Alejandro Mario Fonseca
El día de ayer apareció en El País una nota escalofriante: el regreso del corona virus pero
recargado. Yo soy de aquellos raros especímenes que se mantienen optimistas en
medio de la tragedia. Pero el reportaje de Elena G. Sevillano me dejó frío.
No sé por qué soy así,
pero en momentos difíciles suelo mantenerme tranquilo y eso me da tiempo para
reaccionar con calma y con relativo éxito. Pero en esta ocasión las noticias me
movieron el piso, ¿por qué?
Pues porque yo suponía y así se lo hice saber en mi último
artículo, que si bien la pandemia era irreversible hasta que no apareciera la
vacuna, por lo menos había entrado en una fase de estancamiento, pero no, la
realidad es que está repuntando.
Y el repunte es pavoroso: Mientras
una parte del mundo lidia con la aceleración de la pandemia, otra, que ya creía
controlado el virus, se enfrenta ahora a nuevos brotes y al temor a una segunda
oleada que obligaría a volver a imponer restricciones o, incluso, a tener que
confinar de nuevo a parte de su población.
Alemania ha vuelto a
cerrar colegios, bares, museos y gimnasios en un territorio donde viven
640.000 personas para luchar contra un brote con más de 1.500 afectados en
una gran empresa cárnica.
Celephaïs |
Portugal también ha dado marcha atrás al des confinamiento
en Lisboa y ha vuelto a limitar las reuniones de personas y los horarios
comerciales. Israel ha impuesto nuevos confinamientos en zonas con fuertes
rebrotes.
150 mil casos diarios
La pandemia de
coronavirus se está acelerando. El director general de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, lleva unos días repitiendo que
los países no pueden confiarse:
“Estamos en una fase nueva y peligrosa”. Casi la mitad de los nuevos
casos proceden del continente americano, pero las cifras del sur de Asia y de
Oriente Próximo también son preocupantes. Más de dos tercios de los
fallecimientos recientes han ocurrido en América. Estados Unidos lleva ya
120.000 muertos. Brasil, 50.000. México ha rebasado los 25.000”.
La OMS alertó sobre el
avance imparable del virus la semana pasada, cuando se alcanzaron los 150.000
casos diarios por primera vez. Pero la situación no ha hecho más que empeorar.
El domingo subieron hasta los 183.000, la cifra más alta desde el inicio de la
epidemia.
Para ilustrar el ritmo que está tomando el
coronavirus, el jefe de la OMS empleó el lunes una comparación muy gráfica: en
el mundo se han registrado hasta ahora casi nueve millones de casos.
Al primer millón se
llegó después de tres meses de epidemia. El último millón se ha contabilizado
solo en los últimos ocho días. Ghebreyesus empezó su comparecencia muy serio:
“Parece que todos los días llegamos a un nuevo y sombrío récord”. El País (23/6/2020).
Cuando parecía que el monstruo empezaba a ser controlado,
cuando todos nos disponíamos a regresar poco a poco a la ansiada “normalidad”,
cuando adoptábamos una onírica actitud de triunfo, la realidad nos despierta y
nos regresa a un mayúsculo terror.
Ya ni siquiera podemos
dormir bien
Y para rematar hoy (25/6/2020) leo en Aristegui noticias: De
mantenerse el ritmo registrado los últimos días, México será el tercer país con
más fallecimientos a causa de la pandemia, sólo después de Estados Unidos y Brasil,
advirtió Carlos Páez, director de Mesura.
Así que seguiremos confinados en nuestras casas, y ya ni
siquiera podemos dormir y soñar a gusto. Esto último me lo han confirmado varios amigos y conocidos. Al parecer así
vamos a estar los próximos meses, hasta que no se sintetice la vacuna. ¿Por qué
lo del insomnio?
Porque en realidad los sueños están precedidos por
ensoñaciones y una ensoñación es el proceso introductorio al sueño conocido
como duermevela, trasueño o soñarrera.
Estoy hablando de aquel momento que precede al sueño, en el
cual juegan un papel muy importante nuestras fantasías. Y qué fantasías podemos
tener en este ambiente viciado por el monstruo del covid-19 que nos acecha sin
la menor consideración.
Para decirlo con mayor claridad, el adjetivo que mejor
describe al ensueño-sueño, es onírico, término
que proviene del griego ónar y que
significa ensueño: aquello que cumple a menudo las fantasías del durmiente.
En otras palabras, un sueño placentero, es aquel que está
precedido por un ensueño en el que se nos presentan nuestros anhelos, nuestras
fantasías, que son en última instancia, aquello por lo que vivimos.
Terrible despertar
También hay sueños maravillosos que terminan en pesadillas
surrealistas como nos lo hace ver Lovecraft en algunos de sus cuentos; le
comparto un resumen de Celephaïs:
El protagonista, un
noble venido a menos, vive en una buhardilla entre las muchedumbres
indiferentes de Londres. Perdidas sus tierras y fortuna, prefiere vivir en
un mundo onírico donde se hace llamar Kuranes. Sus escritos sobre estas
visiones de ensueño despiertan la hilaridad entre los editores, por lo que deja
de escribir.
Kuranes vuelve al mundo
de la infancia. Sueña con la casa de sus antepasados, donde él nació. Desde
aquí, baja hasta el pueblo cercano. Pero éste lleva muchos años deshabitado.
Prosigue su caminata hasta llegar a los acantilados del canal, hasta el
precipicio y el abismo donde el mundo entero se desploma en una vacuidad
infinita, y donde el cielo por delante se halla en tinieblas, despojado de luna
y estrellas. Desciende flotando por el abismo hasta que una especie de falla se
abre en la oscuridad.
A fuerza de seguir
soñando llega a la maravillosa Celephaïs, donde se convierte en rey… Y mientras
reina felizmente por siempre, al pie de los acantilados de la ciudad las
corrientes de agua juegan con el cuerpo de un vagabundo muerto, arrojándolo
cruelmente contra las rocas.
Cerca están las torres
de Trevor cubiertas de hiedra, donde un millonario notablemente obeso e
insolente, dedicado a la industria de la cerveza, se regocija en un ambiente
comprado a la extinguida nobleza.
Todo parecido con la realidad es mera coincidencia. No hay
que apanicarnos, tomemos las cosas con calma y sigamos cuidándonos.
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