lunes, 8 de mayo de 2017

¿Porqué practico Yoga? (3)

Por Alejandro Mario Fonseca

Después de los conceptos básicos sobre la disciplina del Yoga y la divinidad (Dios), Patanjali nos ofrece todo un diagnóstico médico filosófico de las causas que obstaculizan la serenidad y la pureza de la consciencia.
Enfermedad, inercia, duda, descuido, pereza, gratificación de los sentidos, vivir en un mundo de ilusión, ineptitud para persistir en aquello que se ha emprendido e incapacidad para mantener el progreso logrado. [Y S I.30]
Y a estos obstáculos agrega las siguientes distracciones para la consciencia: sufrimiento, desesperación, depresión, inestabilidad del cuerpo y respiración agitada. [Y S I.31].
Qué se nos recomienda para vencer estos obstáculos: el esfuerzo resuelto mediante el cultivo de: cordialidad, compasión, alegría e indiferencia frente a placer y dolor, virtud y vicio respectivamente. [Y S I.32-33]
¿Porqué practico Yoga? (3)

¡Más filosofía no puede haber en los Yoga Sutras! De lo que se trata a fin de cuentas es de mantener un estado psicológico de quietud de consciencia [Y S I.34], para ello se pueden utilizar una serie de métodos alternativos de práctica (concentración, meditación y contemplación), dependiendo de la capacidad física, mental e intelectual del practicante [Y S I.35-39].
El primer capítulo concluye con la descripción de los estadios de consciencia cada vez más avanzados que desarrolla el practicante: la fusión epistemológica del sí-mismo con el conocimiento y los medios para alcanzarlo; la pérdida de identidad de la consciencia al limpiarse y purificarse; la contemplación de los aspectos sutiles de los elementos de la naturaleza; y finalmente  la disolución de la consciencia por sí misma en la sede del Sí-mismo [Y S I.41-45].

Así, cuando la consciencia mora en sabiduría surge un estado de percepción espiritual directa. Esta sabiduría madura y portadora de verdad es conocimiento de primera mano, o conocimiento intuitivo. Una nueva vida comienza con esta luz portadora de verdad; cuando también se renuncia a esta nueva luz de sabiduría,  surge samadhi [Y S I.47-51].

La perseverancia en la práctica
La segunda parte consiste en la práctica del Yoga, en la que se enfatiza el esfuerzo dinámico a realizar. Sadhana en sánscrito significa práctica o medio. Así, este capítulo divide la acción, del practicante, el kriya yoga, en tres niveles: Tapas, que es la perseverancia en la práctica; Svadhyaya que es el estudio de lo sagrado y el conocimiento del propio sí-mismo a través de los valores morales y espirituales; e, Isvara pranidhana, que es un acto de entrega que enseña humildad.
Este segundo capítulo es el más rico para los principiantes. De lo que se trata, y esta es la clave de los Yoga Sutras, es de seguir con celo y ahínco los tres aspectos del Kriyayoga para superar los sufrimientos de la vida y experimentar Samadhi.
Entonces, Patanjali pasa a describir las aflicciones (falta de auténtico conocimiento, orgullo, apego por aquello que crea atracción, aversión hacia el dolor y miedo a la muerte), sus causas y la ley del karma, y aquí es necesario detenernos un poco.
Los sutras del II.12 al II.16 hablan de la famosa “ley de causa y efecto” (karma), o también conocida como “ley de atracción”; se trata del famoso dicho mexicano de “el que la hace la paga”, que en términos de Patanjali diría “las buenas o malas acciones del pasado nos cualifican  para experiencias placenteras o no placenteras en la vida presente” [Y S II.14].
Todo está muy bien,  en el tema de las causas de las aflicciones, nuestro autor no le pide nada a las modernas teorías del psicoanálisis desarrolladas más de 20 siglos después. El problema está en el concepto de “vidas pasadas” y para entenderlo cabalmente hay la necesidad de echar un vistazo a los textos clásicos del hinduismo, como el Bhagabad Gita.
Se trata de una creencia fuertemente arraigada en la India y que va a ser muy difícil de erradicar. Yo no me atrevo a discutir sobre la pertinencia en la actualidad de este tipo de “creencias sagradas”, tan solo propongo un punto de vista que salva la racionalidad occidental moderna (al menos la mía): en esta corta vida, a veces difícil y humilde, otras fácil y divertida, que nos tocó vivir.
A ver qué le parece: contamos con la posibilidad de vivir “varias vidas” si es que desarrollamos la capacidad de superar las aflicciones y los retos que continuamente nos aquejan, si aprovechamos también las oportunidades que se nos van presentando. El yoga nos puede llevar al continuo renacimiento, tantas veces como sea necesario, todo es cuestión de perseverancia.

La filosofía Samkya
Y aquí viene una de las partes más densas de la obra: como preámbulo a las disciplinas yóguicas, se nos ofrece todo un tratado de cosmología de la naturaleza [Y S II.18-28]. Se trata de la filosofía Samkya, en la que se explica el proceso de evolución y la interacción de espíritu o energía (purusa) y materia o cuerpo (prakrti), esencia y forma. Si purusa se relaciona virtuosamente con las propiedades de la naturaleza, entonces se experimenta beatitud.
Nuestras experiencias en la vida derivan de las manifestaciones bastas de la naturaleza, tanto las dolorosas (aflicciones) como las placenteras  (arte). Se trata de la interacción del cuerpo con la naturaleza exterior, ya sea a través de los sentidos o de la mente. La creencia ilusoria de que es el único nivel “real”  puede llevar a la esclavitud, pero, por fortuna, la estructura evolutiva o reveladora de la naturaleza proporciona la posibilidad de la involución, que es el viaje de retorno a la fuente. Cuando purusa activa los otros principios, se trata del sendero de la evolución; su retirada de la naturaleza es el sendero de la involución.
En el momento en el que el que ve se confronta con su propio sí-mismo, los principios de la naturaleza han sido atraídos hacia su propia raíz primordial y permanecen allí tranquilos sin irritar la serenidad de purusa.
Y aquí viene lo más importante, el proceso involutivo se logra mediante la intervención de la inteligencia discriminadora, y el serenar y reequilibrar las gunas  (cualidades de la naturaleza), devolviéndolos  a sus perfectas proporciones noumenales (causas hipotéticas de los fenómenos), de manera que puedan darse todas las etapas de reabsorción.
El Yoga nos enseña cómo hacerlo, empezando por el nivel manifiesto más básico, nuestro propio cuerpo. Hasta llegar al estado de samadhi mediante la práctica disciplinada y perseverante de las distintas disciplinas yóguicas, el Óctuple Sendero, que en seguida veremos.

El óctuple sendero: el Astanga Yoga
Las disciplinas yóguicas son ocho.
Yama (restricción) y Niyama (práctica y observancia). Estas disciplinas canalizan las energías de los órganos de acción y los sentidos de percepción en la dirección adecuada.
Ásana (postura) produce equilibrio, tranquiliza la mente, y proporciona poder para penetrar en la inteligencia. A través de las ásanas aprendemos a conocer el cuerpo y a distinguir entre movimiento y acción: el movimiento excita la mente, mientras que la acción la absorbe.
Pranayama (control de la energía a través de la respiración) y Pratyahara (retirada de los sentidos) ayudan al practicante a explorar sus facetas ocultas, y le permiten penetrar en el núcleo de su ser.
Dharana (concentración), Dhyana (meditación) y Samadhi (absorción total) son la consumación, la esencia o los constituyentes naturales del yoga, que se desarrollan cuando las otras cinco disciplinas han sido dominadas.
(Continuará)

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