sábado, 9 de junio de 2012

Tlatelolco: Y el viento sopló y sopló

Por Mishell Altamirano

Torres Revolución de 1910 y 5 de Febrero en el Eje Central
Foto: Mihsell Altamirano
Estimado lector, sirvo reseñar como fue el panorama que viví el día que un tornado azotó a la capital, y fue dejando sus huellas en nuestra unidad.

Enojado, frustrado, por no haber cobrado a tiempo, y no haber pagado la mensualidad del crédito hipotecario al cual estoy sujeto por haber adquirido mi vivienda en la Unidad (por cierto, la número 6 de una cantidad de tiempo), terminé mi jornada laboral a las 7 de la noche. Aún había luz solar, después de visitar la oficina de una arquitecta que quería definitivamente me pase a su departamento (me preparo para ser arquitecto), subí a mi vehículo, con paciencia lo encendí, esperé a algunos compañeros de trabajo, para sacarlos hacia la zona centro de Tizayuca y abordaran su transporte. Antes de arrancar, recordé que debía de llenar de agua al radiador, por lo que bajé con un envase, lo llene de agua, y lo vertí en dicha parte del motor. En el momento, analizando que el sábado llegaría tarde, dije -hoy no me voy a quedar, mejor me voy a Tlate-. Subí al vehículo, y me dijo una de mis compañeras – cierren las puertas-.

De pronto, un tornado, que es muy común en esta zona, se dejó venir, el cual lo distinguimos como una gran nube de polvo. Al frente, no se veía ni siquiera al vigilante que iba pasando a unos metros, el cual se introdujo en la caseta de ventas del desarrollo en el cual vendo propiedades. Una vez visible el camino que conozco, decidí avanzar, mientras veíamos como en los terrenos adyacentes, por cierto baldíos, y en los cuales se va a seguir construyendo el desarrollo habitacional, seguía levantándose una nube.


Edificio ISSSTE 11
Foto: Mishell Alamirano

Después de dejar a mis compañeros en el centro del municipio, cuando comenzaba a lloviznar. Me retiré, venía solamente yo dentro del vehículo, coloqué en el reproductor un disco (el soundtrack de la cinta Cruel Intentions, el cual recomiendo ampliamente), y avancé sobre la autopista hacia el DF. Llegué a la zona de Ecatepec, y había un poco de carga vehícular: estaba inundado un tramo de la autopista. Avance sobre Insurgentes Norte, y al fondo observé, detrás de una nube gris, aquel pico afilado que me indicaría que por fin, después de un poco más de 40 minutos de viaje, ya estaba en casa.

Me incorporé en Flores Magón, avanzando un poco lento. En el cruce de Lázaro Cárdenas, vi un movimiento poco común de vehículos de emergencia, vehículos de canales de televisión estacionados, y al momento de avanzar, de lo poco que pude percatarme fue de la ruptura de los cristales del conjunto del Centro Universitario Tlatelolco, porque detrás de mi venía un Volkswagen pitándome. Por fin, había llegado a mi casa, introduje el coche en el estacionamiento, y llegué a mi departamento, a mi pequeña guarida, pero como no había nadie, me dispusé a salir a comprar algo para cenar –llegué algo temprano-, me dije, mientras el reloj marcaba las 8:15 y comenzaba a obscurecer.

Aburrido de la monotonía de ir a cenar cada viernes a un local en el edificio Tamaulipas, y aprovechando que había que ir por algo de despensa a la Comer, me dispusé a caminar, sin antes ir de curiosillo, al chisme. Camine hacia el Eje Central, ví como algunos árboles se habían desprendido de tajo y me dispuse a preguntarle a un reportero lo que había pasado, a lo que él me respondió que había sido un tornado, a lo cual me extrañé –un tornado por acá, solamente por mis ladares- le dije, mientras las cámaras captaban al árbol sobre algunos vehículos (un Renault gris aplastado del toldo), frente al edificio ISSSTE 11. Seguí caminando, y seguí viendo los destrozos (ventanas en las torres destruidas, los rasgos de un árbol caído sobre el eje frente al edificio 5 de febrero).


Me quedé viendo un poco, y escuché a un señor decir que la velocidad del viento había sido bárbara, que se oían los chillidos del viento. Dije –si en vez de edificios de concreto hubieran sido casas de madera como en EUA, a esta hora se estuviera decretando un estado de emergencia. Postes del trolebús doblados, el andador de acceso a la Torre 5 de Febrero se vino abajo, en sí, un desastre. Simula a dato curioso el que el tornado parece que siguió la línea del Eje Central, porque fue donde dejo más daños.

Hablando un poco de los árboles de la Unidad, la mayoría ya tienen una edad de 50 años, y algunos están sumamente enfermos, como el que se ubica enfrente del edificio Sinaloa. Ese árbol esta hueco por dentro, y con los pequeños aires, se mueve y choca con las ventanas de los departamentos. La tarea sobre que hacer con este tipo de árboles, se la dejo al GDF, porque son arboles que pueden venirse encima.

Después de hacer todas las tareas pendientes, de venir cargando 7 bolsas de asa, de casi cortarme los dedos con ellas, llegué nuevamente a mi casa, prendí la computadora, vi el blog de la revista, y comencé a darme cuenta a mayores rasgos de lo que había sucedido, al observar detenidamente los videos subidos a Youtube, las fotos. En un video, días después, observé que aquel árbol frente al edificio 5 de febrero, había sepultado a un árbol. O sea algo tremendo.

Concluyo con algo: si el lobo hubiera querido tumbar los edificios de Tlatelolco, así como la casa de los tres cochinitos, soplando y soplando, pues a lo mejor se llevó a los arboles de sus jardines, pero no lo logró.

Saludos, seguimos reportando!

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