Por Héctor Márquez Zermeño
Después de platicar con varios adultos mayores,
pudimos sintetizar el título de este artículo con las diferentes opiniones
vertidas por este sector de la comunidad el cual es necesario blindar. Abordo
el tema nuevamente por algunas historias relatadas, toda vez que de ellas se
desprenden experiencias muy difíciles de explicar y de entender, no pretendemos
generalizar ni escandalizar y ni mucho menos caer en estados de paranoia (los
nombres que se emplean son ficticios, pero basados en hechos reales).
Visita al barrio de Tepito con el
grupo de Adultos Mayores "Canitas Felices"
Nos cuenta doña Juanita Pérez sobre las condiciones en
que falleció doña Andrea Nepomuceno su vecina del tercer piso de un edificio en
Tlatelolco:
JP – Doña Andrea era viuda y tuvo un hijo, pues ya no
pudo tener más, el hijo de Doña Andrea se llama Lucio y resulto ser buen
estudiante, tanto así que tramitó una beca para estudiar Oceanografía en el estado
de Baja California y fue aceptado.
A pesar de la beca nos cuenta Juanita, el dinero no le
alcanzaba y Doña Andrea le enviaba efectivo sin problema mientras tuvo un
trabajo estable. Las llamadas –pues ya ni hablar de visitas por parte de Lucio-
fueron muy escasas. Frente a tal situación, Doña Andrea seguía enviándole
dinero a Lucio, quien después de dos años le conto que vivía ya con una mujer
que tenía dos hijos y que se vio en la necesidad de abandonar sus estudios para
trabajar y así poder solventar los gastos de la familia.
Doña Andrea tenía
como vecina de enfrente a su departamento a Casandra, quien la conocía desde
hace treinta años, al igual que otr@s vecin@s nos dice Juanita, con el tiempo Doña
Andrea se quedó sin empleo y no previó ahorrar dinero para su vejez, toda vez
que ella confiaba en que Lucio su hijo, cuidaría de ella cuando ya no lo
pudiera hacer.
De las pocas visitas que Lucio le hizo a su madre,
trajo consigo a Úrsula su mujer y sus dos hijos Jonathan y Christofer, quienes
se quedaban una semana cuando mucho, pues de la ciudad viajaban a distintos
puntos turísticos del país.
Al paso del tiempo, Doña Andrea comenzó a vender sus
pocas pertenencias de valor que guardaba y además empezó a mermar su salud,
dejando de arreglarse ya que ella siempre cuido su aspecto personal, era alta,
guapa, aseada, le gustaba vestir bien y con buenas formas dice Juanita, sin
embargo era muy discreta en sus relaciones personales que en realidad fueron
muy pocas, porque de habérselo propuesto quien sabe…
Llegó un punto en el que Doña Andrea ya no pudo
valerse por sí misma y es precisamente cuando su vecina Casandra se ofreció
para atenderla y cuidarla al grado de que empezó a controlar las visitas de
nosotras –dice Juanita- sus amigas, vecinas y conocidas, argumentando que en
las visitas al médico, éste le dijo que padecía de una enfermedad que se podía
contagiar.
Casandra decía que ella, la bañaba, le daba de comer,
la cuidaba, etc. Posteriormente nos enteramos de que también le cobraba la
tarjeta de López Obrador y fueron desapareciendo muebles, cortinas, etc. del
departamento de Doña Andrea. Durante ese tiempo a Lucio no se le vio en ningún
momento, pues según Casandra, ella lo mantenía informado.
Desgraciadamente ocurrió lo que tenía que pasar… Doña
Andrea murió, Casandra lo ocultó hasta donde pudo, toda vez que cuando llevaban
en camilla a Doña Andrea, Casandra dijo que la trasladaban al hospital. En ese
momento a vari@s vecinos se les hizo extraño el hecho, por lo que no podemos
asegurar ni nos consta –como dijo el ministerio público- en qué condiciones se
encontraba la hoy occisa.
Cuando Lucio se entera del fallecimiento de su madre
–días después-, busca a Casandra para solicitarle las llaves del departamento
de su madre y ella le dice que Doña Andrea en vida se lo heredó y que el
departamento era de ella. Ante tal respuesta, Lucio acudió de inmediato al
ministerio público para demandar el hecho. Logrando después recuperar el
departamento.
Sin más detalles concluye Doña Juanita su relato, y
sugiere a la comunidad en general que no vean a los adultos mayores como
objetos sino como seres que pueden aportar –con su experiencia- mucho a la
comunidad.
Por nuestra
parte, como ya lo hemos mencionado apelamos a la solidaridad vecinal y la
convivencia armónica y de respeto, ya que en este y otros asuntos debe involucrarse
a la sociedad, la cual debe estar unida y organizada.
La tarea para lograr una vida digna en los condominios
es intensa y ardua, al convertirse los edificios en propiedad de los
residentes, todo lo que al interior de ellos se encuentre es responsabilidad de
los mismos residentes, por supuesto contando en todo momento con el apoyo de la
autoridad. También es importante el aprender a convivir con vecinos que tienen
diferentes ideas y puntos de vista distintos al nuestro, ya que la participación
de la comunidad coadyuva y enriquece la solución de los conflictos.
Hasta la próxima y resistamos pacífica y
civilizadamente nuestra existencia.
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