martes, 19 de mayo de 2020

La peste de Albert Camus

Alejandro Mario Fonseca
Fue por allá a mediados del 2014 cuando mi amigo Epigmenio me invitó a ser colaborador de El Quetzal. Al principio me resistí por que escribir, cuando lo quieres hacer bien, no es fácil y mucho menos si se trata de la crítica política.

Sin embargo, no me tuvo que insistir mucho ya que yo contaba con experiencia, aunque académica pero al fin experiencia. Eventualmente también había colaborado en algunos diarios poblanos; especialmente en A L de Puebla.

En aquel efímero periódico fue donde conocí a mi amigo Rodolfo Herrera Charolet, que me dio algunos consejos. Charolet era, y lo sigue siendo, un hombre muy crítico y osado. Logró varias ocho columnas con denuncias de corrupción muy escandalosas.

Así que ahora soy colaborador constante de El Quetzal. Mis escritos también los publica mi hermano Antonio en su sitio Vivir en Tlatelolco (periodismo comunitario) de Internet, que originalmente era una revista mensual y ahora está exitosamente en la red.

Me gusta escribir sobre el devenir político cotidiano y siempre lo hago intentando contribuir a la formación de un público bien informado y crítico. Insisto, hacerlo no es sencillo porque también hay que mantener el interés de los lectores y no aburrirlos.

Por otra parte, soy admirador de grandes escritores que también han sido excelentes periodistas en su momento. Los hay muchos en Europa y en los Estados Unidos y en México aun cuando no han sido muchos, también tenemos tradición de periodismo libre y crítico. Uno de mis modelos es el francés Albert Camus.
La peste de Albert Camus

Los consejos de Camus
Albert Camus fue un periodista excepcional, también fue novelista, ensayista, dramaturgo, y filósofo francés, aunque nacido en Argelia. Sus concepciones se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán.

Le tocó sobre vivir a la Segunda Guerra Mundial y también escribió un texto muy controvertido, La peste. Se trata de una novela existencialista que está basada en la epidemia de cólera que sufrió la ciudad argelina de Orán durante 1849 tras la colonización francesa.

La población de Orán había sido diezmada por epidemias repetidas veces antes de publicar Camus su novela. Pero antes de comentarla voy a abundar un poco sobre su estilo periodístico, ya que Camus ha sido uno de mis paradigmas de la crítica política.

Según Camus, los medios y condiciones para que un periodista independiente no pierda su libertad “ante la guerra y sus servidumbres” son cuatro: lucidez, rechazo, ironía y obstinación. La lucidez, porque “supone la resistencia a los mecanismos del odio de la ira y el culto a la fatalidad”.

“Un periodista, en 1939, no se desespera y lucha por lo que cree verdadero como si su acción pudiera influir en el curso de los acontecimientos. No publica nada que pueda excitar el odio o provocar desesperanza. Todo eso está en su poder”.

“Frente a la creciente marea de la estupidez, es necesario también oponer alguna desobediencia”, continúa Camus. “Todas las presiones del mundo no harán que un espíritu un poco limpio acepte ser deshonesto”, decía. Y luego: “Es fácil comprobar la autenticidad de una noticia. Y un periodista libre debe poner toda su atención en ello”.


Lucidez, rechazo, ironía y obstinación
“Porque, si no puede decir todo lo que piensa, puede no decir lo que no piensa o lo que cree que es falso. Esta libertad negativa es, de lejos, la más importante de todas”, ya que permite “servir a la verdad en la medida humana de sus fuerzas”, o “al menos rechazar lo que ninguna fuerza le podría hacer aceptar: servir a la mentira”.

La tercera condición para ser libres es la ironía: “No vemos a Hitler, por poner un ejemplo entre otros posibles, utilizar la ironía socrática”, escribe Camus. “La ironía es un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Completa a la rebeldía en el sentido de que permite no solo rechazar lo que es falso, sino decir a menudo lo que es cierto”.

Para cumplir lo anterior, la cuarta regla indispensable es “un mínimo de obstinación para superar los obstáculos que más desaniman”, a saber: “la constancia en la tontería, la abulia organizada, la estupidez agresiva”. (Cfr. Miguel Mora, El País, 16/3/2012).
Llegados a este punto, hago una reflexión personal. ¿Se puede combinar la lucidez, el rechazo, la ironía y la obstinación con los valores propios del existencialismo filosófico? Y la respuesta es claro que sí. ¿Por qué?

Muy esquemáticamente, porque el existencialismo​ es una corriente filosófica que sostiene que la existencia precede a la esencia y que la realidad es anterior al pensamiento y la voluntad a la inteligencia. Así que el existencialismo resulta oro molido para la crítica política.

Pero regresemos a La Peste, que es lo que más me interesa comentar por su enorme actualidad crítica. Ya son varios los ensayos que han aparecido sobre este texto, especialmente el de John Keane La democracia y la gran pestilencia, publicado en el último número de Letras libres. Léalo, dice cosas muy interesantes.


Tolerancia: piedra de toque de la democracia
El número de mayo de la revista está dedicado a la democracia después de la pandemia. Y hay que leerla, aunque no nos guste. Por ejemplo el ensayo del inglés Ed Vulliamy, El regreso de la peste, no duda en meter en el mismo costal de su crítica virulenta a AMLO, Trump, Johnson y Bolsonaro, tachándolos de populistas, vulgares, demagogos y mediocres y etcétera.

Algo le está pasando a Enrique Krauze y su revista, no sé qué. De unos meses para acá (si no es que años) se ha vuelto un intolerante. Yo lo he seguido desde hace muchos años cuando colaboraba con la revista Vuelta de Octavio Paz. Además he leído casi todos sus textos sobre historia de México. Mi deuda intelectual con él es grande.

Insisto, no sé qué le pasa. Un ejemplo en su columna de hoy domingo en el Reforma (17/05/2020) Medicina política, tacha a AMLO y sus colaboradores, especialmente a López-Gatell de mentirosos, irresponsables y demás… valla, hasta los hace ver como inhumanos y mezquinos.

Krauze se muerde la lengua, debería de releer a uno de sus más grandes colaboradores: Isaiah Berlin, para quién la tolerancia es la piedra de toque de la democracia. La tolerancia hay que ejercerla no nada más cacarearla.

Contrariamente a Camus, Krauze convoca al odio y provoca desesperanza. Debería debatir en lugar de insultar y recordar algo que ha defendido toda su vida: que las diversas colectividades humanas  difícilmente perseguirán las mismas metas y valores, por lo que es imposible que exista una sola respuesta a cada pregunta que podamos formular. AMLO y él pertenecen a colectividades, ideologías e intereses distintos, contrapuestos.

Disculpe usted, ya no me quedó espacio para hablar de La peste de Camus. (Continuará).

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