lunes, 17 de diciembre de 2018

Prohibido ingresar con carne en la cajuela

Alejandro Mario Fonseca
Desde muy pequeño tomo café. Mi madre, que era de Monterrey, diariamente preparaba una cafetera grande con café de grano. Desayunábamos y merendábamos con una taza de café con leche. Así que soy adicto a la cafeína.
Ya adolescente, imitando a los adultos empecé a tomar café en las cafeterías cercanas a la casa o a la escuela. Siempre me ha gustado el café sólo, sin azúcar. Hace poco dejé de tomar el clásico americano y ahora disfruto del expreso largo.
Para empezar el día en las mañanas, después de un poco de fruta con yogurt, me como un pan de dulce acompañado de  una taza de café que preparo en una cafetera italiana. Me cae muy bien, despierto plenamente.
Y ya a medio día, después de mi clase de yoga, de desayunar y de mis labores matutinas disfruto, en el Italian Coffee del portal de San Pedro Cholula, de un sabroso café expreso. También leo las noticias y me entretengo con la plática de amigos y conocidos.
A lo largo de mi vida he conocido muchas cafeterías y en casi  todas tuve la suerte de hacer amigos. Y ahora que escribo esto, me acuerdo especialmente de dos: el Café Paris y el Café Sorrento.

Fue a fines de los años 70 y principios de los 80, cuando mi hermano Antonio y yo gustábamos de ir de vez en cuando a estos dos cafés y en la compañía de otros amigos nos sentíamos identificados con los intelectuales que los habían hecho famosos.

El Gran Portal de San Pedro Cholula

El café, el arte, la literatura y la política
Y sí, nos volvimos adictos al café. Bueno, más bien a la cafeína que es un alcaloide suave. Es la droga de los intelectuales, del hombre de letras y de todo tipo de artistas. También lo es de los estudiantes.
Tanto el Café Paris como el Sorrento, ya desaparecieron. El primero fue famoso, gracias a nuestro novel de literatura Octavio Paz. Pero lo cierto es que por el desfilaron una gran cantidad de artistas, escritores y poetas.
El Café Paris estaba a una cuadra de la cantina La Ópera, también famosa por otras razones, sobre la calle Madero, muy cerca de Bellas Artes. Vivió su época de oro en los años 50 y cerró a fines de los 90 por algún problema legal de herencias.
Y en cuanto al Sorrento, estaba un poco más adelante, sobre la avenida Juárez que bordea la Alameda y a la cual se asomaba el Hotel del Prado que se cayó tras el terremoto de 1985.
Con el hotel se cayó también el Sorrento, el café que albergaba la tertulia de León Felipe, ese viejo poeta que fue uno de los símbolos del exilio republicano español en México.
Lo recuerdo con mucho cariño, siempre que íbamos al cine Regis (también destruido por el terremoto) a ver una película de arte, antes o después nos tomábamos un cafecito en el Sorrento.
En el Regis a contrapelo del cine de Hollywood, nos tocó conocer el cine europeo de los años 70: vimos excelentes películas de Pasolini, Polansky, Fellini, Truffaut, Godard, Bergman, Buñuel, Saura, etcétera.

El Italian Coffee de Cholula
Pero el café también sirve como preámbulo para concertar citas amorosas y de todo tipo. En un café uno puede hacerse fácilmente de nuevos amigos y hasta conseguir consultas gratuitas de médicos, arquitectos y abogados.
El portal de Cholula tiene su magia, resulta muy relajante sentarse en el Italian a disfrutar un cafecito acompañado de una bella escenografía colonial y prehispánica. También puede usted leer las noticias o un libro si así lo prefiere.
Y cuando uno se vuelve parroquiano consuetudinario, la rutina se complica porque siempre hay alguien que interrumpe el ritual. Así es como se va aprendiendo a tratar con todo tipo de personajes de los que siempre hay algo que aprender.
Normalmente se va uno rodeando de un grupo de amigos que sintonizan con nuestro personal canal cultural y político. Pero también llegan los que rompen la armonía, y es con estos últimos con los que nos vamos curtiendo y templando.
Llegan políticos de todos los partidos, unos más serios que otros. Últimamente han proliferado los chapulines y camaleones. También llegan periodistas, por supuesto unos más serios que otros.
Entre estos últimos, gracias al Internet, está surgiendo una nueva generación de periodistas audiovisuales que andan cazando noticias y entrevistas calientes, que son transmitidas en vivo y a todo color: hoy en día, en cuestión de segundos “todo se sabe”. ¿Todo se sabe? Bueno, casi todo y a medias.
En el café se escuchan todo tipo de historias, chismes y leyendas. Algunas interesantes, pero muchas verdaderamente jaladas de los pelos. De todo se oye, y claro los destinatarios son los políticos y los poderosos.

Prohibido entrar con carne en la cajuela
Ya muy pocos defienden el maximato morenovallista. Sobre todo los chayoteros y algunos panistas, a lo más que llegan es a presumir que sus intuiciones y premoniciones eran correctas y que Moreno Valle terminaría por imponerse.
También algunos son tan audaces que se atreven a concluir contundentemente que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Y que por lo menos “Puebla no está tan mal como el resto del país”.
Y en lo que casi todos coinciden es en que el morenovallismo es un régimen autoritario. Cuentan muchas anécdotas sobre el maltrato que sufrían sus colaboradores y allegados: lo tachan de déspota y grosero.
La última que escuché fue sobre como el exgobernador, que tras una fuerte discusión bajó de su camioneta en plena autopista a su entonces colaboradora Amy Camacho. Si, la mismísima gerente general de Africam Safari. Vaya usted a saber si fue cierto.
Cuando se comentó esto en el café, mi amigo Octavio recordó una anécdota de cuando visitó Africam. Estando sus hijos pequeños y en el área de tigres, se llevaron un gran susto porque uno los felinos se subió al techo del auto y lo rascaba con sus garras. Fueron rescatados y no pasó nada.
¿Qué sucedió? Pues que llevaban carne preparada para asar en la cajuela. Y si, en el zoológico hace falta un letrero en el área de tigres que diga ¡Prohibido entrar con carne en la cajuela, los tigres lo pueden atacar!
Y después de este comentario, por aquello del incremento de la violencia y la inseguridad, no faltó quien dijera que, otro letrero que hace falta es en las entradas de Puebla y que debe decir, ¡Prohibido entrar con dinero en la cartera, se lo pueden robar!

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