miércoles, 5 de febrero de 2020

Recuperando el optimismo

Alejandro Mario Fonseca
Hace no mucho, por lo menos tres años, yo era  pesimista recalcitrante. Me hacía terribles preguntas: ¿Qué futuro le espera a nuestros hijos, a nuestros nietos? ¿Cómo será nuestro país dentro de 25, dentro de 50 años? ¿Cuál es la mejor educación que debemos darle a nuestra juventud para que enfrenten los desafíos de un futuro incierto?

Cuando me hacía este tipo de preguntas, me deprimía.  Me asaltaba una incertidumbre casi total que incluso me impedía pensar con claridad. Y es que el panorama en el corto plazo se veía negro, y en el largo plazo todavía peor.

No veía honestidad en nuestros líderes: los que nos estaban gobernando con Peña Nieto, priistas, panistas y perredistas. Era clarísimo que  estaban interesados únicamente en su propio beneficio. No les interesaba nada más que aquello que les redituaba ganancias, grandes ganancias en el corto plazo: estaban allí para aprovechar el momento, para enriquecerse súbitamente.

Pero no sólo debemos tener fe en el gobierno de la 4T, sino también colaborar en lo que se pueda.

El desarrollo estabilizador
México se empezó a “modernizar” en los años 40 del siglo XX. El camino que se eligió fue el que seguían los países del norte de Europa y de América: la industrialización. El modelo mexicano se llamó “industrialización por sustitución de importaciones”.

Nunca hubo un plan a seguir. Simplemente se promovió la actividad empresarial con los incentivos proteccionistas que se tenían a la mano: exención de impuestos y cierre de fronteras a la competencia. Muy pronto surgieron empresas industriales ligeras que carecían de tecnología. No era problema, se podía importar la que se quisiera.

De este “modelo” de industrialización surgió una clase empresarial aliada con la clase política, acostumbrada a grandes ganancias sin preocuparse por la calidad de sus productos ni por la competitividad, mucho menos por la productividad: tenían el mercado asegurado.

La energía y los servicios estaban garantizados gracias a las empresas paraestatales. Las tasas de crecimiento económico fueron muy altas durante más de dos décadas. Los especialistas denominaron esta etapa como “desarrollo estabilizador”. Las finanzas públicas se controlaron: el artífice fue Don Antonio Ortiz Mena.


Endeudamiento y despilfarro
Había corrupción, pero “moderada” el “proyecto modernizador” parecía ir muy bien, hasta que llegaron al poder Echeverría y López Portillo. México ya era importador neto de tecnología de todo tipo y esta se pagaba con dólares.

Así que nuestro país se empezó a endeudar de manera inusitada e irracional. Esto se combinó con el famoso “boom petrolero” ya en los años 80. El resultado fue mayor endeudamiento, despilfarro y las reiteradas crisis económicas: devaluación e inflación: la corrupción y la impunidad sentaron sus reales.

Ya durante el gobierno de Miguel de la Madrid el modelo económico empezó a cambiar. Poco a poco se abrieron las fronteras a la competencia. Y ya con Salinas de Gortari en el poder, cambió radicalmente.

Llegó el neoliberalismo a la mexicana. Se inició la venta de empresas paraestatales y se terminaron los subsidios. Sin embargo el endeudamiento y el despilfarro continuaron: la crisis económica se profundizó. La corrupción se agudizó: la pobreza se incrementó y apareció la pobreza extrema. También surgieron el narcotráfico y la violencia concomitante.


La débil democracia
Ernesto Zedillo aunque hizo lo que pudo para capotear la crisis, siguió con el modelo salinista y no fue sino hasta los gobiernos panistas de Fox y Calderón cuando se regresó a la disciplina fiscal y a la aparente reducción de la deuda a mínimos históricos.

La modernización económica había fracasado. Y es que las esferas política y social estaban estancadas. Zedillo lo entendió muy bien y le abrió la puerta a la democracia. Así que llegaron los panistas al poder.

Sin embargo, a los panistas les faltó oficio político y sobre todo un proyecto alternativo realista que atacara en serio el atraso en la esfera social. La educación estaba olvidada, en manos de caciques sindicales corruptos.

Por diversas razones las reformas de Peña Nieto (profundizando el modelo salinista) no cuajaron, regresó el endeudamiento desaforado, la corrupción y la impunidad se agudizaron todavía más con el narcotráfico, la violencia se incrementó. Al parecer no había salida, México empezaba a vivir en la incertidumbre total.

Sí, había un cierto nivel de democracia, ya el IFE (el actual INE) era ciudadano. Y si lo era, pero estaba administrado  por incondicionales del partido en el poder y sus aliados. Además los medios de comunicación, especialmente la televisión abierta (Televisa y Azteca) estaban cooptados por la mafia en el poder.

Así que nuestra débil democracia carecía de contexto popular ya que el voto libre y secreto estaba manipulado por políticos depredadores aliados con malos empresarios: la opinión pública racional y bien informada, casi no existía.


AMLO la esperanza
Pero en el 2018 súbitamente todo cambió. Las redes sociales de Internet hicieron su trabajo y la juventud salió a votar. Y votó por la esperanza, la fe en que un futuro mejor sí es posible. Peña Nieto y Lorenzo Córdoba el presidente del INE tuvieron que doblar las manos y reconocer el triunfo contundente de AMLO.

Ahora estamos viviendo tiempos de optimismo. Pero debemos ser cautos. Todas las instituciones que heredó el gobierno de la 4T están penetradas por la corrupción, por el abuso, el despilfarro y por la impunidad: lastres muy difíciles de echar por la borda.

Y la cautela (ese cuidado y reserva al hablar o actuar para prevenir un daño o un peligro, o ese sigilo con el que debemos proceder para evitar que sea advertida su presencia), debemos asumirla y pregonarla.

¿Por qué? Porque los cambios políticos, cuando son verdaderos, cuando van en serio deben ser necesariamente lentos. La corrupción ha penetrado todo, son muchas familias (millones) las que están involucradas con las redes de corrupción.

Así que los afectados en esta interesante tarea de limpieza nacional son muchos (insisto millones) y no está resultando nada sencillo cambiar su modus vivendi, porque también desde los gobiernos hay que ofrecer alternativas reales de trabajo honesto.

Es por todo esto que ahora me encuentro, aunque cauteloso, lleno de optimismo. Pero no sólo debemos tener fe en el gobierno de la 4T, sino también colaborar en lo que se pueda.

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