Alejandro Mario Fonseca
Estas últimas dos semanas los
mexicanos hemos presenciado el inicio de la Cuarta Transformación de la
República encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
La “guerra del huachicol” ha
destapado una la cloaca de una sangría 60 mil millones de pesos anuales que
algunos malos funcionarios de Petróleos Mexicanos se estaban robando.
De lo que se trata es de una inmensa
red de corrupción que involucra a mucha gente desde hace ya largo tiempo. Y lo
sorprendente es que PEMEX “aún sigue vivito y coleando” y es rescatable, al
menos esa es la apuesta de AMLO.
Pero recordemos, la reforma energética
impulsada por Peña Nieto hace 6 años fue la más controvertida de todo su
paquete “modernizador”. ¿Por qué? Por razones históricas, por que tocaba una de
las fibras más sensibles de la ideología de la Revolución Mexicana: el
nacionalismo.
Son ya 80 años los que van de 1938,
el año de la expropiación petrolera, al día de hoy. Y los mexicanos parecemos
no darnos cuenta de que el petróleo está dejando de ser la energía que mueve al
mundo. Veamos las cosas con calma y con una visión global.
AMLO anuncia rescate de PEMEX en Campeche. |
El
cardenismo: la última gran oleada de la Revolución Mexicana
Confieso que yo fui uno entre muchos
millones de mexicanos que nos indignamos ante el revés histórico que significó
la reforma energética de Peña. Y es que para los que nos preocupamos por
conocer un poco nuestra historia, la reforma significaba claudicar a nuestros
valores nacionalistas más sentidos.
Como si el petróleo hubiera sido
durante estos 80 años uno de los motores del desarrollo nacional. Y bueno, la
verdad es que si lo fue, pero a medias.
Desde el cardenismo los sucesivos gobiernos pudieron contar con recursos
crecientes para invertir en escuelas, hospitales y en infraestructura.
Pero también es cierto que la
paraestatal Pemex se convirtió casi desde el principio en la “gallina de los
huevos de oro” de la que abusaron los políticos, los gerentes administrativos y
los líderes sindicales.
Y aunque la expresión fue una de las
burradas del expresidente Peña, en el fondo tenía razón, en parte. Si fue la
“gallina de los huevos de oro”, especialmente desde el gobierno de López
Portillo; y aunque todos abusaron sistemáticamente de la paraestatal, no la pudieron
matar.
Insisto, yo soy de los que me opuse a
la reforma energética. El principal argumento que nos movía era moral: en lugar
de privatizarse PEMEX debía reformarse, corregirse, para seguir siendo el
principal motor del desarrollo nacional.
Al contar ya nuestro país con
recursos humanos especializados para un relanzamiento de Petróleos Mexicanos,
lo que se requería era desmantelar la corrupción administrativa y sindical.
Vaya sueño guajiro. ¿Quién lo iba a hacer? AMLO, si es que ganaba las
elecciones.
El modelo de
industrialización centralista está tocando fondo
Y de todo este sainete, por lo menos
ya nos dimos cuenta de algo: de que el problema de fondo era de corrupción e
impunidad. Y con esto no quiero decir que “la corrupción somos todos”, no, sino
que estaba muy generalizada y corroía los más altos niveles de los tres órdenes
de gobierno.
Pero en lo que quiero insistir hoy,
es que son las anteojeras del nacionalismo revolucionario las que no nos dejan
ver con claridad lo que está sucediendo en los países de industrialización
avanzada y cómo nos afecta.
No fue sino hasta los debates entre
Hilary-Trump cuando me di cuenta de que el mundo está viviendo una Tercera
Revolución Industrial que significa desde ya, cambios dramáticos en todos los
órdenes de la vida moderna tal como la
conocemos.
La Primera Revolución Industrial, la
clásica fue la que se inició en Inglaterra, Francia y los Países Bajos.
Alrededor de 1750, fue la energía
hidráulica la que impulsó la industrialización. Después vinieron las máquinas (la
de vapor y otras) que transformaron los métodos de producción. Apareció la
industria textil, la del carbón: el comercio y la agricultura se vieron
fuertemente revolucionados.
A fines del siglo XIX vendría la
Segunda Revolución Industrial, basada en la conjunción de la electricidad
centralizada, la era del petróleo, el automóvil y la construcción suburbana.
Después de la Segunda Guerra Mundial la industrialización se expandiría a lo
largo y ancho del planeta. Los Estados Unidos se convertirían en la nación más
próspera de la tierra.
El sol sale
para todos: la necesidad de un nuevo paradigma energético
Durante la última década del siglo XX
la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) le
dio al mundo industrializado ya envejecido, en crisis, nuevos bríos, mejorando
la productividad y la eficiencia: aparecieron nuevas oportunidades
empresariales y nuevos empleos.
Sin embargo las TIC no pudieron
materializar su pleno potencial comunicativo distribuido, debido a que no son
plenamente compatibles con un régimen energético y una infraestructura
comercial de carácter centralizados (verticales).
Un nuevo paradigma energético es lo
que esta en el núcleo duro del desarrollo en los países de industrialización
avanzada, y es eso lo que los empresarios ignorantes y depredadores encabezados
por Donald Trump no están dispuestos a aceptar.
La nueva comunicación eléctrica de
segunda generación es de naturaleza distribuida y está adaptada para gestionar
formas igualmente de energías distribuidas, es decir renovables (limpias) y una
actividad comercial y empresarial de
carácter lateral, horizontal y democrático.
El rescate
de PEMEX no es la panacea
Pero regresando al México de hoy,
está bien, AMLO está enfrentando la corrupción en serio y todos los mexicanos
debemos cerrar filas y apoyarlo en la guerra contra el huachicol.
Sin embargo, aun cuando se rescate
PEMEX, el sueño dorado de que vuelva a ser “el motor del desarrollo nacional”,
puede convertirse muy pronto en pesadilla: ya no es la panacea que le funcionó
muy bien al general Lázaro Cárdenas.
La panacea que
buscaban los alquimistas del medievo era un mítico medicamento que “curaba
todas las enfermedades” o, incluso, “prolongaba indefinidamente la vida”.
Así como veo a AMLO y sus
colaboradores rescatando PEMEX contra viento y marea, así me gustaría también
verlos impulsando decidida y masivamente el uso de energías renovables,
especialmente la energía solar.
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