¿Protección perimetral en Tlatelolco?

Por una decisión democrática comunitaria:

Por Aurelio Cuevas (sociólogo)

En los hechos ya hay una reja perimetral aunque mal hecha y con rupturas o boquetes.

En los últimos años el tema de la inseguridad en esta Unidad Habitacional se ha abordado de manera frecuente, aunque con varios altibajos, centrándose en una reiterada exigencia vecinal de protección a las autoridades con su natural contraparte: la carencia de propuestas que apuntalen la iniciativa social.

Como telón de fondo está el hecho de que los residentes han resentido un incremento de la delincuencia a nivel local: asaltos en andadores o pasillos ya sea en el día o la noche, robos en los vehículos (espejos, acumuladores, etc.) de los estacionamientos a cielo abierto, rumores de ingreso subrepticio por los “amantes de lo ajeno” a los edificios –salvando rejas y puertas de acceso- para entrar a los departamentos, entre otras situaciones que reflejan un hondo sentimiento de vulnerabilidad en la comunidad tlatelolca.

Ante tal panorama han surgido ciertas propuestas: vigilancia policiaca más eficaz, más iluminación nocturna en andadores y vías de uso peatonal, colocación de cámaras ocultas en estacionamientos, entre otras posibles soluciones. Pero recién tiende a destacar una propuesta: la colocación de una barda o muro en derredor de esta zona habitacional, que marque una separación física con las colonias aledañas.

Se quiere resaltar que dicha marca territorial disminuiría los riesgos delictivos dentro de la Unidad al dejar libre el paso -sea para salir o entrar a la misma- solo en accesos debidamente vigilados. De este modo no sería necesario seguir enrejando los accesos a los edificios para habitación, y aquellos inmuebles que ya contaran con tales protecciones las mismas se quitarían al restablecerse la seguridad en los lugares públicos.

Al parecer con tal medida todo funcionaría sobre ruedas pero sus implicaciones negativas deben evaluarse debidamente; en primer término, los sitios de riesgo se reubicarían lejos de los puntos de ingreso a la Unidad. En segundo término, se dificultaría el acceso de la población externa a los centros de salud y escuelas existentes en la zona, así como a los locales comerciales habidos en ella (cuya baja de ventas haría inviable su actividad). Por último, en caso de siniestros (incendios, daños sísmicos, etc.) que afecten el área, no sería posible una ayuda pronta y eficaz de las dependencias públicas.

Un amurallamiento de la Unidad alentaría la disgregación urbana que ya ocurre con el cercado de varios sectores de la capital. En cuanto a la sostenibilidad social, entendida como el tejido de relaciones que hacen posible una convivencia llevadera entre vecinos, no se ve como salga favorecida al erigirse una valla supuestamente destinada a frenar el acoso externo.

Urge promover una reflexión colectiva basada en una información veraz sobre los pros y contras de dicho proyecto de cercado. Si este se aprueba o no –con lo cual manifiesto mi desacuerdo porque empujaría a una mayor segregación espacial en una urbe ya muy fragmentada- ello debe derivarse de una consulta democrática, en donde se manifiesten las más diversas posiciones vecinales. Derivar el asunto hacia una decisión vertical, de corte tecnocrático y detrás de la cual un grupo (gubernamental o privado) persiga un beneficio económico solo puede ir en contra del genuino interés comunitario.