Por Gibran Castillo
Reunion de MORENA, el 5 de mayo 2013 en la 3a sección de Tlatelolco Fotografía: Antonio Fonseca |
"Viñetas Morenas"
Ante
una de las banquitas que se encuentran en el cuadro donde se convocó a
asamblea, los “morenos” colocaron una mesa, la cual cubrieron con un mantel color vino, con el signo de la organización,
símbolo que mientras más se le miraba, uno se zambullía en la blancura, casi
provocando una ilusión óptica.
Ataviado
con una guayabera blanca, llevando en el
dorso la siempre fiel águila republicana, y con el nombre de nuestro personaje bordado con una
caligrafía, presumiblemente de algún ángel liberal, Froylán Yescas comparó a
Andrés Manuel López Obrador con Benito Juárez, puntualizando que, a pesar de
las edades de ambos señores que se encuentran en la balanza, siendo los dos
personas que entrarán a la senectud, se encuentran en su cénit, dando la lucha en contra de los poderosos.
El espíritu modelo siglo diecinueve culmina,
debido a la fecha en la que se realizó la asamblea, con
¡vivas! a los héroes que lucharon en contra de los invasores hace ciento
cincuenta y un años, brillando la luz
del general Ignacio Zaragoza, brillando otros ojos dentro de otras gafas,
ignorando que la historia y el sentimentalismo de los políticos lo harían santo
de su devoción.
El polvo que levantan las palabras de Yescas se arremolina sobre un farol, objeto perdido en las manos de toda la sangre que se asienta sobre el suelo mexicano.
Habiendo
secundado el auditorio al representante del CEN, con ¡vivas! y puños en alto,
llegó el turno de Armando Barreiro para hablar.
Todo
de blanco, muy primaveral, como queriendo ser la nube que vino a la tierra por
mera curiosidad, habló sobre los tres fraudes electorales que ha sufrido la
democracia en nuestro país, un mártir que bien mereciera su espacio en el
santoral, además mencionó a la lucha sostenida por los habitantes de Nuevo
León.
La
bocina que se encuentra detrás de él, seguramente queda agotada, con sus mil y
un agujeros haciendo zumbar la garganta del señor Barreiro, casi sudando la
gota gorda por las oraciones que se arman en nombre de la izquierda.
Y mientras Armando hablaba, un Pepito Grillo
se paró sobre mi hombro, diciéndome que no estaban todos los que debían. Yo le
pregunté por qué motivo lo decía. Él, de inmediato no supo explicarme, hasta
que encontró la idea perdida: Que a algunos de los morenos no les pareció
democrática la elección de las personas que dirigirían el proceso del
Movimiento de Regeneración Nacional dentro de Tlatelolco.
De pronto, desaparece Pepito Grillo, no sin
antes haberme preguntado si me inscribiría a Morena. Habiéndole negado, argumentándole que todavía no tengo
credencial de elector, mi curioso Pepito
se esfuma de mi vista.
Me siento en el enrejado de una de las
jardineras, y para mis adentros dibujó cuernitos y aureolas para los
concurrentes al evento.
(Usted, estimado lector, sabrá a quién le
corresponden dichos accesorios.)
El discurso de Armando Barreiro también se
enfundó de polvo juarista, imitando de este modo al señor Froylán Yescas.
“A
lo que te truje, Chencha”, exclama una joven rolliza, de playera oscura con
alusiones a AMLO, a guiso de preámbulo para explicarles a los vecinos lo del
nombramiento del comité de la tercera sección tlatelolca. Pero mejor decide
darle el micrófono a “Paquito”, quien se distingue entre los viejos lobos de
mar por su cachucha, su camisa a cuadros y una barba que a duras penas se dibuja
sobre el rostro.
El muchachón, bajo los influjos de un pasado romántico, menciona la los concurrentes de la asamblea que él ha participado en la política, desde que tenía ocho años de edad.
Y es aquí cuando se tengo otra aparición: Es un diablillo, de pelo entrecano, todo vestido de mezclilla, que no está sobre mi hombro, sino dentro de la cabeza, martillándola rítmicamente, grita: “Empezamos con mentiras”.
Los
vecinos tienen actitudes distintas: Unos, se acercan, queriendo saber qué
sucede, de qué hablan los señores políticos, por qué hablan y hablan; otros,
titubean, dan la espalda, caminan, para de nuevo volver a dirigir la mirada alpúblico
que se encuentra sentado en alguna de las sillas.
Uno,
renuente, cuando un muchacho se le acercó para entregarle uno de los periódicos
Regeneración, huye. Otros, escuchan
emocionados, pensando que en verdad hay una revolución ondeando en el
territorio en forma de cornucopia.
Cada uno, a lo lejos o muy cerca de la
acción, vio plantarse en el suelo tlatelolca un episodio más para los anales
del sueño humano.
Florencia se dirige al público: Declamará un
poema justamente dedicado a la gesta que se dio bajo el cielo poblano, aquel 5
de mayo de 1862.
Como me gustan los poemas, decido abandonar
la somnolencia, para darle paso a cada verso que de la boca de la señora
saldrán calientitos.
Florencia sube al estrado imaginario. Los
árboles ofrecían su mejor sombra; los pájaros, el sonido de fondo que mejor le
quedaría al poema; y el soldador o cerrajero que se encontraba trabajando en
ese instante, el toque de modernidad, contrastando con la armonía de los
plumeros andantes.
La señora Florencia embelesada, al igual que Armando Barreiro, quien le sostiene el micrófono a la mujer, para que ésta tenga ambas manos libres, y pueda remar, tratando de ir por el camino de sangre de algún soldado, sea liberal o conservador.
El sendero no importa; sólo se debe llegar al corazón de quienes le escuchan.
Para finalizar, Florencia por poco arranca los rayos de sol, abriendo un huequito por donde se percibieran las ovaciones.
En un principio, el comité se iba a llamar
como la tercera sección. Aunque a los
vecinos se les pidió más nombres para dicho organismo, solamente hubo una
propuesta más: la del arquitecto Raúl.
“El comité se llamará Cinco de Mayo…”, y
argumentó sus razones: Recalcó en que sería una fecha que se puede recordar.
Además, dijo que le parecía una imposición bautizar al comité como “Revolución,
el cual, por cierto, “sonaba a priismo”, según la expresión de un vecino.
El chamaco, sin otras personas que
propusieran a darle otro distintivo ante Juan Pérez, y con la mayoría de manos
a favor de la propuesta, se quedó como “Cinco de mayo”, dejando atrás al
epíteto que lo marcaría como la oveja negra entre las izquierdas, ya que la
Revolución se oxidó, dejando así su
hornacina para que anide la Democracia.
Otra vista de la reunion de MORENA en la 3a sección de Tlatelolco Fotografía: Antonio Fonseca |
No hay comentarios:
Publicar un comentario