Por Laura Arley
El culto a la Santa Muerte se ha ido extendiendo y ya ha llegado a Tlatelolco, primero de manera oculta y ahorase le ha dispuesto un oratorio en el Edificio Miguel Hidalgo, donde con anterioridad estaba una de las oficinas del Partido de Morena, un contraste bastante notable.
La práctica del culto a la Santa Muerte se lleva a cabo, principalmente, en aquellos sectores sociales cuyas condiciones socio-económicas son desfavorables, en estos sectores marginales se propicia la búsqueda de protección o “contratos” con entes núminosos (con quienes se establecen relaciones de tipo mágico), es decir, con seres más allá de la realidad tangible. Esto lleva a establecer una estrecha relación con la violencia y con los grupos sociales que buscan amparo en actividades peligrosas. Tradicionalmente, el culto a la Santa Muerte se ha venido perfilando como uno de los cultos ampliamente abrazado por personas cuyo “trabajo” los pone en contacto cercano con la muerte en una alianza con la Santa Niña en medio del peligro.
Pero el culto a la
Santa Muerte. No sólo tiene que ver con sectores violentos, de hecho en algunos
estudios recientes se ha mostrado que este culto tiende a crecer entre las
mujeres, obreros y otros sectores desprotegidos de la sociedad, que corroboran
el ímpetu de protección sobrenatural de los tradicionalmente establecidos.
Con estos santos
transgresores, las peregrinaciones molestas y violentas de San Judas Tadeo, el
vino llamado “Clandestino”, las telenovelas sobre héroes y heroínas del
narcotráfico, añadido con el baño de sangre en México, atribuido a la guerra
contra los cárteles de la droga y la estrategia con miles de soldados o miles
de policías federales, que desde el 2006 han dejado una estela de horror.
Bajo este panorama,
en el que ya existían décadas atrás los narco-corridos y el culto a Jesús
Malverde y a la Santa Muerte, los mexicanos asistimos a la penetración de la
cultura de la violencia en el quehacer cotidiano. Para el Psiquiatra Giuseppe Amara,
poner nombres de capos a restaurantes como el llamado II Capo, y consumir
artículos con estos nombres es un recurso frente a la desesperanza, porque la
gente se siente impotente “ante una situación aterradora en la que existe poca
gobernabilidad”.
Pero aún, cuando en
la realidad. El culto a la Santa Muerte es coherente con las tendencias
culturales que avivan las desilusiones del proyecto de país actual, no se cree
en las instituciones, la racionalidad y el progreso están cancelados. El mayor
número de vecinos del Edificio Miguel Hidalgo no se sienten identificados con el
culto a la Santa Muerte, por el contrario, es una agresión a su vista y una interrogante a este tipo de culto-refugio. Más nos
vale a los padres inculcar a nuestros hijos el rescate de nuestra historia y la
atención a encaminar a nuestros jóvenes a tareas productivas como las
matemáticas, la física y la química, que en mucho ayudarían a conformar un
pensamiento más coherente y realista.
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