jueves, 25 de junio de 2020

El covid-19 ya es una pesadilla

Alejandro Mario Fonseca
El día de ayer apareció en El País una nota escalofriante: el regreso del corona virus pero recargado. Yo soy de aquellos raros especímenes que se mantienen optimistas en medio de la tragedia. Pero el reportaje de Elena G. Sevillano me dejó frío.

 No sé por qué soy así, pero en momentos difíciles suelo mantenerme tranquilo y eso me da tiempo para reaccionar con calma y con relativo éxito. Pero en esta ocasión las noticias me movieron el piso, ¿por qué?

Pues porque yo suponía y así se lo hice saber en mi último artículo, que si bien la pandemia era irreversible hasta que no apareciera la vacuna, por lo menos había entrado en una fase de estancamiento, pero no, la realidad es que está repuntando.

Y el repunte es pavoroso: Mientras una parte del mundo lidia con la aceleración de la pandemia, otra, que ya creía controlado el virus, se enfrenta ahora a nuevos brotes y al temor a una segunda oleada que obligaría a volver a imponer restricciones o, incluso, a tener que confinar de nuevo a parte de su población.

Alemania ha vuelto a cerrar colegios, bares, museos y gimnasios en un territorio donde viven 640.000 personas para luchar contra un brote con más de 1.500 afectados en una gran empresa cárnica.
Celephaïs

 Portugal también ha dado marcha atrás al des confinamiento en Lisboa y ha vuelto a limitar las reuniones de personas y los horarios comerciales. Israel ha impuesto nuevos confinamientos en zonas con fuertes rebrotes.


150 mil casos diarios
La pandemia de coronavirus se está acelerando. El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, lleva unos días repitiendo que los países no pueden confiarse:

“Estamos en una fase nueva y peligrosa”. Casi la mitad de los nuevos casos proceden del continente americano, pero las cifras del sur de Asia y de Oriente Próximo también son preocupantes. Más de dos tercios de los fallecimientos recientes han ocurrido en América. Estados Unidos lleva ya 120.000 muertos. Brasil, 50.000. México ha rebasado los 25.000”.

La OMS alertó sobre el avance imparable del virus la semana pasada, cuando se alcanzaron los 150.000 casos diarios por primera vez. Pero la situación no ha hecho más que empeorar. El domingo subieron hasta los 183.000, la cifra más alta desde el inicio de la epidemia.

 Para ilustrar el ritmo que está tomando el coronavirus, el jefe de la OMS empleó el lunes una comparación muy gráfica: en el mundo se han registrado hasta ahora casi nueve millones de casos.

Al primer millón se llegó después de tres meses de epidemia. El último millón se ha contabilizado solo en los últimos ocho días. Ghebreyesus empezó su comparecencia muy serio: “Parece que todos los días llegamos a un nuevo y sombrío récord”. El País (23/6/2020).

Cuando parecía que el monstruo empezaba a ser controlado, cuando todos nos disponíamos a regresar poco a poco a la ansiada “normalidad”, cuando adoptábamos una onírica actitud de triunfo, la realidad nos despierta y nos regresa a un mayúsculo terror.

Ya ni siquiera podemos dormir bien
Y para rematar hoy (25/6/2020) leo en Aristegui noticias: De mantenerse el ritmo registrado los últimos días, México será el tercer país con más fallecimientos a causa de la pandemia, sólo después de Estados Unidos y Brasil, advirtió Carlos Páez, director de Mesura.

Así que seguiremos confinados en nuestras casas, y ya ni siquiera podemos dormir y soñar a gusto. Esto último me lo han confirmado  varios amigos y conocidos. Al parecer así vamos a estar los próximos meses, hasta que no se sintetice la vacuna. ¿Por qué lo del insomnio?
Porque en realidad los sueños están precedidos por ensoñaciones y una ensoñación es el proceso introductorio al sueño conocido como duermevela, trasueño o soñarrera.

Estoy hablando de aquel momento que precede al sueño, en el cual juegan un papel muy importante nuestras fantasías. Y qué fantasías podemos tener en este ambiente viciado por el monstruo del covid-19 que nos acecha sin la menor consideración.

Para decirlo con mayor claridad, el adjetivo que mejor describe al ensueño-sueño, es onírico, término que proviene del griego ónar y que significa ensueño: aquello que cumple a menudo las fantasías del durmiente.

En otras palabras, un sueño placentero, es aquel que está precedido por un ensueño en el que se nos presentan nuestros anhelos, nuestras fantasías, que son en última instancia, aquello por lo que vivimos.


Terrible despertar
También hay sueños maravillosos que terminan en pesadillas surrealistas como nos lo hace ver Lovecraft en algunos de sus cuentos; le comparto un resumen de Celephaïs:


El protagonista, un noble venido a menos, vive en una buhardilla entre las muchedumbres indiferentes de Londres. Perdidas sus tierras y fortuna, prefiere vivir en un mundo onírico donde se hace llamar Kuranes. Sus escritos sobre estas visiones de ensueño despiertan la hilaridad entre los editores, por lo que deja de escribir.

Kuranes vuelve al mundo de la infancia. Sueña con la casa de sus antepasados, donde él nació. Desde aquí, baja hasta el pueblo cercano. Pero éste lleva muchos años deshabitado. Prosigue su caminata hasta llegar a los acantilados del canal, hasta el precipicio y el abismo donde el mundo entero se desploma en una vacuidad infinita, y donde el cielo por delante se halla en tinieblas, despojado de luna y estrellas. Desciende flotando por el abismo hasta que una especie de falla se abre en la oscuridad.

A fuerza de seguir soñando llega a la maravillosa Celephaïs, donde se convierte en rey… Y mientras reina felizmente por siempre, al pie de los acantilados de la ciudad las corrientes de agua juegan con el cuerpo de un vagabundo muerto, arrojándolo cruelmente contra las rocas.

Cerca están las torres de Trevor cubiertas de hiedra, donde un millonario notablemente obeso e insolente, dedicado a la industria de la cerveza, se regocija en un ambiente comprado a la extinguida nobleza.

Todo parecido con la realidad es mera coincidencia. No hay que apanicarnos, tomemos las cosas con calma y sigamos cuidándonos.

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