Alejandro Mario Fonseca
Una crisis (del latín crisis,
a su vez del griego κρίσις) es una coyuntura de
cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta
a evolución; especialmente, la crisis de una estructura.
Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, y sobre todo traen
consecuencias trascendentales, van más allá de una crisis y se
pueden denominar revolución.
Las crisis pueden designar un cambio traumático en
la vida o salud de una persona o una situación social
inestable y peligrosa en lo político, económico, militar, etc. También puede
ser la definición de un hecho medioambiental de gran escala, especialmente los
que implican un cambio abrupto.
Hago esta larga cita
conceptual, porque los mexicanos, al vivir permanentemente en crisis desde la
década de los años 70, ya no sabemos lo que es vivir en la “normalidad”.
Y lo peor, ahora con el gobierno de la 4 T de AMLO, la crisis
se está profundizando. Los agoreros del “paraíso perdido”, los damnificados del
tsunami morenista, los vividores y chayoteros del PAN y del PRD, que no todos
(hay que aclararlo), no lo quieren aceptar. Pero todavía peor, con el covid-19
se complica todavía más.
Los necios se niegan a ver la realidad de una crisis final:
la crisis de la crisis del capitalismo depredador. La 4 T en combinación
con la crisis sanitaria del covid-19 está
resultando muy complicada y además muy cara y muy bien puede devenir en la
última gran crisis.
¿Una enfermedad que
llegó para quedarse?
Cuando yo era niño y durante mi primera juventud me tocó
vivir una etapa que los historiadores han etiquetado como el “desarrollo
estabilizador”. Otros también le han llamado “milagro mexicano”, fue un modelo
económico utilizado desde 1954 hasta 1970.
Las bases de este
modelo radicaban en buscar la estabilidad económica para lograr un desarrollo
económico sostenido, continuo. La estabilidad económica significa mantener la
economía libre de problemas como inflación, déficit en la balanza de pagos,
devaluaciones y demás variables. Antonio Ortiz Mena el secretario de Hacienda y
Crédito Público fue el estratega que logró mantener una tasa de crecimiento
económico de 7% anual durante dos décadas.
¿Qué fue lo que pasó? Pues que los sucesivos gobiernos, desde
el de Echeverría hasta el de Peña Nieto, abusaron del gasto público, pusieron
en circulación más dinero del que correspondía al crecimiento real de la
economía y además endeudaron al país.
Incluso los gobiernos panistas de Fox y Calderón no pudieron
sacar al país de la inercia heredada. Habían llegado con la oferta de campaña
de la estabilidad económica, sin embargo, cayeron en los mismos vicios de los
priistas: abuso, despilfarro, más deuda y corrupción.
Si a alguien lo consuela, hay que decir que México no es el
único país que vive crisis recurrentes. Ahí están Argentina y Brasil, por citar
los casos más cercanos.
Los bancos nunca
pierden
Y claro que allá también han padecido gobiernos malos e
irresponsables; pero lo interesante es que también están terriblemente
endeudados con los bancos mundiales, y ahí está la clave del problema.
Los bancos nunca pierden. Si usted se endeuda y no tiene con
qué pagar, le embargan sus bienes. Igual sucede con las empresas y con los
países, el poder financiero mundial siempre gana.
La acumulación capitalista necesita canalizar sus excedentes
y los grandes bancos lo hacen hacia los países “pobres”, “en desarrollo” con el
aval del Fondo monetario Internacional y del Banco Mundial.
Y llegados a este punto hay que decir algo que sobre todo a
los panistas les incomoda. Si los gobiernos de los priistas Echeverría y López
Portillo se llevaron la palma del despilfarro y de la corrupción; los de los
panistas Fox y Calderón, a pesar de la “disciplina fiscal” no cantaron mal las
rancheras.
En sus doce años de gobierno ingresaron a nuestro país, nada
menos que 500 mil millones de dólares, tan sólo por ingresos petroleros; y sin
embargo la pobreza se incrementó. ¿Dónde quedaron las ganancias?
El modelo centralista,
injusto y depredador
La sociedad norteamericana es esencialmente consumista y uno
de sus motores económicos ha sido la industria de la construcción. A fines de
los 80 el sector de bienes inmobiliarios se saturó, la oferta fue mayor que la
demanda y este hecho combinado con la elevación de los precios del petróleo,
amenazó con una grave recesión.
¿Cómo sortearon la crisis? La aplazaron con crédito y más
crédito. La orgía consumista a base de deuda se combinó en una burbuja
inmobiliaria creada por la industria bancaria de las hipotecas que muy pronto
explotó; el precio del petróleo llegó a máximos históricos (147 dólares por
barril); todo se encareció. La crisis estalló en 2007 y el gobierno federal
tuvo que entrar al rescate de los bancos de Wall Street con 700 mil millones de
dólares.
Lo que poco a poco ha ido quedando claro de esta última
crisis, es que el modelo de crecimiento económico basado en la energía barata
de un bien no renovable (petróleo), producido y administrado verticalmente,
deviene en una acumulación de capital, de tal magnitud, que impide el consumo
masivo: las crisis recurrentes son inevitables.
Lo que se requiere es un nuevo
paradigma económico basado en el reciclaje y en energías renovables producidas
y comercializadas de manera distribuida, democrática. Los europeos y los
asiáticos ya van por buen camino; y los norteamericanos, a regañadientes y a
pesar de Trump, también lo harán. ¿Y los
mexicanos?
La crisis de la crisis:
una encrucijada
Lo que yo estoy viendo en lo poco que va de la 4 T de AMLO,
es transparencia, austeridad y deseos de hacer bien las cosas; con la crisis sanitaria del
covid-19 el proyecto llega a una encrucijada.
Sé muy bien que la geopolítica tiene a AMLO y sus
colaboradores con un margen de decisión muy limitado. Pero la crisis sanitaria
se presenta como una oportunidad para un cambio de modelo radical, que debe
implementarse con responsabilidad.
Y precisamente por eso es que está bien que AMLO se apoye en
el ejemplo del general Lázaro Cárdenas. Se trata de emular su valentía y
aprovechar el todavía alto nivel de aceptación popular para darle un giro
radical al modelo de industrialización vertical capitalista.
Sé que sería muy difícil y costoso, algo así como la crisis de la crisis: la última crisis.
México, además de la austeridad y de reciclaje, requiere una estrategia de
desarrollo enfocada al futuro, no al pasado.
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