Alejandro
Mario Fonseca
Debatir es discutir, es disputar,
contender; también es “guerrear”, pelear con ideas, con propuestas. Los debates
son esenciales en todo sistema político democrático. El objetivo de los debates
es convencer, ganar votos. El debate al que asistimos en vivo y en directo el
pasado lunes por la noche entre Hilary Clinton y Donald Trump pasará a la
historia por varias razones.
La primera razón, la más cacareada
tal vez sea la del número de espectadores. Según las principales cadenas de
televisión que lo transmitieron, fuimos más de 80.9 millones de personas los
que lo vimos. Yo creo que fuimos muchos más si tomamos en cuenta a los que lo
vieron diferido.
Y también estamos los que lo vimos de
nuevo, ya con calma, fuera de apasionamientos al día siguiente. Pero además estamos
los que estudiamos el debate, los que tuvimos el interés en desmenuzarlo, en
aprender de él. Y esta segunda razón no entra en las estadísticas.
Y es que lo que se está jugando en las campañas
por la presidencia de los Estados Unidos no es para menos. Se trata ni más ni
menos que del progreso, del futuro de la humanidad.Clinton y Trump |
La idea de
progreso
El término progreso empezó a
utilizarse en el siglo XVIII como una divisa intelectual que esgrimían los
partidarios de la modernidad como proyecto de la Ilustración. Más tarde se
empezó a hablar de la búsqueda de una “ley del progreso” para fundamentar un
concepto más amplio que incluía costumbres, ideas, instituciones y
conocimientos: el concepto de civilización.
Ya avanzado el siglo XIX la idea de
progreso se volvió popular cuando se vinculó con los términos sociedad y
cultura. Su popularidad se debió en gran medida a las esperanzas de un futuro
mejor, alentadas por los triunfos de la técnica y de la ciencia aplicada. La
primera Revolución Industrial que había iniciado en Inglaterra, Francia y los Países Bajos, se
propagó por todo el mundo, especialmente en los Estados Unidos.
Sin embargo, la idea de progreso es
mucho más antigua, es una idea judeo cristiana. En sus 25 siglos de vida esta
idea ha logrado sobrevivir y vencer, no siempre y no como quisiéramos, muchas adversidades: la pobreza, el hambre,
las guerras; y ya más recientemente, las depresiones económicas, las épocas de
tiranía tanto religiosa como política, los abusos, la corrupción, el
terrorismo, y un largo etcétera.
Ya en el siglo XX primero los
sociólogos y después los economistas y los politólogos, empezaron a hablar de
modernización, un concepto que a todas luces es heredero directo de la idea de
progreso.
Una cuestión
de fe y de ética
Y a pesar de todas las adversidades,
los seres humanos seguimos teniendo fe en el progreso. ¿Por qué? Porque se
trata de una idea compleja, cuyas premisas básicas son:
1.
La fe en el valor del pasado y la convicción de que la
civilización occidental es noble y superior a las otras;
2.
La aceptación del valor del crecimiento económico y los
adelantos tecnológicos;
3.
La fe en la razón y en el conocimiento científico y erudito que nace de la ética; y
4.
La fe en la importancia intrínseca, en el valor inefable de
la vida en el universo.
En suma, la idea de
progreso posee claras connotaciones morales. Implica fe en un futuro mejor, un
cambio lineal, acumulativo y orientado hacia un objetivo: la perfectibilidad y
felicidad del ser humano.
Hilary Clinton debe ganar
Fríamente visto el debate
del pasado lunes, Donald Trump no tiene nada que hacer como presidente de los
Estados Unidos. Su mensaje es claro y contundente, está a favor del capitalismo
salvaje, explotador, especulador, depredador, racista y contaminante. Su
mensaje privilegia el egoísmo, la trampa la simulación y el robo. Además es
cínico.
Hilary Clinton por el
contrario, apunta a convertirse en la primera mujer que va a gobernar los
Estados Unidos. Pero además y esto es lo más importante, todo indica que será
la presidenta del cambio. Con su gobierno los Estados Unidos profundizarán una
nueva y poderosa visión económica para el futuro: la economía volverá a crecer,
pero ahora desde las regiones, desde las localidades, habrá millones de nuevos
empleos y surgirá un futuro sostenible para nuestros hijos. (Continuará).
(Para los lectores que se
interesen en el concepto de Progreso, les recomiendo el texto de Robert Nisbet,
Historia de la idea de progreso, en
el cual me base.)
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