DE LA SEGURIDAD Y VIGILANCIA
Por José María Arellano M.*
Inmersos en un
ambiente de olor a café recién tostado nos damos a la tarea de contar algunas anécdotas
en Tlatelolco.
- Acostumbré a tomar
la copa los viernes y aquellos, cuando se podía, en quincena. No acostumbraba
ponerme hasta las manitas pero si medio chiles. Y no como Ángel que a las
primeras tres cervezas al caminar se tambaleaba.
- Ja, ja, ja, la
cafetería se lleno de risas y volteamos a ver a Ángel que sin disimulo dejaba
ver su incomodidad.
- En una ocasión que
fui con Ángel, de regreso a la unidad, de nuestro andar por Garifas, a la altura del club deportivo
“5 de mayo” unos chavos se nos
acercaron a preguntarnos quién sabe qué cosa, a lo cual, Ángel les contestó un
tanto agresivo que no sabía. Los tres chavos se pusieron en guardia con
intención de agredirnos, corrimos en dirección a la calle de Lerdo y ellos
hicieron el intento de seguirnos a la carrera pero les sacamos distancia. A mí,
se me ocurrió tomar unas “piedras bola”
sueltas, que por cierto abundan en la unidad, y las aventé como si fueran bolas
de boliche en dirección hacia los chavos, el andador se inundó del ruido de las
“piedras bola”; hice como cuatro
tiros aunque nunca supe si hice chuza, pero eso sí recuerdo que alcance a oír
como los chavos corrían hacia la “primera”.
Rematamos nuestros tiros con gritos de groserías. Cesaron los golpeteos de las
piedras en el adoquín del andador y volvió la calma.
- Como las 3 de la
mañana.
- ¿Y los polis?.
- Ni sus luces.
Año de 1975, vista desde la azotea del edificio Santos Degollado. Fotografía tomada por el Ing. David Velazco Pérez |
En otra ocasión, a Ángel se le ocurrió comprar una “six” de cervezas para tomárnoslas enfrente a la ventana de la chica que tiempo después fue mi novia. Le dije que no porque era arriesgado y corríamos el peligro de que nos detuvieran por estar tomando en la calle -aunque en Tlatelolco las áreas comunes que hay entre los edificios, no se consideran como tales- pues ya en materia, empezamos a tomarnos las consabidas chelas, que por más, siempre a la primera se le hace gesto y peor si no tiene sus correspondientes gotas de limón y granos de sal. Y a nuestros silbidos y señales -que en ese momento, dudé mucho que a esa distancia ella los hubiera identificado-. Entre comentarios y plática alcoholizada nuestros reiterados silbidos y tragos llegamos a medio “six” de chelas y a lo lejos vimos como la cortina de esa ventana se movía. Era ella -me dije… ¡caray! que poder mental- colocó sus codos en el marco de su ventana, sus manos en su mentón y apoyando su cabeza en la ventana nos observó-. Hasta la fecha nunca le pregunté qué pasaba por su cabecita loca-.
Al quedar solo dos cervezas,
ella empezó a mover los brazos y hacer señas que por más que esforzábamos a nuestros
cerebros etílicos, no supimos descifrar el significado de sus “insistentes señales”. El “six” llego
a su fin y decidimos retirarnos. Ella se despidió dando un suspiro de descanso,
días después -eso sí, le pregunte-.
Y ella me dijo:
-Les estaba haciendo
señas para avisarles que estaban pasando policías, se acercaron tratando de oír
lo que ustedes platicaban y ver lo que hacían, aunque parece ser que no
lograron oír y ver gran cosa. Cuando ustedes se fueron los polis
desaparecieron.
- Y ¿por qué no nos
habías platicado de eso?
- No hubo oportunidad
– le conteste a Adal-.
-Recuerdan cuando años
después nos invitaron a participar y pegar carteles de la susodicha federación
de jóvenes tlatelolcas ¿recuerdan?
- ¡Ah! , ya sé por
dónde vas -convencido, aunó Ángel-
- Pues, ese día, por
cierto era de noche. Estábamos pegando los carteles y… ¡zuuum! de repente
estábamos rodeados de 5 policías. Uno de ellos se acercó y nos preguntó: ¿Para qué y de quién es eso que están
pegando?
Paco le acercó un
ejemplar del cartel y le dijo: “son de la federación de jóvenes invitando a una
conferencia”; y el señor oficial seriamente empezó a leerlo –o al menos parecía
que lo hacía- , se quedo pensativo y dijo:
“Ándense con cuidado, acaben de hacer lo que
están haciendo y retírense a sus casas”.
Nerviosos e incrédulos,
de lo que había sucedido, con sigilo continuamos pegando los carteles y así nos
despedimos no sin antes comentar:
- ¡fiuuúúú! la que nos
libramos, pensé que la iban a hacer de emoción…
- Entonces ¿qué concluimos
de esto? –enfatizó Pepe-
Casi a coro dijeron:
- ¡¡Yáaaa, dinos que
es!!!
- Pues que aquí, al
menos en Tlatelolco, la vigilancia era de carácter político.
- ¡Ahhh!! Bárbaro -exclamó
Paco- ya te hizo efecto la cafeína, ¡sírvanle más café a este cuate!.
*
Diseñador gráfico.
1Un modesto homenaje a los llamados Correcaminos, mote dado a los cuatro
jóvenes por el Comité Coordinador de Propietarios y Residentes de Tlatelolco,
constituido en el año de 1974. Porque tenían la cualidad, de distribuir
volantes y propaganda –de la información emanada de los acuerdos de las asambleas
vecinales- en la brevedad de tiempo en toda la Unidad. A pesar de haber sido
intimidados sus papás de despojo de sus departamentos y amenazados de muerte –ellos,
los Correcaminos- continuaron
participando. Además, fueron víctimas de la llamada guerra fría en los años setentas. Cuatro vecinos que se hicieron grandes
amigos, que actualmente se frecuentan por internet.
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