Alejandro Mario Fonseca
La anomia es un colapso de
la gobernabilidad al no poder controlar una emergente situación
de alienación experimentada por un individuo o una subcultura, lo que
provoca una situación desorganizada que resulta en un comportamiento no social.
(Friedrich Hayek).
¿Qué le parece este concepto, está en chino verdad? Sí, no es
un concepto fácil, hay que desmenuzarlo. Está en el origen de la sociología
como ciencia. Yo lo estudié en la maestría, en el primer curso de sociología,
en el que se estudiaba a los tres grandes paradigmas de la disciplina:
Durkheim, Weber y Marx.
Se trata de un concepto que ha ejercido gran influencia en la
teoría sociológica contemporánea. También nos ofrece una de las explicaciones
más convincentes de la conducta desviada en el individuo y en la sociedad.
El término se lo debemos al sociólogo francés Émile
Durkheim: Un estado sin normas que hace
inestables las relaciones del grupo, impidiendo así su cordial integración
(Cfr. El suicidio; 1897).
ANOMIA |
Posteriormente el
sociólogo estructuralista Robert K. Merton, en su obra de 1949, “Teoría social y estructura social”
abundaría: Las estructuras sociales
ejercen una presión definitiva en ciertas personas de la sociedad, de tal
manera que producen una conducta inconformista en vez de una conformista.
En su libro El suicidio, basándose en
estadísticas, Durkheim estudia las causas y tipologías de esta conducta y
encuentra que se caracteriza por una pérdida o supresión de valores (morales,
religiosos, cívicos...) junto con las sensaciones asociadas de
la alienación y la indecisión.
El suicidio
Y esta disminución de los valores conduce a la destrucción y
la reducción del orden social: las leyes y normas no pueden garantizar una regulación
social. Este estado lleva al individuo a tener miedo, angustia, inseguridad e
insatisfacción y lo pueden conducir al suicidio.
La anomia casera también induce el suicidio: una alta tasa de
divorcios, por ejemplo, lo favorece estadísticamente. La anomia es una falta de
regulación de la sociedad sobre el individuo, al que impide limitar sus deseos
sufriendo un mal infinito.
Mi hermana Fabiola que es ejecutiva del Metro en la Ciudad de
México me cuenta que los suicidios en ese sistema de transporte colectivo, ya
son cotidianos.
La Línea 2 del Metro de la Ciudad de México, que va de Cuatro
Caminos a Tasqueña, es donde más casos de suicidio han ocurrido en los
últimos tres años. De acuerdo con las estadísticas, en total se han
registrado 34 casos en la Línea 2, de los cuales ocho ocurrieron en 2016; 12 en
2017; 10 en 2018 y cuatro en 2019.
Hará unos 20 años cuando me invitaron a dar una serie de
conferencias sobre el suicidio para adolescentes en escuelas secundarias, aquí
en la ciudad de Puebla. Lo primero que hice fue estudiar el fenómeno y sí,
resultó que el número de suicidios en adolescentes y jóvenes iba en aumento.
El suicidio entre los adolescentes ha tenido un aumento
dramático recientemente. En los Estados Unidos, donde las estadísticas son una
obsesión, cada año miles de adolescentes se suicidan. El suicidio es la tercera
causa de muerte más frecuente para los jóvenes de entre 15 a 24 años de edad, y
la sexta causa de muerte para aquellos de entre 5 a 14 años. En México sucede
algo parecido.
La anomia como desorden
social
El concepto de anomia está vinculado a otros
como el control social y la desviación. Pero la anomia se
debe al actuar de un agente social manifiesto en ausencia de normas en relación
con el éxito en un rol dentro del sistema.
La regulación moral correspondiente codificada en normas
sociales, queda obsoleta en la función de favorecer
la solidaridad orgánica, por lo que se produce una
desinstitucionalización por falta de los referidos valores normativos, en un
abanico que va desde los usos y costumbres al extremo más grave de la falta de igualdad de oportunidades sociales, para avanzar al siguiente escalón de
nuevos bienes culturales, religiosos o sociales del progresivo estadio de
desarrollo.
Para Durkheim, la anomia implica la falta de
normas que puedan orientar el comportamiento de los individuos. En el
funcionalista Merton, sin embargo, la anomia representa la
imposibilidad para ciertos individuos de acceder a los medios que sirven para
obtener los fines establecidos socialmente, o viceversa.
La mayor presión conducente al desvío se da entre los grupos
socioeconómicos más bajos y las conductas desviadas son: crimen, delincuencia
juvenil, drogadicción, violencia doméstica,
e suicidio, desórdenes mentales, alcoholismo, etc.
La anomia también es un colapso de la gobernabilidad al no poder
controlar una emergente situación de alienación experimentada por un
individuo o una subcultura, lo que provoca una situación desorganizada que
resulta en un comportamiento no social.
La anomia y la pandemia
de covid-19
La alienación es la pérdida o alteración de la razón o de los
sentidos, también es la pérdida de la personalidad o de la identidad de una
persona o de un colectivo. Así, la anomia y la alienación van de la mano.
Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la crisis sanitaria del
covid-19? Pues ni más ni menos, que nos ayuda a comprender la agudización de la
pandemia en países con un altísimo desequilibrio social como el que padecemos
aquí en México. Sin darnos cuenta, vamos hacia el suicidio colectivo.
Y es que la pobreza y la ignorancia campean en vastos
sectores de la sociedad mexicana, y son precisamente estos en los que la
negación de la crisis sanitaria conduce a comportamientos perniciosos, basados
en el incumplimiento de los protocolos de control y de seguridad.
Pero lo sorprendente es que esta perniciosa anomia también
incluye a los sectores favorecidos por el sistema. Aquellos, que también por la
ignorancia o por oportunismo político, se niegan a aceptar los reglamentos y
normas que impone la crisis.
Allí están los Salinas Pliego (ricos pero ignorantes) que se
atreven irresponsablemente a desafiar al Estado mexicano y llaman a la
desobediencia civil. Allí están los panistas (no todos) y demás damnificados de
la 4 T de AMLO llamando a derrocar al gobierno.
Espero estar exagerando, pero la anomia concomitante a la
crisis sanitaria está amenazando con mantenernos encerrados en nuestros
hogares, por lo menos dos meses más. ¡Qué horror!
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