Descansa en paz amigo “Almohaditas”
Por Francisco Martínez Hernández*
"Almohadas" con Sarasa Fujimoto en la esquina de Eje Central y Flores Magón |
“Hágase la luz” al instante se
iluminó toda la tierra. Con la claridad aparecieron, también, las sombras y la
oscuridad. Y de lo negro ha surgido, espectralmente, el rostro de la pobreza,
la ignorancia, la injusticia, el desamor, el abuso y la corrupción, entre otros
terribles males históricos que tan dura y cruelmente han aquejado a la
humanidad.
Dentro de las “maravillas”
divinas y terrenales, en la claridad y la oscuridad, en lo ideal y material,
han nacido y fallecido miles de seres humanos, en la pobreza más vergonzosa:
vergonzosa para el omnipotente, para la civilización, seguramente también para
los campeones de la libertad y la democracia del sistema económico del libre
mercado.
De este “universo” en donde
parece que los antes referidos dijeron “hágase la miseria”, surgió y murió,
como otros millones y millones de humillados y ofendidos, Victor Manuel alias
“el almohadas” joven amigo que como muchos otros, “vivía”. Viven en calles cercanas
a la Unidad Tlatelolco y dentro de la misma, limpiando parabrisas y recibiendo
auxilio de los generosos habitantes del lugar.
El “Almohadas” cuyo mote se ganó
porque se pasaba la mayor parte del día durmiendo, debido al poco comer y al
mucho drogarse, era un joven como de 22 años, bajito, de pelo ensortijado y
negro, de ojos más bien grandes, de sonrisa pero no risa, callado las más de
las veces y que por su aspecto, me recordaba a Chaplin en la película “Luces de
la Ciudad”, donde solía detenerse, tambaleante y sonriente, para ofrecerse a
tirar basura por alguna moneda.
Evoco, en mi desdibujada memoria
aquel primero de junio este año, cuando poco antes de las 6 de la tarde, como
el tornado de terrible fuerza, de viento ululante, caliente y arenoso, nos
envolvió arrancando a su paso árboles, tirando anuncios, bardas y rompiendo
vidrios, entonces concluido el cataclismo
entre los grandes árboles derribados, salió el amigo “almohaditas” par preguntarme aparentemente sereno ¿cómo está Francisco?
Ahora luego de algunos meses, me han dicho que ha muerto, pero tengo la esperanza de que algún día lo encontraré sonriente o acostado en aquella parte del fresco jardín público, a la sombra del puente, en donde solía mirar, con los brazos y piernas cruzadas, el cielo soñado o imaginado: ¡Descansa en paz amigo Almohaditas!
Ahora luego de algunos meses, me han dicho que ha muerto, pero tengo la esperanza de que algún día lo encontraré sonriente o acostado en aquella parte del fresco jardín público, a la sombra del puente, en donde solía mirar, con los brazos y piernas cruzadas, el cielo soñado o imaginado: ¡Descansa en paz amigo Almohaditas!
Por cierto donde estará Miriam,
Ariel, Ruth, Miguel, “El Cucu”, Manuel, Diego? Jóvenes entre otros que
“trabajan” limpiando parabrisas en la esquina de Ricardo Flores Magón y Eje
Central ante la indiferencia de unos y el auxilio de otros. Pero ellos tienen
como otros, su propia historia que a veces logramos atisbar porque “aquí nos
toco vivir”.
*Voceador y
vendedor de libros en el puesto del
Eje Central y Flores Magón, cerca del edificio ISSSTE
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