Una de las ideas que han enriquecido la revista Vivir en Tlatelolco ha sido la publicación de fotografías de vecinos o gente que tiene que ver con esta Unidad Habitacional.
Don Toño, con su perro salchicha, sus recuerdos y esos pies que se cansaron de caminar.
Sergio Solís y sus pinturas que no terminan de alcanzarle para pintar otros horizontes.
“Neza” el de la voz a la Silvio Rodríguez y la sonrisa fácil.
Enrique Santos y su fiel y educado “Roco”, caminando por las tres secciones de Tlatelolco, mirando el deterioro y soñando las soluciones para detenerlo.
Lino García quién tuvo como huésped por algunos minutos al subcomandante Marcos, cuando éste visitó Tlatelolco y en pleno mitin le informan de la brutal represión policiaca contra el pueblo de Atenco, obligándolo a una reunión urgente, misma que se realizó en la tapicería de Lino.
Héctor Márquez, el editor, durante muchos años de la publicación “Tlatelolco Hoy”, condenado a ser amigo por encima de cualquier otra función, incluyendo la pública.
Sergio Raigoza, el que lleva la música por dentro y la cordialidad como carta de presentación.
Víctor, Subdirector de Cultura en Cuauhtémoc, el adulador, al menos así lo recuerdo, por su discurso en la “inauguración del Centro de Artes Escénicas Ernesto Gómez Cruz” evento en el que le faltaron adjetivos para enaltecer la figura del Director de Desarrollo Social y jefe del susodicho.
Pandal, otro funcionario público perredista a quién conocí en una asamblea con comerciantes tepiteños, cuando laboraba como Director Territorial en Tepito Guerrero, de palabra fácil y discurso anclado en el movimiento del 68, y que terminó adaptándose a los “usos y costumbres” del llamado “barrio bravo”.
Leticia Vite, “la maestra Leti”, comprometida hasta la médula con los movimientos obradoristas, “Adelita” de carne y hueso, transparente, es como la gente de buena voluntad.
Graciela Hernández, “Chelita”, la alegría no le cabe en el cuerpo, es demasiada, quizá por eso la comparte( y escribe, denuncia, sin perder la ternura jamás.
Luis Vega, tercamente comprometido con la idea de que la “izquierda” que nos gobierna, con todos sus defectos, es mejor que la opción de un PRI autoritario corrupto y asesino o un PAN con los mismos adjetivos más esa doble moral religiosa y perversa.
Estos son algunos, pocos en realidad, y sólo tomados como ejemplo, de los tlatelolcas que han quedado impresos en las contraportadas de la mencionada publicación, a usted, estimado lector, seguramente le provocarán otros recuerdos, los acariciará o rechazará con otros adjetivos, pero lo valioso es que están ahí.
Lo importante de las contraportadas de Vivir en Tlatelolco es este modo de mirarse en colectivo.
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