Alejandro Mario Fonseca
Allá por el año 1999 o 2000 me tocó
visitar el Centro de Reinserción Social (CERESO) de San Miguel en la ciudad de
Puebla.
Ocupaba yo la dirección de extensión
universitaria de la BUAP y los directivos del penal nos habían invitado para
platicar sobre los apoyos que la universidad les pudiera prestar en diferentes
áreas.
Necesitaban pasantes que realizarán
su servicio social, psicólogos, médicos, enfermeras y en general capacitadores
para los distintos talleres en los que trabajaban los reclusos.
Recordando aquella visita lo primero
que me viene a la mente es el estado de terrible pobreza en la que se
encuentran los presos.
Son imágenes que ahora después de 15
años caigo en la cuenta de que ya las
conocía. Y claro, están en uno de los textos de mi autor favorito en mi primera
juventud: Dostoievski.
El libro se llama La casa de los muertos (también
traducida como El sepulcro de los vivos).
Se trata de una obra de psicología criminal en la cual el autor describe su experiencia en la cárcel
de Siberia y profundiza en el carácter diverso de los presos.
Cobardes, serviles e idiotas y hasta
orgullosos, inteligentes y valientes; pero todos con un denominador común: la
soledad, el aislamiento y la incomunicación.
Valga esta digresión literaria para referirme a
nuestras cárceles. No conozco la
de Cholula, pero sí el CERESO de Puebla como decía al principio.
¿Salinas jefe de la mafia del poder? |