Alejandro Mario Fonseca
Nuestro Presidente AMLO día con día sigue culpando a los “conservadores”
de todos los males que nos aquejan. Tal vez le resulte muy cómodo utilizar este
esquema tan simple, y también puede ser que le reditúe apoyo popular.
Sin embargo, aquellos que nos interesamos en el análisis
político nos vemos en la obligación de hacer un esfuerzo por caracterizar con
mayor seriedad el devenir de la política mexicana, a primera vista tan simple,
pero realmente muy complicado.
De lo que se trata es de acercarnos lo más posible a una
taxonomía lo más rigurosa posible, que nos permita la comprensión cabal del
proyecto de la 4T del Presidente, de su probable rumbo y del futuro que nos espera. Hablar de
“conservadores” en general es engañoso y hasta peligroso.
¿Cómo caracterizar a los gobiernos conservadores que quieren retomar el poder en el mundo? Aparentemente
allí están Vladimir Putin el zar de Rusia, Reuven Rivlin primer ministro de Israel, Donald Trump el arrogante
psicópata presidente de los Estados Unidos, el despistado David Camerón de
Inglaterra y el militar retirado Jair Bolsonaro de Brasil.
Conservadurismo
En política, se denomina conservadurismo al
conjunto de doctrinas, corrientes, opiniones y posiciones, generalmente
de derecha, que favorecen las tradiciones y que son adversos a
los cambios políticos, sociales o económicos radicales, oponiéndose al
progreso. En lo social, defienden los valores familiares y religiosos.
Generalmente el conservadurismo se asocia al nacionalismo y al patriotismo.
En lo económico,
los conservadores históricamente se posicionaron como proteccionistas, en
oposición al libre mercado. Sin embargo, durante el siglo XX algunos de
los partidos conservadores adoptaron posiciones económicas liberales al
fusionarse con partidos de esta tendencia, aliados en la defensa del sistema
socio-económico capitalista, en oposición al socialismo y el comunismo;
tal es el caso el partido republicano en los Estados Unidos.
Consecuentemente, en la actualidad en el conservadurismo
político coexisten diversas posturas sobre lo económico. A la fusión entre ambas
posturas se le denomina comúnmente como liberalismo conservador. ¿De
verdad los conservadores se oponen al progreso?
Fascismo e ignorancia
Esta caracterización que acabo de hacer está en las
enciclopedias y en los libros de texto. La comparto con usted, porque lo que me
interesa es comprender la esencia política de la crítica de AMLO.
Trump no es un conservador, es un ignorante que ni siquiera
entiende el concepto: es un loco depredador. O sí usted quiere es un accidente
histórico, una aberración política. Su gobierno ha sido algo mucho peor que el
conservadurismo de texto. Los analistas más lúcidos, no dudan en tacharlo de
fascista. Y sí, los conceptos básicos de esta ideología caracterizan mejor al
monstruo.
El proyecto político del fascismo es instaurar un
corporativismo estatal y una economía controlada, mientras su base
intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y la acción,
aplicando un nacionalismo fuertemente radical con componentes
victimistas y hasta revanchistas.
Lo que conduce a la violencia (ya sea por parte de
las masas adoctrinadas o de las corporaciones de seguridad del régimen) contra
aquellos que el Estado defina como enemigos mediante un eficaz aparato de propaganda;
todo esto aunado a un componente social interclasista y a una negación a
ubicarse en el espectro político (izquierda o derecha). Esto no impide que
diferentes enfoques ideológicos proporcionen diferentes visiones del fascismo.
Oclocracia
Y ya nos estamos acercando, pero yendo más al fondo, Trump es
todavía peor, porque además de psicópata es un ignorante. Ojalá y fuera un
simple político “conservador”, o político fascista si usted quiere, pero
insisto, es algo mucho peor: carece de oficio político. Para designar correctamente
lo que hemos vivido, es decir una “degeneración” de la democracia más “sólida”
del mundo, me gusta el término de oclocracia.
La oclocracia es el gobierno de la muchedumbre y es una de
las formas en que puede degenerar una democracia. Una cosa es el gobierno del
pueblo, que con la voluntad general legitima al poder estatal; y otra muy
distinta la llegada al poder de la muchedumbre, del gentío, o masa (en términos
marxistas), que es incapaz de gobernar por su ignorancia de la política y de
los asuntos públicos.
Más específicamente, la esencia de la oclocracia es el
gobierno de los peores, de aquellos que no tienen formación ni preparación
política, pero que son elegidos por las mayorías ignorantes que son seducidas
con promesas populistas inalcanzables, con mentiras irrealizables secundadas
por el resto de los actores sociales que forman parte del gobierno de los
demagogos; los oclócratas con olfato político suelen adoctrinar al electorado
para que les permita perpetuarse en el poder. (Cfr. Julián Castro Contreras).
Con todo lo que he dicho hasta aquí, para los ignorantes AMLO
resultaría un oclócrata, pero no lo es. Resulta que es un “conservador
progresista”. El voto que lo llevó a la presidencia, más que fruto de la
ignorancia, fue el del hartazgo ante la inseguridad, corrupción, impunidad y
demás.
AMLO conservador
El acento ético que AMLO pone, desde su larga campaña y en su
gobierno, en el fondo es la exaltación del “valor” de la existencia: la vida
vale porque sí. Entre el juramento hipocrático y los juicios de Max Weber acerca
del carácter incuestionable del valor de la vida hay una conciencia de fondo. A
saber, el otorgamiento a la conservación de la experiencia de la jerarquía
suprema dado que, de no haber vida nada habría para el hombre.
El argumento conservador tiene su correlato político; es más,
podríamos decir que funda la política
en cuanto conjunto de normas y prácticas dedicadas, ante todo, a la
preservación de la polis, de la vida
colectiva. La política aparece montada sobre la ética. Tal es el principio del
“realismo político” con una larga tradición histórica.
Y remato: en un sentido general, todos los políticos serios y
responsables están condenados a ser, en el fondo, conservadores, y no
precisamente por una ironía de la historia, sino debido a la base ética de toda
política mundana.
Estoy seguro de que todo esto lo sabe muy bien AMLO y no lo
dice porque muy pocos lo entenderían. Él necesita ganar tiempo para su difícil
tarea de dignificar el quehacer político mexicano.
Y sí, estuvimos gobernados durante muchos años por los
“conservadores” priistas, pero desde Fox pasando por Calderón hasta Peña Nieto,
lo que tuvimos fue el gobierno de los peores, sin ética y sin oficio político:
una oclocracia destructora.
Bibliografía:
Los valores políticos; Cervantes
Jáuregui, Luis; Editado por la BUAP; 1994.
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