Por Félix Carbajal Juárez
Pareciera que la insistencia de los
simulacros que nos hacen recordar el fatídico 19 de septiembre del ya lejano
mil novecientos ochenta y cinco, también avivó en la naturaleza el deseo de
examinarnos, que tanto, hemos aprendido al respecto, haciéndonos dos exámenes
en poco menos de dos semanas.
Lástima no aprobamos. Y no, porque las cifras
de decesos y derrumbes de inmuebles tengan número parecidos o mayores al 85, afortunadamente
no, sino porque han mostrado dos caras sumamente negativas que además; las
partes involucradas, defienden con entusiasmo y afán.
La primera.- Hemos visto como pequeños
edificios 4-8 pisos, construidos al amparo del nuevo reglamento, posterior al
que regía en 1985 y constituidos legalmente en condominio o arrendamiento a
familias, se han derrumbado estrepitosamente.
Alvaro Obregón 286. 21 septiembre 2017. Foto Antonio Fonseca |
¿Se habrá ajustado la construcción de
estos inmuebles a las reglas enumeradas en el actual reglamento y, los
funcionarios delegacionales, encargados de la supervisión, la habrán realizado?
¿Acaso estamos en un capítulo más de
corrupción que le cuesta la vida a cientos de inocentes; pero llena los
bolsillos de constructoras y funcionarios en el poder? Una auditoría a las
licencias daría la respuesta?
Algunos Delegados con siniestros
generalizados en la Delegación de la cual son titulares, argumentarán en su
defensa, que existen grandes torres edificadas que no presentan daños o no son considerables.
Mentira maquillada que pareciera
verdad, pero no aplica. La empresa que construye un edificio de cuarenta pisos
o más, asume la responsabilidad directa ante quien lo contrató y pagó por la
construcción.
Está en juego el prestigio y
patrimonio del constructor. Totalmente diferente, a la responsabilidad diseminada
ante decenas de familias de condóminos y/o arrendatarios de la empresa
propietaria y/o constructora del edificio y que recae básicamente en la
supervisión de las autoridades responsables.
Se repite otra vez, lo sucedido en el
terremoto del 85, donde el uso indebido de un edificio sin la estructura
necesaria para soportar el peso de maquinaria usada en la industria textil se
colapsó generando varias decenas de mujeres muertas mientras realizaban sus
labores. Otra vez, la corrupción o falta de supervisión de la autoridad, se
hace evidente.
La segunda.-
Por
clamor popular, expresado abundantemente, a través de las redes sociales, se
hace pública la petición al INE y a EPN para que los recursos asignados a los
partidos políticos para las campañas del proceso electoral que se avecina, se
cancelen y se usen en la reconstrucción de viviendas e infraestructura dañada
durante los desastres naturales que hemos sufrido, evitando que el costo lo
asuman los particulares y origine una crisis en la economía nacional.
Ante esta solicitud y siguiendo la
vieja práctica de que “el prometer no empobrece”, Andrés
Manuel, salió a la palestra y rápidamente a nombre de Morena, partido
que preside, ofreció donar, a sabiendas que legalmente le estaba prohibido, el
50% de los recursos a recibir. Tal posición le mereció una buena cantidad de
aplausos, levantando comentarios de todo tipo entre los analistas políticos;
pero siendo festinados y presumidos por sus asiduos correligionarios.
¡Oh gran decepción! Cuando Ochoa,
presidente del PRI, ofrece renunciar (no donar) al 25% de los recursos a
recibir para las campañas políticas, lo cual no está prohibido por la ley, y
les marca el camino a seguir, al resto de los partidos, incluyendo Morena.
Se acabó el amor al prójimo,
profusamente publicitado por Andrés Manuel, haciéndolo pasar de Héroe a
Villano… igual que al PRD, PT, PAN y el resto de los partidos políticos, quienes
rápidamente encontraron motivos suficientes para negarse a prescindir de los
recursos.
Haciéndonos recordar aquella vieja
conseja que dice “No importa el color de los partidos políticos. Lo que
importa, es que todos sus miembros son políticos”… Es decir, todos son iguales.
Qué lástima.
Hasta la próxima…
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