Alejandro Mario Fonseca
25/10/2015
La semana pasada volvió a suceder, la turba enardecida cobró
otras dos víctimas. Ahora fue en el municipio de Ajalpan, aquí en Puebla. Dos
jóvenes encuestadores fueron detenidos por la policía tras ser acusados de
intentar plagiar a una menor. Después de acreditarse como estudiantes que
levantaban una encuesta sobre el consumo de tortillas, fueron puestos en
libertad. Cuál será el grado de desconfianza de la comunidad en sus
autoridades, que rápidamente se corrió el rumor y la multitud enardecida golpeó
a los policías, quemó las patrullas y las oficinas de la alcaldía, para después
matar a golpes a los jóvenes.
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Linchamiento-encuestadores-puebla-secuestradores:Foto: tomada de el horizonte.mx
Las estadísticas muestran que este tipo de violencia se ha
ido exacerbando a partir de los últimos 4 años. El Estado de México y Puebla
encabezan la lista de casos. ¿Por qué? ¿Qué pasa? La respuesta está en la
ausencia de un estado de derecho y en la falta de aplicación de la justicia por
parte de las autoridades: en otras palabras, casi siempre estos casos quedan
impunes, lo que socava todavía más la legalidad.
La explicación que nos dan los sociólogos y psicólogos
especialistas, es que a pesar de su naturaleza efímera, el linchamiento como
acto violento extremo, cometido de manera extralegal confiere a todos los
participantes (autores materiales, instigadores y encubridores), una
complicidad reforzada por el anonimato: lo que propicia la impunidad, ya que
cuando son todos, ninguno es culpable (Fuente Ovejuna).
Por otra parte, y es lo que yo quiero resaltar aquí, es la
evidente falta de confianza de la población en sus autoridades. La percepción
general es la de que todos son corruptos, desde el presidente municipal hasta
el más humilde de los trabajadores del ayuntamiento, de allí la necesidad de ejercer la justicia por
propia mano.
Cómo han reaccionado los diferentes órdenes de gobierno ante
este último caso; todos se rasgan las vestiduras, “la investigación será
exhaustiva”, “todo el peso de la ley a los responsables”, “se tomarán las
medidas necesarias para que no vuelva a suceder”, … lo de siempre. Sin embargo,
quisiera resaltar la reacción que se dio en el seno del poder legislativo del
estado de Puebla.En un acto inusitado y unánime, el pleno de la LIX legislatura
se pronunció por “exhortar a los Ayuntamientos del estado de Puebla a elaborar
un Código de ética de servidores
públicos municipales, basado en principios fundamentales como
transparencia, honradez y legalidad, con pleno respeto a la autonomía que les
confiere el 115 constitucional”.
Entre los argumentos
que se dan para presentar la iniciativa, destacan el reconocimiento tácito de
la corrupción e impunidad y la consecuente pérdida de confianza de la sociedad
en su conjunto hacia sus autoridades municipales. Está bien, el reconocimiento
ya es algo, en gran medida es en los municipios donde vivimos
y padecemos en carne propia y día con día el deterioro moral de nuestras
instituciones públicas, sin embargo la corrupción e impunidad corroen a los
tres órdenes de gobierno y a los tres poderes del Estado. Y finalmente no es a
partir de un iluso código de ética como se van a resolver los problemas, sino a
partir controles externos ciudadanos, tal como está sucediendo en otros países.
(Continuará)
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