Por
Alejandro Castillo Martínez.
Arq. José Manuel Angeles en la reunión. |
De
cuatro viejas lámparas, pegadas a un techo de un color cercano al blanco, entre
gris claro y blanco percudido, sólo dos están encendidas: sus tubos de halógeno
mal iluminan este salón en el que 29 sillas negras, de esas que alquilan para
eventos sociales populares, son ocupadas por vecinos y autoridades
—22 y siete, respectivamente.
Algunos
vecinos no alcanzaron asiento y permanecieron de pie.
La
reunión comenzó con cuarenta minutos de atraso, sin la presencia del Director
de Obras de la delegación, quien arribó quince minutos más tarde, para ocupar
su lugar en el centro del estrado, una mesa rectangular, cubierta con un paño
verde bandera.
Orientados
hacia el poniente, lugar donde se oculta el Sol, la pared de la izquierda está
compuesta por 33 barrotes pintados de café claro empotrados en un pequeño muro
gris,como el color que usan en los ataúdes o las cruces situadas sobre las
tumbas.
Los
barrotes están manchados por pintura que, seguramente, escurrió del techo. Tres
bicicletas recargadas en este lugar completan un cuadro de deterioro y
abandono.
Por
si algo faltara, había unos grandes
tubos de plástico negro, semicubiertos con lonas que promocionaron el concierto
de Óscar Chávez en Tlatelolco, tirados detrás del estrado.
A
los integrantes de la revista Vivir en
Tlatelolco, nos trajo aquí la solicitud del derecho de réplica de las
autoridades delegacionales, respecto a la portada del número 89 de la citada
publicación, titulada: “Puras cochinadas”, haciendo referencia a los trabajos
de remodelación de la Plaza de las Tres Culturas.
Esperamos
pacientemente y, en lo personal, disfruté las palabras de los vecinos y las respuestas
dadas por los funcionarios que asistieron al evento, que a veces decían más con
su silencio.
El
arquitecto Santiago Jordá demostró, con pruebas en la mano (dos trozos de
piedra de cantera), que en el trabajo de remodelación de la Plaza de las Tres
Culturas existió, cuando menos, negligencia en el uso de los materiales.
Un
iracundo vecino reclamó a gritos, y a gritos le contestó el director de obras.
Los funcionarios contestaron lo que pudieron,
y lo que no, lo dejaron pasar...
Así
transcurrió la reunión, hasta que el cansancio obligó a los asistentes a darla
por concluida, claro está, agendando una para el siguiente semana, en el mismo
lugar y a la misma hora y, posiblemente, con las mismas preguntas e idénticas
respuestas.
No
pude evitar el recuerdo de otra reunión hace ya muchos ayeres, cuando José Luis
Muñoz era jefe delegacional y escuchaba atentamente las quejas de una vecina
del edificio Veracruz, y le decía a uno de sus asistentes: “Toma nota, por
favor”, para después dirigirse a la vecina: “No se preocupe, esto lo vamos a
resolver”.
José
Luis terminó su mandato, un poco antes de tiempo, pidiendo licencia para
contender por una diputación local, la que obtuvo.
Ahora
vuelve a pedir licencia para dejar su curul y poder competir por la jefatura de
la delegación Cuauhtémoc.
¡Qué
muestra de abnegación y espíritu de servicio!
Seguramente
volverá a escuchar a los vecinos, y se llevará sus peticiones, o le dirá al
asistente: “Toma nota, por favor” y, a los vecinos: “Ustedes no se preocupen; esto
se resolverá”
Perdón,
¿y el derecho de réplica? ¿Para la próxima reunión?
Por
nuestra parte, siempre habrá un espacio en las páginas de esta publicación para
quien quiera aclarar cualquier asunto relacionado con lo que aquí se escribe.
Postdata:
Gracias por ser como
son, señores de la función pública; nunca cambien.
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