Alejandro Mario Fonseca
21/10/2015
De todos los personajes que participan destacadamente en la
escena política mexicana tal vez sea López Obrador, el “Peje”, el único que no tiene cola que le pisen. Si la
tuviera ya estaría en la cárcel, o en Francia, disfrutando de la vida, como su delfín capitalino Marcelo Ebrard. Por qué unos sí y otros no. Por qué el presidente, muchos de los gobernadores,
diputados, senadores, presidentes municipales, grandes empresarios y los que me
falten, son “intocables”.
Andrés Manuel López Obrador con el ahora Diputado Néstor Núñez en el "Agora", aqui en Tlatelolco |
Algunos lo son por su
cercanía con los hombres fuertes, los capos de la mafia, ya sea criminal o
política, o ambas; otros porque la propia ley los protege; y algunos otros,
aunque cueste trabajo creerlo, porque son honrados (caso del “Peje”). El
fenómeno es viejo, nos viene de la Colonia, y la mejor forma de entenderlo es
desde la perspectiva del patrimonialismo.
En El ogro
filantrópico, Octavio Paz nos ofrece una hermosa lección sobre el tema. “En
todas las cortes europeas, durante los siglos XVII y XVIII, se vendían los
empleos públicos y había tráfico de influencias y favores. Durante la regencia
de Mariana de Austria, el privado de la reina, don Fernando de Valenzuela (el
Duende de Palacio), en un momento de apuro del erario público, decidió
consultar con los teólogos sí era lícito vender al mejor postor los altos
cargos, entre ellos los virreinatos de Aragón,Perú y Nápoles.
Los teólogos no encontraron nada entre las leyes divinas ni
en las humanas que fuese contario a este recurso”. No se trata de que el régimen
patrimonial sea inmoral, sino de la vigencia de otra moral: dentro de ciertos
límites el Señor vende lo que es suyo.
Ya no estamos en tiempos de la Colonia, pero dentro de
ciertos límites, el Señor, ya sea
presidente, gobernador, diputado, presidente municipal, juez, … puede hacer lo
que se le dé la gana.
Y vaya que cuentan con
muchas herramientas para hacerlo. La principal, es más corrupción, con todas
sus variantes: “repartir” o “maicear” (hace no mucho un amigo priista me decía
“el PRI regresó a los Pinos porque reparte, no como los panistas, que se lo
quedan todo”), cooptar, disimular, doble contabilidad, nómina de cuates,
“moches”, “diezmo”, “mordida”, desvío de fondos, tráfico de influencias, abuzo
de autoridad, etcétera.
Claro que a muchos de los puestos, el Señor ya llega por la vía del voto ciudadano “libre” y “secreto”,
¿de verdad?, ahí están los mapaches del partido verde para demostrarnos que
todavía no es así.
Sin embargo y paradójicamente, la principal herramienta de la
que el Señor goza para conservarse
impune, es legal, y se llama fuero. En efecto, el fuero constitucional del que
gozan legisladores y gobernantes es una protección que funciona muy bien.
“Tenemos que entender
que la delincuencia organizada es hija de la corrupción política, y en la
medida en que sigan teniendo un sistema de protección de políticos a través de
un fuero tan amplio, jamás podrán llegar a la verdad. (Edgardo Buscaglia en el
“Foro Internacional sobre Personas Desaparecidas en México).
En este contexto, estimado lector, podemos comprender por qué
el “populista” López Obrador se convierte desde ahora en el enemigo a vencer
para todos: rojos, azules y amarillos, es prácticamente el único con la
capacidad moral de encabezar una cruzada contra la corrupción.
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