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martes, 5 de mayo de 2020

Oscar Chávez el caifán mayor

Alejandro Mario Fonseca
Tendría yo 22 o 23 años, cuando tuve la fortuna de conocer al caifán (según la RAE, el Diccionario de la lengua española: Sujeto preeminente en un barrio de ciudad) Oscar Chávez. Fue al llegar al Foro Isabelino, allá en Chapultepec, cuando éramos entusiastas aficionados del teatro experimental latinoamericano.

Bueno, fuimos un poco más que aficionados, éramos impulsivos y sin mayor consideración nos atrevimos a montar tres obritas de teatro que, entre otras actividades, nos permitieron vivir plenamente la rebelión juvenil de los años sesenta.

Pero esa es otra historia, hoy quiero recordar la grata fortuna de haber, conocido a Oscar Chávez. Sí bien me acuerdo, en ese tiempo él trabajaba para radio UNAM. Y si, fue una gran, gran fortuna, él estaba allí en la entrada, platicando con los actores de Rajatabla.

En un ambiente totalmente juvenil, encajamos muy bien y bromearon con nosotros, recuerdo que sobre todo las mujeres venezolanas eran muy bellas y amables. Oscar Chávez era un tipo muy serio, de pocas palabras pero con una enorme personalidad, un gran carisma.

Poco después lo volví a ver ya a la distancia en algunos eventos en la misma ciudad d México (especialmente en Tlatelolco) y aquí en Puebla, invitado por la Universidad Autónoma de Puebla.


A algunos amigos, que sabían de canto no les gustaba su voz, no era una voz educada, de conservatorio. Su voz era grave, pesada y reverberante. La reverberación es un fenómeno sonoro producido por la reflexión, que consiste en una ligera permanencia del sonido una vez que la fuente original ha dejado de emitirlo. A Oscar le ayudaba, ya que le salía natural y con mucho sentimiento, muy ad hoc (apropiada) para la música de protesta.
Oscar Chávez el caifán mayor