Profr. Joel Islas |
Soy Joel
Por Ignacio Arellano Mora
Soy Joel, respondió sonriente y con un gusto manifestó: “tengo 78 años de edad y en Nonoalco-Tlatelolco he vivido el mayor número de años de mi vida. Muy felices al lado de mis seis hijos”.
Casi ya de cumplir el año, recordó, con lágrimas en sus ojos, que falleció su compañera de la vida, Arcelía Cortés. “Nos sorprendió el infarto saliendo de casa. Se le atendió, la llevamos al hospital y le pusieron su marca pasos, pero eso es una suerte pero la verdad no es que digas que es una probabilidad de que sea seguro”.
Sentado en el borde de piedra de un jardín, con su bastón, señaló, “tengo varios compañeros aquí, jubilados que sufrieron el mismo accidente y siguen, otros ya se fueron, porque duraron casi 98 años y la verdad es muy bonito convivir con ellos”.
Con la mirada nos señala el puesto de periódico, al final del “Puente de Piedra”, del lado izquierdo, Joel nos comentó, “ahora, vengo a comprar mi periódico y hago mis comentarios con Don Esteban, quien es quien nos surte nuestros periódicos”.
El maestro jubilado, con 36 años de servicio, aclaró que “no se sufre porque en realidad las pensiones están a un límite pues ahora ya solo, sí alcanza, pero hay unos compañeros que se jubilaron con una muy raquítica pensión, francamente, nada más alcanza para comer, porque en la luz, en los impuestos debemos estar como causantes que somos a la Federación debemos cumplir con nuestras obligaciones fiscales y pues no queda poquitito”.
¿De Dónde es originario?
“Soy de aquí, del Distrito Federal. Nací en la colonia de Tacuba, en las calles de Marina Nacional”, respondió.
“Estoy escribiendo, le decía a mi amigo Don Esteban, mis memorias porque cerré mi vida siendo Doctor en Administración Escolar por la Universidad Pedagógica e hice la maestría, asimismo, fui director de una escuela, en donde me sentí muy satisfecho porque también trabajé para el Instituto Politécnico Nacional (IPN), en la escuela Wilfrido Massieu. Una de las escuelas técnicas mejores del país”.
Entre risas, resaltó, “de las cuales, mis seis hijos, más cuatro agregados culturales que mi esposa me llevó, los formamos y todos son ingenieros”.
Continúo, “no con buena suerte. Unos sí y otros no, pero la mayoría ahí va jalando.
Mi hija la más grande, es arquitecto, la que sigue es industrial, la otra está más loca porque es doctora físico matemática, está trabaja para el mismo Politécnico, en donde su doctorado lo hizo en Alemania, Barcelona, Holanda, es decir, se preparó”.
Las demás muchachitas y los últimos son gemelos son Omar y Claudia, ellos son de ESIME. Omar es electrónica y Claudia es especialista en satelital en telecomunicaciones.
Muy alegre, comentó “tengo otro chiquillo que es mecánico. Ese muchachito, actualmente, me siento muy orgulloso, ya no lo veo, ya casi estoy fuera de su línea porque él trabaja para el Metro, es el segundo de abordo, es el ingeniero Cortés”.
Ese muchachito llegó aquí con nosotros, como agregado cultural, se formó, se hizo, y cuando hubo oportunidad de que un catedrático que ya falleció, le dije, “órale hijo aquí está la oportunidad necesitamos de lo que tú has adquirido en el ESIME y en la Wilfrido dáselo a los muchachos, pero dáselos pero bien”.
¿Los nombres de sus hijos?
Apenas recordando los nombres, afirmó, “uno es ingeniero arquitecto Ariane Berandeti Islas Cortés, de Tecamachalco del Politécnico. Todos mis hijos pues sí yo trabaje en el Poli de ahí mismo cortamos la fruta de la huerta. La que sigue es industrial, Anita que es la investigadora que por cierto, ayer la fui a ver, estaba recibiendo a la nueva generación de Politécnicos que van a entrar a las aulas y me dio mucho gusto porque a mí me tocaba ese ángulo en la Wilfrido, con el entonces ingeniero José García García”.
Pensativo, apenas soltando las palabras de su boca, expresó Joel, “quien por cierto, me estaban diciendo que parece que había fallecido, pero era una persona muy competente”.
La mirada perdida y sus pensamientos, seguramente en otro lugar, nos dijo, “de eso yo lo lleve de todo a la escuela que fui director y pensaban que ¡no!, que el paquete era muy difícil. ¡No, no, no, no!, me dijo el ingeniero García, ¡éste es el bastón de mando Joel! ¡Hay que saberlo agarrar bien! ¡No te dobles! Salimos bien”.
¿Cuándo llegó a Tlatelolco?
“Mi Tlatelolco es una cosa muy bonita. La verdad, cuando llegue aquí, le platicaba a mi amigo Don Esteban, el muchacho que nos reparte el periódico, que había venido de una vaca muy flaca y que francamente nos fuimos a refugiar a unos predios, allá por el Ajusco, por el estadio Azteca, por ahí frente al hospital de Huipulco, nos pidieron los cuartitos”.
“Así con esa situación platiqué con un hermano, que me dijo, vente para acá hermano. Lo que respondí, estás muy retirado, no hay agua, no hay medios de comunicación, a los niños hay que pasarlos todo la calzada de Tlalpan: “¡es un rifle diario! Entonces, sólo teníamos a Gaby y a Ary, y ya”.
“Mi hermano trabajaba en un pueblito cerca de Xochimilco”, indicó.
Luego vine un día al sindicato de maestros y le platiqué mi problema al mero Jefe. “Oye mano, mira, tengo ésta situación, soy de la generación 53 de maestros y de la 53 de abogados. Hice la carrera de licenciado en Derecho, pero con tantos hijos a dónde iba yo a presentar el examen profesional. ¡No se pudo! ¡Aquí estoy!”.
Sin dejar de sonreír, comentó, “la verdad, la verdad, verdad, aquí en Tlatelolco fue la lotería. Entonces me dice, sabes qué Joel…ah…mi nombre es Joel Islas ¡ehh!, mmmhhhh, me dice, astee un escrito, una solicitud al sindicato y esos van a concursar”.
“Yo la hice y la dejé depositada allí. Me fui porque en realidad tenía que trabajar. Trabaja como director, jejeje, con una madrecita, allá en Tlalpan, pues habría que buscar los bolillos para los muchachos”.
Pasó el tiempo. Empezaron a repartir el sindicato los departamentos y un día menos pensado me dice mi señora suegra, que en paz descanse, “oye Joel, te llegó un telegrama que pases a recoger tus llaves y…tú casa…Que te sacaste una casa. ¡Hay caramba!, jajajaja. A ver pellízqueme señora, pellízqueme”.
Y ya llegó mi güerita. Qué crees güera, que pasó esto, esto y esto otro. Me preguntó, qué opinas tú. Le respondí: es en Tlatelolco, “pero veo que hay unos edificios muy altos, si nos toca un edificio muy alto, no lo vamos a aceptar, mejor que venga otros, porque sabes qué, es mucho peligro para los niños”.
AQUÍ ESTOY YA CASI A 50 AÑOS
Entramos allá, por todo Insurgentes y que nos asomamos y vimos un departamentito de esos edificios chaparros y le digo a la señora: “oiga señora, mire, yo soy el profesor Joel Islas y me tocó la suerte. Maestro, dice, váyase de una vez, ahorita, aquí a la administración”, recordó.
Ya no nos regresamos a Tlalpan. “Me dice mi esposa, vete y tráete la cama, nada más la cama. Las dos camas, todas viejas, y aquí le caemos. ¡¡¡Mira, aquí hay agua, hay luz, hay estufa, lo que no tenesmo allá!!! Hay hijo, qué bárbaro, pues vete, y por ay si ves a mis compadres que te ayuden, que te echen a una mudanza”.
“Aquí estoy ya casi a 50 años de antigüedad”, no dijo muy pensativo.
¿El día que llegue? Sí, llegamos en noviembre. Aquí había una custodia muy buena. Había guardias militares.
Como trabajé con el ingeniero García que era Teniente Coronel, “mano dura, siempre con los maestros, con los muchachos y con todos. Eso en la industria es lo que nos hacía mucha falta”.
Apuntó, México está por despertar en los 60´s y 70´s, había mucho trabajo, pasaba por las fábricas y decía: “Se solicita mano de obra”, lo que ahora, no. Si no es con doctorado o con maestría, no es posible. Lo veo que la competencia está muy difícil, en cualquier área, sea médica, sea ingeniería, sea tecnológica, lo que sea.
¡MI TLATELOLCO!
Llegué en noviembre de 1963 y una vez que nos instalamos aquí, ya no salimos. Aquí mismo, la escuela está del otro lado, la escuela del ISSSTE, vivo en el edificio 6.
“Ahora, ya estoy solo ya cada quien voló para sus destinos. Me ven los domingos, vienen. Me llaman la atención. Mis hijos me han proporcionado un servicio médico que francamente yo lo quisiera para todos mis compañeros, pero no es posible”, expresó.
Con un gusto nos dice, “¡Mi Tlatelolco! Con seis hijos que tengo. Cuando desperté, ya estaban todos en la primaria y mis cuatro agregados culturales, también. Después de se fueron a la secundaria 83, pasando el Eje de Guerrero”.
Le decía a Don Esteban, que hay chicos malosos y me despertaban: “papá, ahí está tal personaje y ese es malo. Bueno, ahorita vengo muy cansado hijo, vete a la esquina y ahí está un señor del periódico que se llama Benito, nada más que te atraviese la calle y ya”.
En realidad en nuestro ambiente fue muy bonito, muy cordial. Veía por ejemplo que había compañeros maestros, jueces, médicos legistas, ingenieros agrónomos, gente de la burocracia, fuimos batallando, batallamos y urbanizamos después. Aquí estamos todavía.
arellanoamigo@yahoo.com.mx
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