Aurelio Cuevas
(Sociólogo)
Lo que viene en México cambiar para que todo siga igual: Los Nuevos rostros del viejo régimen.Los Angeles Press. |
En el año que corre aumenta la falta
de credibilidad del discurso público que, con las “reformas estructurales”, proclamó
a los cuatro vientos que la economía nacional iría viento en popa, con tasas de
crecimiento anual entre 4 y 5%, pero es un hecho que dicho pronóstico oficial tienden
al declive: de 4% realizado en enero se pasó al 3% de inicios de abril.
Se puede argüir como algo
positivo que las reservas del Banco de México subieron al final del primer
trimestre a ¡183 mil millones de dólares! Cabe entonces preguntar: ¿Por qué los
salarios y el consumo del grueso de la población nacional están deprimidos? ¿De
qué sirve una baja inflación si los sectores asalariados no pueden acceder a un
consumo satisfactorio?
Y es que el sentido de que se
eleven las reservas del Banco de México es solo buena señal para los consorcios
transnacionales, los cuales “se arriesgan a invertir en México” con la
condición de asegurar una media de utilidades o ganancias durante un periodo de
tiempo; si tal cálculo no resulta o si las pérdidas de capital son elevadas la
llamada “banca central” compensa al emporio transnacional con una cantidad
similar a dichas pérdidas, lo cual desde luego es una medida que desangra las
finanzas nacionales.
Pero aun cuando existen ganancias
elevadas como ocurre con las empresas automotrices ubicadas en el país (sobre
todo las norteamericanas Ford, Chrysler y General Motors), el grueso de su
producción –cuando menos un 80% se exporta a Estados Unidos satisfaciendo la
demanda de consumo de nuevos vehículos en ese país. El mercado interno para
tales empresas es algo secundario ya que su fuente principal de ganancias
proviene de sus ventas externas. Si estas últimas se estancasen o declinaran
obviamente tales transnacionales saldrían del país, con las consecuencias
señaladas.
En cuanto al retorno del partido
tricolor a la Presidencia hasta ahora es un signo de retroceso: la conversión del Instituto
Federal Electoral en Instituto Nacional Electoral centraliza en Los
Pinos las decisiones sobre el manejo del “voto ciudadano” (dejando de
intervenir los gobernadores en este terreno); el favorecimiento al duopolio
TELEVISA- TV-Azteca en la reciente Ley de Telecomunicaciones que impide un
auténtico pluralismo en la comunicación mediática, y la amenaza de controlar a
través de la misma Ley el Internet con el fin de censurar las denuncias contra
la represión del gobierno hacia actos públicos; la llamada “reforma educativa” que
anula el derecho de los maestros de escuelas públicas a la estabilidad laboral;
y la reforma fiscal del 2013 que afecta sobre todo a las clases medias.
Los anteriores puntos y otros más reflejan una intolerancia hacia
todo lo que disienta de las medidas del régimen peñista o busque sacudirse la
dominación política en curso de perfeccionamiento. Pero cabe preguntar si, en
lugar de fortalecer el orden establecido, dichas acciones más bien conducen a su
rompimiento así como al desmoronamiento de la sociedad mexicana.
¿Qué hacer ante el panorama de
una economía que no sirve al bienestar nacional y de una política cuya
finalidad es dar más poder a quienes detentan el poder? La única salida es
fortalecer la organización y las expresiones públicas de los amplios conjuntos
sociales cuya voz e intereses son ignorados por los partidos, los sindicatos,
los medios de comunicación y un aparato institucional que -retomando un refrán
popular – “es candil de la calle y oscuridad en su casa”.
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