Alejandro Mario Fonseca
El pánico es miedo intenso y
manifiesto, especialmente el que sobrecoge repentinamente a un colectivo en
situación de peligro. También se da en lo individual y existen muchos ejemplos.
Uno de los más comunes es el de los
que le tienen pánico a viajar en avión. Otro muy famoso es el de los
accionistas de la Bolsa de Valores, por ejemplo: “a las 12:00 se produjo una
reacción de pánico en Wall Street por el fuerte aumento del petróleo”.
Otro más es el que se produce a causa
de los terremotos: “el desconcierto inicial por el temblor sísmico dio paso a
escenas de pánico”. Un último ejemplo sería el que todos hemos vivido alguna
vez: “víctima del pánico, enmudeció frente al público; el pánico lo acabó
dominando".
Pero el pánico en tanto miedo
“normal”, también puede convertirse en un adjetivo superlativo, cuando se convierte
en terror, es decir cuando se siente muy intensamente y por periodos
prolongados de tiempo.
Es el caso de las comunidades que
viven asoladas por la guerra o por alguna de las calamidades que nos llegaron
con el neoliberalismo, por ejemplo el narco y el huachicol.
Ejemplos hay muchos, en Guerrero, en Michoacán
y en otros estados. Se trata de comunidades que viven en una situación permanente
de terror pánico. No quiero mencionar ejemplos concretos, pero ya los tenemos
cerca.
Bolsa mexicana de valores. Foto: Antonio Fonseca |
Devaluación
y caída de la Bolsa de Valores
Hace dos semanas vivimos lo que se
conoce como “pánico bursátil”. Es un fenómeno recurrente, o mejor dicho cíclico, que viven las economías capitalistas. Se
trata de fuertes devaluaciones de la
moneda y de la caída súbita del precio de las acciones en las Bolsas de
Valores.
Normalmente se deben al manejo desordenado de la macroeconomía: falta
de disciplina fiscal, endeudamiento, inflación, mal manejo de las tasas de
interés; pero también al incremento en el precio de los energéticos o a
fenómenos sociales o naturales que afectan la economía del país en cuestión.
Ya desde 1922 Max Weber, en su obra Economía y Sociedad, editada en México
por el FCE, se refiere al pánico bursátil o de la Bolsa de Valores como un acto
social complejo que combina factores racionales e irracionales.
Para su análisis, Weber propone la
construcción de un tipo ideal (modelo
explicativo) que identifique la experiencia bursátil separando lo racional e
irracional de su contenido. Se trata de una herramienta muy útil para las
ciencias sociales.
El tipo ideal debe ocuparse primero
del acto bursátil “normal” o racional, para luego entender todo lo adicional o
externo, que produce su alteración, como irracional. Resulta inevitable
utilizarlo para comprender el “pánico financiero” que acabamos de vivir en
México.
¿Teatro o
pánico bursátil?
Y precisamente en la identificación
del contenido “irracional” es donde reside la explicación de la reciente
“devaluación” en nuestro país: el sector financiero mexicano se “apanicó” ante
la decisión de López Obrador de cancelar la construcción del Nuevo Aeropuerto
en Texcoco.
Las Casas de Bolsa y sus agentes ya
tenían rato hablando de la amenaza financiera que significaba que AMLO ganara
las elecciones. Y cuando vieron que se mantenía firme en las encuestas,
empezaron a matizar y a cargarle las “culpas” a Trump y la renegociación del
TLC.
Ya con el Peje como presidente electo
cambiaron de táctica e incluso algunos hasta empezaron a hablar bien de él.
Pero muy pronto vieron que iba en serio con sus contra reformas y la decisión
de cancelar el NAICM apareció como una oportunidad para frenarlo, y para hacer
negocios.
Se trató de un burdo juego político
que escondía una trampa financiera. Si hubo pequeños y hasta medianos
capitalistas que mordieron el anzuelo y se apresuraron a vender acciones y a
comprar dólares. AMLO calificó el fenómeno como “deslizamiento” del peso y “crisis
pasajera”.
Muy pronto el peso empezó a
recuperarse y la Bolsa de Valores regresó a la normalidad. Ganaron los de
siempre, los grandes capitalistas y perdieron los inversionistas bisoños.
Mientras tanto las cosas se le siguen dando bien a Peje, ya los directivos de
ICA y del Grupo Hermes se fueron a poner a sus órdenes.
Y mientras el buen Peje sigue
cosechando victorias aún sin llegar formalmente a la presidencia, en el orden
de los gobiernos municipales nos estamos llevando muy pronto grandes
decepciones.
Decepción
ciudadana ¿qué hacer?
Por ejemplo aquí en San Pedro Cholula
el flamante gobierno de Luis Alberto Arriaga anunció grandes reformas al
sistema de seguridad. Todos esperábamos una nueva estrategia conscientemente
planeada.
No la vemos, lo que sí vemos es que
anunció una nebulosa idea de convertir nuestro municipio en una Smart City. Y mientras tanto todo sigue
igual, los mismos funcionarios, amiguismo, familiares, etcétera. Incluso ya la
tan cacareada austeridad quedó de lado: lo primero que hicieron fue aumentarse
sus salarios.
López Obrador insistió mucho en que
la corrupción se corrige de arriba para abajo, “así como se barren las
escaleras” decía. Suena bien como eslogan de campaña pero ya en la realidad es
muy difícil que se dé.
Y es que la vigilancia del buen
desempeño de los gobiernos locales, debería ser responsabilidad de los
gobiernos estatales, a través de los órganos de Fiscalización de los Congresos,
pero mientras estos sigan viciados por la herencia de muchos años de abusos y
corrupción, ¿qué hacer?
Fiscalización ciudadana sería la
respuesta, pero eso les suena a chino a nuestras autoridades, aun siendo de
MORENA. Mientras tanto seguimos viviendo los problemas de siempre. Y por
aquello de que para muestra sólo hace falta un botón: la violencia entre pandillas
en el barrio de San Matías.
Usted puede leer la noticia en Econsulta.com (2/11/2018): la pandilla
de los "Pocos pero Locos", atacó a tiros a sus rivales de la banda de "Los Parkas",
dejando un saldo de una persona sin vida y tres heridos.
Lo alarmante es que no es noticia
nueva. Se trata de un claro ejemplo de displicencia del gobierno. No existe
ningún tipo de trabajo comunitario. Hace dos años propuse desde esta columna la
intervención del gobierno municipal en este barrio a través de psicólogos y
trabajadores sociales.
El desmantelamiento de las bandas de pandilleros
requiere de atención especializada a las familias involucradas. Pero para que
esto se dé, se requiere de una Nueva Estrategia de Seguridad con Participación
Ciudadana. ¿Es mucho pedir?
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