Por Aurelio
Cuevas (Sociólogo)
Bicicleta sí, pero no en los andadores peatonales de Tlatelolco |
Elogio de
la bicicleta, libro del antropólogo Marc Augé (Edit. Gedisa, 2009),
autor de diversas obras sobre los efectos de la globalización en las relaciones
humanas, ilustra la búsqueda de nuevos vínculos del habitante urbano con su
entorno geográfico. En este sentido Augé postula que la bicicleta es el medio
de transporte idóneo para humanizar la forma de vida en las urbes populosas de
nuestro tiempo, dado que permite al individuo desplazarse de manera libre, imaginativa
y ecológica por la gran ciudad.
El autor
propone, entre otras cosas, rediseñar las
formas de movilidad ciudadana mediante la proliferación de los bici-carriles, donde
los partidarios del pedaleo circulen seguros y sin apremios de los automovilistas; de este
modo la imagen del ciclista se convertirá en algo familiar en las múltiples
ramificaciones y senderos que constituyen el tejido urbano. El esfuerzo físico
se conjugaría entonces con la sensación de redescubrir el lugar donde se habita,
sin depender de las rutas fijas del transporte público ni del encapsulamiento
extremo representado por el automóvil particular.
Los
beneficios de lo que el autor denomina movimiento ciclista global serían enormes, destacándose los siguientes:
no consumo de gasolina, no emisión de ruidos, liberación del stress o tensiones
de la vida cotidiana, aumento de la sensación de bienestar o felicidad en el ánimo
del ciudadano promedio, entre muchos otros. Para Augé la defensa de la
bicicleta como medio de transporte -masivo e individual al mismo tiempo-
reconstruiría el tejido social en las ciudades, que hoy –y sobre todo mañana-
representan los centros más poblados del mundo. A su juicio los lazos de
convivencia y solidaridad humanos experimentarían una gran transformación
positiva.
M. Augé
considera que el velocípedo es un medio de transporte multifacético dado su uso
por las clases trabajadoras, por los competidores deportivos o por quienes
desean realizar un paseo en su tiempo libre. En la introducción de su obra nos
dice: “La bici forma parte de la historia de cada uno de nosotros. Su
aprendizaje remite a momentos particulares de la infancia y la adolescencia.
Gracias a ella, todos hemos descubierto un poco de nuestro propio cuerpo, de
sus capacidades físicas, y hemos experimentado la libertad a la que está
indisolublemente ligada…
El libro
hace un breve recorrido por el papel de la bicicleta en la historia francesa (y europea)
del siglo XX, describiendo su relevancia en el imaginario popular. De singular
relieve es la parte donde describe como, en un mundo anterior a la televisión, correspondía
a la radio y la prensa realzar la figura del héroe deportivo que con su
vehículo de dos ruedas ganaba competencias atravesando carreteras y zonas
montañosas (Tour de Francia).
Para Augé
es muy importante el hecho de que en años relativamente recientes en muchas
ciudades europeas proliferen las estaciones de bicicletas alquiladas facilitando
así al transeúnte su libertad de movimiento. Al mismo tiempo los usuarios de
tales bicis se multiplican posibilitando que tengan un contacto más cercano,
singular e imaginativo con el espacio urbano. Esta experiencia está siendo
retomada en varias de las principales ciudades del mundo.
En la
parte final de su libro el autor subraya que si “la práctica de la bicicleta nos ofrece la
posibilidad de sumergirnos en los recuerdos de la infancia y en la continuidad
de la propia vida, podemos llegar a la conclusión de que la experiencia de la
práctica ciclista es una prueba existencia fundamental que asegura la
conciencia identitaria de aquellos que se entregan a ella: pedaleo, luego
existo.”
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