Por Aurelio Cuevas
Max Mendizábal |
Del empuje y entusiasmo desatado por la iniciativa comunitaria de ese tiempo nació poco tiempo después el Consejo de Edificios en Autoadministración, la Asociación de Residentes de Tlatelolco y –ya en los años 80- el Frente de Residentes de Tlatelolco. En todas estas expresiones colectivas participó Max con un entusiasmo y calidez singulares, coordinando la publicación Unidad Urbana (órgano informativo del Frente de Residentes). Por ese tiempo ya se había publicado “El movimiento vecinal en Tlatelolco”, libro de Max que obtuvo un reconocimiento del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Por desgracia, el sismo de 1985 cortó de tajo los esfuerzos organizativos realizados por muchos vecinos de distintos edificios, lo que dio pie a que el Tlatelolco post-sísmico emergiera una notoria desunión de los residentes. Pero el ánimo de Max por emprender iniciativas de concientización social no mermó. En los años 90 impulsó la publicación de Nueva Ciudad, periódico que apareció cada mes en el quinquenio de 1992 a 1997, y en el cual colaboramos varios amigos y conocidos de Max interesados en crear una modesta alternativa cultural para una sociedad tan enajenada como la mexicana. En los siguientes años Max se dedicó a escribir novelas y ensayos diversos, algunos de los cuales fueron publicados pero otros no, entrando en la categoría de estos últimos su obra Cavernas Urbanas, que trata acerca de los negocios ilícitos de los políticos a costa del bienestar comunitario en una gran ciudad como la de México.
Durante toda su vida Max fue un autodidacta, un auténtico hombre libre que buscaba respuestas propias a los mensajes y valores de los grupos dominantes en nuestro país y el mundo, tal como aparece en su ensayo “Un mundo cautivo”. Pero su obra literaria también es digna de mención destacando su novela Labios en azul prohibido (Editorial SELECTOR, 1995), libro con un fuerte tono autobiográfico donde narra sus andanzas amorosas juveniles en una sociedad conservadora. Sus colaboraciones en medios escritos fueron limitadas dada la escasez de publicaciones alternativas en el medio nacional, pero ello no fue obstáculo para su búsqueda de órganos regionales o extranjeros que aceptaran sus colaboraciones (por las cuales en la mayoría de las ocasiones no recibió pago alguno).
Se ha ido de nuestro lado una figura que desde la trinchera tlatelolca impugnó siempre al orden priísta a través de una democracia participativa. Vino el relevo con el perredismo en 1997 y Max como tantos otros nos dimos cuenta de que el continuismo continuó con nueva máscara. Hasta donde sus energías físicas lo permitieron siguió combatiendo por dignificar Tlatelolco, la ciudad que habitamos y el país entero. Max se ha ido en un sentido pero en otro su coraje y entrega a favor de las causas justas es, sin lugar a dudas, su legado más perdurable para las nuevas generaciones.
que en paz descanse max mendizabal artifice de quesu servidor escribiera la historia del nombre de cada uno de los edificios de tlate me entere apenas ayer por don esteban del puesto de periodicos del puente
ResponderEliminar