Aurelio Cuevas
(Sociólogo)
Entada al modulo "AB" del edificio Sonora |
Desde que inició en los años
setentas la decadencia de la administración central en Tlatelolco (AISA) hasta
el presente las formas de gestión vecinal en el conjunto habitacional -a pesar
de los esfuerzos organizativos estimulados por el movimiento de
autoadministración- han tenido un desarrollo desigual y poco articulado.
Si exceptuamos el lapso
inmediatamente posterior a los sismos de septiembre de 1985, durante el cual muchos
residentes de edificios dañados demandaron y consiguieron la reconstrucción de
los mismos conforme a derecho (mediante el cumplimiento de lo estipulado en el
Certificado de Participación Inmobiliaria), es una realidad que a partir de los
años noventa la organización vecinal tendió a fragmentarse o atomizarse. Un
efecto negativo de esto último fue la desaparición del Consejo de Edificios en
Autoadministración (formada durante los años setenta).
Pero dicho proceso no se detuvo
allí ya que también prosiguió en el seno de cada edificio: las representaciones
vecinales, que en principio eran generales, se dividieron por módulo o entrada.
Tal es el caso de la Asociación de Residentes del edificio Sonora (ubicado en
la 3ª sección, con siete pisos de altura y 60 departamentos en total
distribuidos en cuatro entradas) que aglutinó formalmente a todos los
residentes del mismo hasta convertirse en un cascarón vacío de contenido al
hacerse la cohesión vecinal insostenible.
Por diversas circunstancias que
no viene al caso mencionar la representación de los vecinos en dicho inmueble se
dividió en dos hace varios años. En el módulo que reúne las entradas A y B, con
la mitad de los departamentos del edificio y dos ascensores, desde hace algún
tiempo se aplica la rotación trimestral administrativa entre los residentes, correspondiendo
a cada departamento llevar una vez la estafeta dentro de un calendario
sucesorio de alternancia en la gestión que fue acordado por los vecinos. Quien
funja como representante se ocupa en el lapso de tres meses del manejo de los
ingresos y gastos relacionados con las dos entradas del edificio. Terminado el
tiempo de su encargo hace “corte de caja” y llama a una asamblea de residentes
para que se designe nuevo administrador.
Destaca en tal experiencia la
participación de personas que poco o jamás se habían involucrado en las juntas
vecinales; en las reuniones efectuadas los asistentes han manifestado su
respaldo tanto a las decisiones asumidas en común como a la representación vecinal
del periodo correspondiente. Las ventajas que -a mi juicio- tiene esta práctica
es el freno a la permanencia ad infinitum de una directiva
vecinal poco confiable, y la participación intermitente de los residentes (en
su mayoría propietarios) en la administración del edificio.
De este modo los mismos moradores
hacen más llevadero el compromiso de manejar los gastos relativos al
mantenimiento del inmueble, favoreciéndose con ello una retroalimentación
positiva del quehacer administrativo. Esta última puede, además, reforzarse por dos hechos: el número relativamente
reducido de vecinos vinculados a la gestión del área habitacional, y la
proximidad espacial que propicia una mayor frecuencia de los encuentros
cotidianos “cara a cara”.
En virtud de lo afirmado la administración
de carácter rotativo puede favorecer una comunicación más eficaz y un mejor trato
entre los vecinos, lo cual a su vez genera o fortalece los lazos de confianza, factores
que al estar cada vez más ausentes en las asociaciones de residentes de los
edificios han provocado su crisis conduciéndolas a su fractura o desaparición.
Con lo anterior no se está
sugiriendo que sean enteramente inviables las formas de representación vecinal existentes
desde hace varios años; pero lo que sí es innegable es que las asociaciones de
gran tamaño (caso de los edificios Tipo C con cerca de 300 departamentos)
parecen condenadas a la extinción, y que las mesas directivas electas para un periodo
de tiempo largo (¿más de 1 año?) y que no puedan renovarse parcialmente antes
de concluir sus funciones corren el riesgo –como ha ocurrido varias veces- de perder
su anclaje como portavoces de los auténticos intereses vecinales.
Estas son solo algunas ideas
surgidas en un contexto donde es imperioso para los residentes de Tlatelolco generar
iniciativas de gestión- por modestas que sean- que sean viables, prácticas y no
costosas para evitar el deterioro de los inmuebles que habitamos y hacernos así
merecedores de una mejor calidad de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario