Alejandro
Mario Fonseca
Como usted ya debe haberse dado cuenta, estoy leyendo a H. P.
Lovecraft. Sí, al genio del miedo, uno de los grandes maestros del terror.
Sucede que un poco antes (un mes quizás) del confinamiento al que estamos
obligados, compré una oferta.
Una oferta, otra vez irresistible, consistente en la obra
completa de Lovecraft y que ahora forma parte de mí pequeño tesoro literario.
Son cuatro tomos, ya estoy empezando el tercero. Hay quien me crítica, por ejemplo
mi hermano Antonio me dice “pero cómo, si estamos viviendo en el terror y tú lo
alimentas”.
No, no lo alimento, lo que intento es adaptarme al terror y
vivirlo de la mejor manera, más cultural. Y es que es ineludible, vaya usted a
conseguir alimentos al mercado y choque con la realidad de un pueblo ignorante:
muchos no respetan el protocolo de seguridad ante la pandemia, algo tenemos que
hacer.
Bueno si, vivimos la cruda realidad del fracaso del
experimento neoliberal que condenó a la mayoría a vivir en la pobreza y la
ignorancia. Además (como resultado), en la desnutrición, la diabetes, la obesidad
y la hipertensión, que son las enfermedades crónicas que acompañan el nuevo
terror del covid-19.
Entonces lo que he intentado en mis últimas colaboraciones,
en lo que va de este terrible año, es reflexionar si, sobre aquello que estamos
haciendo mal, pero también sobre lo que sí hacemos bien, al menos sobre lo que
podemos y debemos hacer.
Y una de las alternativas, la más difícil pero también la más
reconfortante es aprovechar el confinamiento para alimentar nuestro espíritu y
fortalecerlo mediante actividades culturales. Gracias al Internet, se han
vuelto accesibles para la mayoría.
¿Qué hay después de la muerte? Será el panteón o habrá algo más.. |
Herbert West,
reanimador
Herbert West, reanimador es un cuento que me dejó con un
buen sabor de boca; nada de sustos o
brincos del asiento, y no porque sea un terror light, sino porque se trata de una obra literaria muy fina, muy
bien escrita.
Lo que hace Lovecraft en la mayoría de sus cuentos, es
simplemente crear expectativa, es decir nerviosismo puro. Lo que yo hago es
centrar mi atención lo suficientemente para que mí imaginación se deje guiar por la narrativa.
El resultado es el encuentro con el
terror único y característico de éste autor.
Estamos ante un clásico, considerado un gran innovador
del cuento de terror, al que aportó una mitología propia. Un clásico
del horror cósmico, una corriente que se aparta de la temática tradicional
del terror satánico y de fantasmas al que estamos acostumbrados: incorpora
elementos de ciencia ficción tales como alienígenas, viajes en el tiempo y a
otras dimensiones.
Así Lovecraft me ha maravillando con sus historias. Ya le
comenté aquí La llamada de Cthulhu
una de sus más grandes obras, marcada por un terror cósmico. Aquel cuento en el
que el protagonista descubre las notas de su difunto tío y se ve envuelto en
una conspiración que involucra a un antiguo dios oceánico y sus violentos
seguidores.
Sin embargo, en la mayoría de sus cuetos Lovecraft nos expone
un terror más terrenal, más mundano. Tal es el caso de Herbert West, reanimador, en el que nos relata la aventura de dos
jóvenes médicos que tratan de reanimar cuerpos ausentes de vida y que a partir
del método empírico de prueba y error, llegan a sorprendentes y horrorosos
resultados.
Frankenstein
La idea de escribir esta nota se me ocurrió gracias a una de
las últimas caricaturas de mi amigo Octavio Rodríguez en El Quetzal: un parangón del Covid-19 con Frankenstein, en el que se
insinúa el origen chino o gringo del monstruo.
Dentro de la trama de Herbert West, Reanimador se encuentran el médico West y otro estudiante,
que nunca sabemos cómo se llama, pero que es el que cuenta la historia, que lo
ayuda en su larga búsqueda para revivir a los muertos a lo largo de diecisiete
años.
La investigación empírica es el antecedente metodológico de
la ciencia moderna y West la utiliza exitosamente: sus experimentos van de
fracaso en fracaso pero poco a poco lo van acercado al éxito hasta llegar a un
desenlace espectacular.
El final puede confundirnos y llevarnos a la confusa moda de
la temática de los zombis, el cuento abreva más en el estilo de Mary Shelley, la autora de Frankenstein,
aquella novela que está escrita en forma epistolar.
Ubicada en la Europa del siglo XVIII y en plena efervescencia
científica, el capitán de un barco ballenero escribe a su hermana Margaret sus
vicisitudes y su encuentro con el físico Víctor Frankenstein, quien en busca
del secreto de la vida y sin medir las consecuencias que esto le traerá, crea
un nuevo ser con partes de otros seres humanos.
El resultado es monstruoso y a partir de aquí se inicia una
confrontación llevada hasta su extremo, un cuestionamiento filosófico y moral
del hombre contra su creador que verá su fin hasta la trágica muerte de ambos. (Cfr. resumende.net).
El miedo a la muerte
Los zombis son muertos con ya algunos días de putrefacción
sin uso de razón y con una inexplicable hambre por la carne. Por el contrario,
lo que buscan West y su ayudante es reanimar cuerpos frescos, en buen estado, sin muchos defectos internos o externos,
sin conservar y que una vez vueltos a la vida puedan tener uso de razón al
igual que antes de morir y relaten además su experiencia de muerte.
West no se complica con los avances científicos de su época,
simplemente todo lo resuelve con una solución
líquida que va perfeccionando y con ciertos aspectos obvios para todo quien
este familiarizado con la muerte.
Por otra parte tenemos que el joven doctor West, con su afán
de dar un salto importante en la medicina en cuanto a traer la vida a los
muertos, termina, irónicamente sufriendo su propia muerte.
En el fondo West no es muy distinto a cualquiera de nosotros,
está lleno de dudas sobre la muerte, pero él es alguien que sin importar las
consecuencias, llevará a cabo sus experimentos de reanimación.
H. P. Lovecraft nos demuestra que el terror a lo desconocido
y a la muerte siempre nos atormentará, y por más que creamos en algo después de
la muerte, siempre trataremos de saber qué es lo que hay.
La ansiedad puede causar y contribuir a una gran variedad de
miedos. Pero uno de los temores más comunes es el miedo a la muerte. Superarlo no es sencillo y tal vez la mejor
manera de controlarlo sea viviendo plenamente. ¿No le parece?
No hay comentarios:
Publicar un comentario