Esta oda es un fragmento del
libro, PALABRAS INDIGNADAS, que próximamente publicará
Agustín Mejía Zarazúa.
Esta revista comunitaria lo publica
con la debida autorización.
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Amaneciento vista de los volcanes Popocatepec e Iztlacihuatl desde Tlatelolco |
ODA A TLATELOLCAS
No es usual que el suelo y las piedras hablen,
pero en esta ficción histórica, así será:
yo, suelo y piedras, hablaré a los humanos.
Pediré prestada la lengua de Castilla,
porque si hablo en náhuatl,
casinadie me entenderá.
Soy este pequeño territorio,
soy piedras ytierra de lo que fue isla;
mis contornos son sedimento de lo que fue lago.
Sobre mí,desde hace más de veinte mil años,
han caminado miles y millones de humanos;
ydiversas especies de fauna,
y he nutrido
gran variedad de flora.
Antes del asentamiento Mexica
hubo otros pueblos y tribus sobre mi suelo;
unosahuyentaron a otros,
otros resistieron a otros,
yalgunos voluntariamente emigraron.
El nombre de Tlatelolco me lo dieron
quienes ya hablaban la lenguaNáhuatl,
pero aún no eran Mexicas