Alejandro Mario Fonseca
Suena bien, muy bien: Fraternidad
Universal. Lo dijo nuestro líder AMLO, y a no pocos les suena a cuento, sin
embargo, nadie en su sano juicio puede oponerse a este proyecto. De eso se
trata, para que la vida valga la pena hay que hacerla valiosa, más humana.
Los humanistas del Renacimiento lo prefiguraron y los
pensadores de la Ilustración lo plasmaron en un ambicioso proyecto: la
Modernidad, el triunfo de la razón humana.
El Proyecto de Modernidad sigue siendo válido: el ser humano
en su máximo potencial científico, ético y estético; en suma, el hombre culto.
Atrás, muy atrás en el tiempo está la idea de progreso, la
idea de que el ser humano es perfectible. Se trata de una idea judeocristiana
que concibe la historia de la humanidad de manera lineal en la que las
sucesivas etapas van perfeccionando no sólo al individuo humano, sino a la
sociedad en su conjunto.
Desde luego que a primera vista todo esto suena de locos,
basta tan sólo con abrir el diario, o el internet, o las noticias televisivas y
constatar que la barbarie parece estar ganándole la batalla a la cultura.
La corrupción, la violencia, la pobreza y todo lo demás son el pan de cada día.
Incluso el mismísimo nefasto expresidente Peña Nieto (que vergüenza citarlo)
argumentaba “la corrupción es cultural”, como diciéndonos “háganle como
quieran”.
André Comte-Sponville; pequeño
tratado de grandes virtudes; Paidós; Barcelona; 2005.
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¿Cultura vs
Civilización?
Con la pandemia del covid 19 vivimos un paréntesis de aparente
calma pero la realidad es terca y la violencia continúa: pareciera que no hay
manera de que el vendaval heredado de perniciosa maldad amaine un poco. Y es
que los muertos por violencia continúan, hay que leer todas las noticias.
Esta “civilización” que nos tocó vivir parece oponerse
frontalmente a todo lo que suene a humanismo, bondad, humildad, generosidad,
gratitud, solidaridad, amor… y demás virtudes humanas.
Es decir, una “civilización maligna” en contraposición a una
“cultura benigna”. O para decirlo en términos cristianos, la “maldita
civilización” contra la “bendita cultura”.
Es que desde su origen romano las dos esferas estuvieron
separadas: se trató de una prefiguración de las dos esferas, material y moral
en la que se puede ver el moderno dualismo de civilización como cultura material (zivilisation)
y valores de cultura (kultur). Kultur
ha tenido siempre algo de cultura espiritual.
Ya con Kant, en plena Ilustración, los términos se aclaran: Estamos educados en muy alto grado en el
aspecto del arte y de la ciencia, estamos civilizados en todo a lo referente a
las formas y las convenciones sociales. Pero para considerarnos ya adelantados
moralmente, todavía falta mucho. En efecto, la idea de moralidad se incluye aún
en la cultura.
Desde la óptica
psicoanalista
Otro pensador, Sigmund Freud, ya en el siglo XX da en el
clavo: La cultura humana –entendiendo con
esto toda la elevación ocurrida en la vida humana por encima de sus condiciones
animales, y por la cual se distingue de la vida de los animales; y quiero
abstenerme de la insulsa separación entre cultura y civilización- muestra con
claridad dos aspectos a quien la observa.
Comprende por un lado
todo el saber y toda la capacidad que los hombres adquirieron para dominar las
fuerzas de la naturaleza y obtener los bienes para satisfacer las necesidades
de los hombres; por otro lado todas las instituciones necesarias para regular
las relaciones de los hombres entre sí y en particular la distribución de los
bienes obtenidos.
Estas dos direcciones
de la cultura no son independientes una de la otra, en primer lugar porque las
relaciones recíprocas de los hombres se modifican profundamente en la medida en
que la satisfacción de los impulsos se hace posible por los bienes disponibles;
en segundo lugar, porque el individuo humano mismo puede entrar con otro en una
relación de hombre a cosa, cuando el otro utiliza su fuerza de trabajo o lo
adopta como objeto sexual; y en tercer lugar, porque cada individuo es
potencialmente enemigo de esa cultura, que sin embargo, ha de ser un interés
universalmente humano.
¿Qué hacer?
¿Qué hacer? Ciudadanizar, humanizar nuestras instituciones.
¿Cómo? Perseverancia es la respuesta, lo que tenemos que hacer es estar
alertas, más alertas que nunca vigilantes y organizados.
Las tentaciones son muchas y están a la vuelta de la esquina,
pero en contrapartida están surgiendo a lo ancho y largo del país
organizaciones ciudadanas de todo tipo, que poco a poco irán enderezando el
camino.
¿Cómo empezar? Desde el hogar. Este arraigo domiciliario al
que nos sometió el monstruo del corona virus, puede resultar benéfico si lo
sabemos aprovechar.
Qué valiosa oportunidad se nos presenta para convivir en
familia y compartir con nuestros seres más queridos el amor por la verdad.
Sí, el amor por la verdad es el camino correcto para la
verdadera felicidad.
¿Qué es la sabiduría?
Es la felicidad en la verdad. (San Agustín). ¿Qué nos falta para ser felices
cuando lo tenemos todo para serlo y no lo somos? Lo que nos falta es sabiduría
o, en otras palabras, el saber vivir. No hay ciencia más ardua como saber vivir
esta vida bien y naturalmente. (Montaigne).
Y Montaigne remata: Esta
ciencia no es una ciencia en el sentido moderno del término. Es más bien un
arte o un aprendizaje; se trata de aprender a vivir; solamente esto es
filosofar de verdad.
Así que amable lector, lo invito a aprovechar la cuarentena
para que realice un ejercicio de reflexión sobre los valores y virtudes
humanas; y a que piense cómo podemos materializarlas.
Si usted es creyente, no hay ningún problema, tan sólo hay
que seguir al pie de la letra la sabiduría de las Sagradas Escrituras. Y si no
lo es tampoco hay problema, para eso está la filosofía.
Bibliografía: André Comte-Sponville; pequeño tratado de grandes virtudes; Paidós; Barcelona; 2005.
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