viernes, 7 de enero de 2011

Ciudad de México: Un gobierno de doble cara

Por Aurelio Cuevas (Sociólogo)


Hacia fines de 2010 se colocaron infinidad de mantas en las esquinas y partes visibles de las colonias de la Delegación Cuauhtémoc –a la que pertenece Tlatelolco -, con la leyenda: “Un año trabajando para ti, para tu familia y para tu ciudad ¡Estamos para servirte!”, al lado de la cual aparece el nombre de José Luis Muñoz como “diputado del pueblo” (dice la manta) en la Asamblea Legislativa del D.F. Esto y los lemas “México: Ciudad de la Esperanza” y “¡Sigamos gobernando juntos!”, tan difundidos por el gobierno de Marcelo Ebrard, parecen remitirnos a una eterna luna de miel entre gobernantes y gobernados en la capital. Pero tal situación idílica se opaca grandemente ante los hechos cotidianos.

Desde que los defeños presenciamos en 1997 el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas como Jefe del gobierno del D.F. y del partido del sol azteca, el gran entusiasmo colectivo vivido en ese tiempo se ha ido apagando en el curso de los años. En ese entonces Max Mendizábal, un viejo camarada de luchas vecinales y yo, con un optimismo enorme, intercambiamos impresiones de que el fin de los gobiernos priístas en 1997 abría la oportunidad para que -en una ciudad donde los derechos ciudadanos se habían conculcado durante varias décadas- los reclamos sociales en barrios y colonias del D.F. podrían ser la base para realizar una reforma urbana democrática.

Esa esperanza fue compartida por gran cantidad de habitantes de la metrópoli, pero lo que se ha visto en estos últimos 13 años es un progresivo desencanto social ante las gestiones perredistas en el D.F. Lo que se ha dado es un ninguneo de los derechos de los capitalinos en lo que atañe a informarse e influir en las decisiones que afectan su entorno urbano. En Tlatelolco se tiene la experiencia de que los funcionarios delegacionales se hacen invisibles después de los periodos electorales, al hacer caso omiso de las peticiones de audiencia pública para conocer los planes de gobierno en la zona. A escala del D.F. tal situación se reproduce claramente con las obras del Metrobús, una inversión de la empresa ADO en el transporte masivo que fue auspiciada por el gobierno ebrardista a espaldas de la opinión pública; cabe añadir que la prisa en la realización de dicho proyecto solo ha provocado agudos problemas viales en diversos puntos de la capital.

No estamos defendiendo aquí que las autoridades no deban contar con un margen de maniobra para aplicar sus políticas, sino que las acciones más relevantes de un auténtico gobierno democrático deberían ante todo identificarse con sus bases sociales: las clases populares y la clase media asalariada de la capital. Más bien ha ocurrido lo inverso: el creciente acuerdo del gobierno capitalino con grandes grupos empresariales (Carlos Slim, Wal-Mart, ADO, etc.) a costa del relegamiento de los intereses de los grupos mencionados.

En resumen no se han generado formas de participación ciudadana que equilibren la toma de decisiones acerca de los cambios de la ciudad que afecten la calidad de vida de sus habitantes. No hay interés de los gobernantes actuales del D.F. por edificar una sociedad más viva y participativa, sino que persiguen imponerle a esta –al igual que el viejo sistema priísta- formas de control verticales y paternalistas que les garanticen permanecer en el poder. Ante este panorama ¿cuáles pueden ser las opciones sociales para evitar el progresivo deterioro urbano que avanza día con día?



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