En diciembre retrazos en la recolección de basura en Tlatelolco |
Por Aurelio Cuevas (sociólogo)
Hacia fines del 2011 en los medios de comunicación se informó sobre la proliferación de diversos tiraderos de basura clandestinos en la ciudad de México. Varios puntos de la Delegación Cuauhtémoc como La Lagunilla, Tepito, La Merced y Bellas Artes se llenaron de montículos de desperdicios. ¿La explicación de tal hecho? El cierre del Bordo Poniente, que fue durante veinte años el depósito principal de desperdicios generados en el D.F. Se generó así un gran cuello de botella para desalojar miles de toneladas de desechos procedentes de la capital del país.
De un momento a otro los contenedores que trasladaban los residuos del Bordo (ubicado en el municipio mexiquense de Nezahualcoyotl, colindante con el D.F.) se dirigieron a otros dos lugares: Cuautla, en el estado de Morelos, y Cuautitlán Izcalli, en el estado de México, prolongándose así su viaje en varias decenas de kilómetros y aumentando considerablemente su tiempo de recorrido de ida y vuelta.
Pero ahí no paró el asunto: a los pocos días el gobierno del estado de Morelos dio su negativa a que su homólogo en el D.F. siguiera llevando residuos a Cuautla; y en el municipio y la población de Cuautitlán Izcalli desaprobaron el uso del basurero “Bicentenario” por parte del GDF (aunque no contaron con el apoyo del gobierno mexiquense). El hermetismo guardado por las autoridades del Gobierno del D.F. sobre el manejo del problema ha sido absoluto.
En realidad la cuestión no es nueva, y en el fondo refleja posturas contrapunteadas de los tres principales partidos políticos en las esferas estatal y nacional. Así, dado que el gobierno panista al frente del país determinó el cierre del Bordo de Xochiaca en el 2004, y porque el gobierno del estado de México (a cargo del partido tricolor) no habilitó un tiradero metropolitano para desechos procedentes de esa entidad y el D.F., las autoridades de la gran capital pospusieron una y otra vez el cierre del Bordo hasta que dicha medida se hizo inevitable.
El crecimiento de la cantidad de residuos sólidos en el D.F. se ilustra con los siguientes datos: mientras que el volumen generado en 1995 fue 11,140 toneladas/día, equivalentes a 1.31 kg/hab/día, en 2003 se pasó a cerca de 12,000 t/d, equivalentes a 1.37 kg/hab/día. Hacia 2005 se generaban 26,400 toneladas de basura al día en la Zona Metropolitana (DF y municipios conurbados del edo. de México), previéndose que tal cifra pasará a casi 29 mil toneladas en el 2020 (La ciudad incluyente, Demetrio Sodi y Emilio Pradilla, pp. 150 y 261).
Por lo que respecta a la ciudad de México se calcula que un 20% de los tales residuos procede de la población itinerante o que no radica en el D.F. (La ciudad incluyente…p. 150). En síntesis, la atención al asunto de los residuos sólidos en el D.F. no solo atañe a las autoridades locales sino que implica conjugar proyectos de diversos organismos de gobierno.
Si bien hace pocos años se aprobó una ley en el D.F. con respecto a separar los residuos previamente a su recolección, la misma no se ha aplicado por la falta de camiones recolectores modernos, carencia de personal adecuado y los altos costos para reciclar cierto tipo de residuos: hospitalarios, industriales, de automotores, etc. El alerta puesto a fines del 2011 es solo un aviso de algo que puede agravarse de no haber inversiones públicas suficientes y medidas de largo plazo en pos del bienestar colectivo.
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