la guerra hace cien años. Ya se está cumpliendo. Y a pesar de las claras evidencias y de las advertencias de los sabios y científicos, muchos políticos ignorantes e irresponsables siguen apostándole a un progreso industrialista mal entendido.

Sigue preocupándome el plan petrolero de AMLO, ¿será posible corregir PEMEX? Y el Tren Maya ¿estará realmente basado en un proyecto de desarrollo sostenible? Ya veremos.

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