Alejandro Mario Fonseca
En estos tiempos que nos todo vivir, de violencia
generalizada a lo ancho y largo de nuestro país, conviene revisar algunos de
los textos clásicos sobre el tema. Entre estos destaca la Historia natural de la agresión, editado en español por Siglo XXI,
en 1970. El contenido del texto son las ponencias de un simposio celebrado en
Londres en 1963, en el que participaron principalmente antropólogos, sociólogos
y psiquiatras. El objetivo fue el de estudiar el origen de la agresión en la
especie humana, en especial en situación de guerra, pero también la violencia
al interior de grupos humanos en situaciones de convivencia “normal”.
Entre las ponencias destacan las que estudian el
comportamiento de los animales, en cuanto a sus actitudes agresivas, tanto por
su interés intrínseco como para su comparación con los actos de la especie
humana. Uno de los más interesantes es el experimento del profesor
norteamericano Harry F. Harlow. Lo que hizo fue criar monos Rhesus aislados de sus madres, pero con
acceso entre ellos en una especie de
sociedad de huérfanos exenta de influencia de adultos.
Los huérfanos entablaron
relaciones entre ellos con algo menos de rapidez y facilidad que grupos
similares con acceso a sus madres. Pero cuando crecieron, los huérfanos fueron
monos normales desde el punto de vista de la conducta, con comportamientos
sexual y explorador normales, y niveles de agresividad normalmente moderados.
Por otro lado, algunos monos jóvenes fueron criados aislados no solamente de
sus madres sino también unos de otros.
Ya crecidos, mostraron graves trastornos
del comportamiento. Se parecían a los pacientes esquizofrénicos humanos. Cuando
se les dio posteriormente oportunidad, no mostraron respuestas sociales positivas
de ninguna clase. Se estuvieron sentados, mirando fijamente, en sus jaulas, y
se mordían si se acercaba alguna persona. Su conducta sexual estaba muy
trastornada.
Pero unas cuantas hembras criadas así fueron finalmente preñadas
por machos normales excepcionalmente pacientes y persistentes. Tales hembras
tuvieron hijos; pueden, pues, describirse como “madres sin madre”.
La conducta de las madres sin madre hacia sus pequeños fue
tremenda e inhumana (o mejor “no simiesca”). No mostraron respuesta ni atención
positivas. Los monos pequeños intentaban sin cesar entrar en contacto físico
con sus madres, que los tiraban o pisoteaban como si fueran desperdicios o
parásitos.
Al igual que los huérfanos
considerados anteriormente, los monos jóvenes tuvieron acceso unos a otros, y
adquirieron cierta capacidad para la conducta social. Pero evidentemente habían
padecido una intolerable frustración en su infancia. A medida que crecieron,
mostraron más agresión que ningún otro de los grupos estudiados, Y a veces se
diría que se asemejaban a los delincuentes juveniles humanos.
mala madre |
Conclusión:
La agresividad intensa, anormal para la especie,
sólo apareció en los monos sometidos a la crianza de una “mala” madre. Y
debemos recordar que estas “malas” madres lo eran a causa del modo como habían
sido criadas. Claramente el elevado nivel de agresividad de un primate es
producto de la tradición cultural. En los seres humanos la cultura se transmite
no sólo por los padres sino también, especialmente en la adolescencia, por
iniciación, adoctrinamiento y otras presiones sociales; o
en el mejor de los casos, por la educación.
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